Lo que siempre estuvo allí

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You're not alone
We'll brave this storm
And face today
You're not alone

Carolyn, Black Veil Brides

Hay un montón de causas que lo han llevado a ese momento. Si quiere, puede nombrarlas todas.

Porque Eijiro podrá creer que no se fija en nada.

Pero se fija.

En la manera en que le hizo una corbata la primera vez que le hizo una corbata —cuando lo obligó a ir a esa estúpida fiesta a la que nunca llegaron porque acabaron peleando con villanos—. En la manera en que le pasa en brazo por los hombros aunque él nunca responda, en la manera en la que se empeñó en tratarlo como a un igual desde el primer día.

Hay uno y mil momentos que los han llevado allí.

Sólo le hubiera gustado ser menos idiota. Y que Eijiro no estuviera mirándolo con cara de que se va a morir en cualquier momento.

«Eijiro». ¿Se lo ha dicho alguna vez?

Piensa en él por su nombre de pila. No sabe cuándo empezó. Sólo un día volteó a verlo y su cerebro, en vez de pensar «Kirishima» pensó «Eijiro». Sólo no recuerda habérselo dicho nunca.

—Lo siento —dice Eijiro—, quizá...

—¡No!

No sabe ni a que va ese «no». No sabe ni cómo empezar a contestar. Está congelado y se odia un poco a sí mismo.

Hay tantas causas que los llevaron hasta ese momento y, sin embargo, Katsuki ya se había convencido de que nunca pasaría porque él no iba a dejar que pasara. Podían ser amigos, ha dicho mil veces, para sí, sin necesidad de involucrar nada más. Sin necesidad de pensar en que podría ser una debilidad. En pensar que podrían hacerle daño por su culpa.

Sin necesidad de preguntarse, una y otra vez, qué veía en él.

Y ahora están allí, frente a frente y Katsuki está congelado y no sabe qué decir.

Eijiro acaba de besarlo.

Y está completamente rojo y probablemente está convencido de que cometió un error —puede verlo en su rostro— porque Katsuki no atina a reaccionar.

—¡No, en serio, lo siento! ¡No quería hacer las cosas extrañas entre...!

—No es eso...

No está gritando y eso es sorprendente.

Bueno, por fuera. Por dentro quiere callar a su cerebro a gritos.

—Es sólo que vamos a graduarnos. Mañana. Y... —Eijiro se pasa una mano por el cabello, nervioso—. Pensé que tenía que decirte, que no podía dejar pasar la oportunidad porque me iba a arrepentir. Ya sabes, sé un hombre, esas cosas, y...

—No es eso —repite Katsuki.

Mira al suelo. Sus pies de repente son mucho más interesantes que nada en el mundo.

—Nada, nada, debí de hacer...

Deja de escuchar a Eijiro un momento. Todas las señales estaban allí, Katsuki llevaba viéndolas años.

La manera en la que Eijiro lo deja dormirse en su hombro sin decir nada. El hecho de que Katsuki pudiera dormirse en su hombro. El hecho de que nunca apartara el brazo de Eijiro cuando se lo pasara por la espalda, el hecho de que atesorara aquel contacto, convencido de que no podría haber algo más.

De nuevo, porque él no iba a permitirlo.

Pero eso queda en el pasado porque Eijiro ya lo besó y es muy tarde como para pensar en un hubiera y repasar todas las tonterías que Katsuki lleva pensando desde que se dio cuenta de que el otro le gustaba.

Ese es el problema. No sabe cómo decirle como le gusta.

Y probablemente Eijiro ya tiene mil historias armadas en la cabeza sobre como Katsuki está a punto de rechazarlo.

—No, espera —le dice, volviendo a concentrarse en lo que está pasando en ese momento—. Cállate.

—¿Bakugo...?

—Cállate. Mi cerebro no puede concentrarse con tanto sonido. —Levanta la vista. Sabe que está ceñudo.

Y no es que no haya pensado en cómo rechazarlo.

(El problema es que no quiere rechazarlo).

Ha pensado mil veces en cómo ser diplomático y decirle que no quiere ponerlo en peligro, que no quiere que sea un blanco para la gente que quiere hacerle daño. Quizá es una razón egoísta —carajo, Deku se lo había remarcado desde el momento en el que se había dado cuenta y había intentado hacerles de celestina— porque lo que no quiere es lidiar con el hecho de que le va a doler si algo le pasa a Eijiro y mucho menos quiere lidiar con el hecho de que pueden intentar dañarlo a él a través del pelirrojo.

—Lo siento, de todos modos, no quería hacer raras las cosas.

—No es eso.

«¡No son raras! ¡Era obvio! ¡Es obvio! ¡Todas las causas están allí!»

¿Por qué su cerebro podía gritarlo y él, de repente, se había quedado sin palabras? Bufa de la pura desesperación y se le queda viendo un momento. Ya no puede regresar el tiempo a dos minutos atrás, a cuando todavía no se habían besado y estaban solos en el vestidor, poniéndose de nuevo el uniforme deportivo. No puede regresar el tiempo y volver a oír las palabras que le dijo Eijiro antes de besarlo, a las que apenas le puso atención, porque estaba muy preocupado gritando internamente porque el otro estaba demasiado cerca de él. Ni puede volver a sentir sus labios por primera vez.

Ojalá pudiera regresar.

Entonces le respondería el beso. Bien. Y no estarían en esa situación.

Todas las causas estuvieron siempre allí. Y Katsuki, que se ha dicho mil veces que no puede ser, porque quizá sí es un poco egoísta y quizá sí se muere de miedo de que alguien intente dañar a Eijiro por su culpa, descubre que a la mejor no le importa un pito. Que a la mejor sí quiere que vuelva a besarlo. A la mejor sí quiere algo.

—Eijiro —dice, finalmente. Es consciente de que es la primera vez que usa su nombre de pila en otro lugar que no es su cerebro—. No... —Se traba. Carajo. Parece Deku cuando está nervioso—. No le des vueltas, no...

No sabe que quiere decir. Así que toma una decisión impulsiva.

No tiene que inclinarse ni siquiera. Eijiro es prácticamente de su altura.

Lo besa él.

Es el desenlace más lógico, después de esos tres años estudiando en UA. Todas las causas estuvieron siempre entre ellos.

Se separan.

—Las cosas no tienen... —carraspea, todavía medio nervioso— que ser raras entre nosotros.

Eijiro sonríe. Lo abraza.

Katsuki mantiene las manos a los lados, como siempre. (Cuando tus palmas tienen el poder de explotar, te vuelves mucho más consciente de lo que puedes causar en lo que tocas). Pero recarga su cabeza en su hombro.

—Tenía que hacerlo antes de la graduación —le dijo Eijiro—. Como una última oportunidad. ¿Sabes?

«Gracias por hacerlo». Eso es lo que no dice.

—Sí —dice, en cambio.

Vida de Héroe [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora