(3) Cobarde

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Yena ordenó algo liviano para comer ya que no tenía mucho apetito, trataba de simular que estaba tranquila pero no podía engañarse por tanto tiempo, no cuando su corazón daba latidos ensordecedoramente erráticos. Volteó con su pedido ya preparado, se sentó en la primera mesa alejada de las pocas personas que circulaban en aquel pequeño local y casi se ahoga con su propia saliva cuando sus ojos hicieron contacto con los de la pelirrubia.

Yuri estaba algunos pasos más atrás, se rascaba la parte trasera de su antebrazo, no había mirado a la pelirrosa hasta aquel momento. Observó a la mayor sentarse e inmediatamente copió su acción, pero ninguna tuvo valor suficiente como para iniciar una conversación, no se conocían en lo absoluto, las únicas veces que se cruzaron en sus vidas siempre han sido en situaciones abruptamente incómodas.

La mayor de ambas jamás levantó la vista, pero podía sentir como los avellanados ojos de cierta chica estaban puestos en ella, como si quisieran traspasarle el alma. Se estaba poniendo asquerosamente nerviosa, odiaba esa sensación. Miraba y degustaba lo que estaba en su bandeja como si fuera lo más delicioso y vistoso del mundo, cuando la mejor vista la tenía frente a ella, pero estaba tan ocupada sintiendo demasiada culpa por pensar en eso como para prestar atención a su alrededor, incluso se olvidó que no estaba sola, la chica frente a ella tuvo que tocar levemente su mano para que la mirara. El leve rose causaba sensaciones increíblemente fuertes, la dejaba sin poder pensar con claridad. Por primera vez, después de unos larguísimos diez minutos, posó su mirada en la menor para hacerle saber que estaba, ahora sí, escuchándola. Sin embargo, ante la primera mirada conectada, las mejillas de la menor comenzaron a tener un incendio repentino, todas las palabras que había preparado volvieron a su garganta y enroscaron su lengua, dejándola sin algo para decir. Solo bastaron algunos segundos para que ambas volvieran a ver a otro lugar, cualquier parte de aquel espacio era mejor que tener que enfrentar a sus ojos contra los contrarios. Finalmente, la menor suspiró, sabía que, si no lo preguntaba en ese momento, después no tendría otra oportunidad.

— ¿Por qué me besaste esa vez? — Dijo con el poco valor que había juntado.

La pregunta dejó descolocada a Yena. Era consciente de que en algún momento debería hablar de aquello, pero no esperaba que fuera precisamente en ese lugar, con la mitad de sus papas fritas sin comer, con una incomodidad creciente a cada segundo y con Yuri allí, mirándola como queriendo descubrir el misterio de la vida en los ojos de Yena. La mayor pensó que los talleres literarios de su universidad estaban afectándola de más, negó lentamente para no perder el foco de la conversación. Soltó un gran suspiro, enfrentó la mirada de la chica frente a ella una vez más, apoyó su rostro sobre su propia palma de la mano para darse la comodidad que había perdido.

— Para serte sincera, también me he preguntado lo mismo. — Dijo, sin agregar algo más.

El rostro de desconcierto de Yuri era todo un espectáculo digno de apreciar. La pelirrosa tuvo que luchar contra sus impulsos para no decirle algún halago, entendía que no estaba en posición de tomarse aquellas libertades con la niña extraña con la cual se había besado hace algunos meses.

Luego de varios segundos en silencio, la rubia finalmente suspiró cerrando sus ojos, elevó su vista otra vez, ahora su rostro era completamente indescifrable.

— ¿Qué haremos con eso? — Se atrevió a preguntar, ya no tan segura como antes.

—¿Qué es lo que tú quieres hacer? — Repreguntó la mayor, sus ojos estaban más apagados que antes.

A Yuri se le secaron los labios, nuevamente la respuesta interrogativa de la otra chica la dejaba sin palabras.

— No se lo he dicho a Felix. — Aclaró lo que para la otra era una obviedad.

Solo Fue Un Beso - YENYULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora