POV -Poche
- Daniela MUÉVETE!
Me giré hacia mi acompañante, que estaba detrás de mí.
- Poche... no corras... uff...
- Fuerza y coraje Calle, ¡todavía nos quedan muchas casas por visitar!
- No veo la hora...
- Venga, no me arruines toda la diversión!¡Vamos!
Esa noche visitamos varias casas, yo era feliz como una niña, siempre me había encantado Halloween.
- Poche , ¡espérame!
- Debe moverse, su majestad.
- Poche , por favor, para.
- Está bien, está bien.
Me detuve y la miré, divertida.
- ¿Cansada?
- No te rías de mí, perra
-Oh oh oh, Calle, no seas tan malvada, por caridad.
POV- Daniela
La miré sin decir nada, inmóvil.
- ¿Calle?
No respondÍ.
- ¿Calle? Vamos, estaba bromeando.
Poche se acercó con su carita de cachorrito.
Cuando estuve lo suficientemente cerca, salté sobre ella.
- ¡Daniela! ¿ESTÁS LOCA?
Caímos al suelo, en medio de mis risas y sus protestas.
- ¡Calle, Calle, déjame levantarme!
La tenía clavada al suelo.
- Discúlpate.
Murmuré. Realmente no estaba ofendida, pero era divertido jugar así.
- ¿Qué estás diciendo? Calle venga, levántate.
Aunque ella también se estaba riendo.
- Su majestad, ¿le importaría levantarse de mi cuerpo para poder levantarme de la acera?
- Primero pídeme disculpas, y luego me lo pensaré...
Respondí provocativamente.
Comencé a hacerle cosquillas.
- NOOO Calle POR FAVOR, JAJAJA DETENTE
- Exijo tus disculpas, María José.
- ¡Daniela!
Poche comenzó a ponerse roja, así que decidí darle un momento de respiro y me arrodillé a su lado. Le sonreí maliciosamente.
- L-lo siento...
- Ah-ah! Lo sabía.
Extendí la mano y nos levantamos de la acera.
- ¿Conoces la compasión, Calle?
- Si no la conociera, todavía estaría encima tuya haciéndote cosquillas
Poche murmuró algo, me reí y puse su brazo alrededor mio.
Terminamos el recorrido que habíamos planeado previamente y me acompañó a casa.
Poche me puso mala cara durante todo el camino.
- Ehi Poche
- ¿Mmm?
- ¡Vamos, no estés ofendida... Poche! Sigue así y empiezo de nuevo con las cosquillas.
Poche se alejó y comenzó a caminar rápidamente... Nos echamos a reír y a perseguirnos, como dos niñas pequeñas jugando a perseguirse.
- ¡Eh, Poche!
Una voz la llamó. Era su madre, que había visto la escena desde el porche de lo que debía ser la casa de Poche, divertida. Nos acercamos.
- ¡Hola mamá!
- Buenas noches, señora.
- Llámame Marta, querida!
Dijo amablemente y luego se volvió hacia su hija.
- Veo que te divertiste, amor.
- Mucho, mamá.
Marta sonrió y se giró hacia mí.
- Reina, ¿te gustaría quedarte a cenar en nuestra casa? Puedo preguntarle a tu madre y...
- ¡Con mucho gusto! Puedo preguntarle yo, espere un minuto.
Me alejé de madre e hija y llamé a mi madre.
- Hola.
- Hola.
- ¿Puedo quedarme a cenar en casa de mi amiga?
- Como quieras, adiós.
- Adiós.
Corté la llamada y suspiré... siempre era así, mi madre.
