En la cima

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Lo tenía todo, era su momento de gloria, todo por lo que una vez luchó, ahora era parte de su vida; todo menos aquello que había puesto en balanza y optado por desechar, para lograr su meta.

Contemplaba la ciudad desde el balcón en aquel su nuevo departamento de lujo, en la zona más exclusiva. Dentro, la música, las risas y las coloridas luces generaban un ambiente contrastante con lo sórdido y gris de sus pensamientos.

Hacia ya varios años que su escalada hacia aquella cúspide había dado inicio. Aún recordaba cuando en el camino ella lo había abandonado, era algo que decía haber superado; decía que no la quería con él, sin embargo, en el fondo de su ser añoraba los viejos días, cuando los bolsillos y la cuenta bancaria estaban vacíos, pero su corazón estaba lleno.

Recordó el día en que la conoció, rememoró su primer beso, el día en que se casaron y cuando se dijeron adiós por última vez. Pero aquel recuerdo por si solo no bastaba para hacerle sentir tanto hastío de si mismo.

Remembraba también a sus viejos amigos, aquellos con los que se divertía y con los que pasó los mejores años de su juventud. Esos mismos amigos que se habían alejado de él, llevándolo su egocentrismo a juzgar que era por causa de la envidia; pero ahora lo entendía, de verdad había cambiado, se dió cuenta en ese momento de que su actitud altanera fue la encargada de alejarlos. Ellos lo amaban sin un centavo, tal y como lo habían conocido, no como los falsos nuevos "amigos", que el dinero le había comprado y que mientras él estaba sumido en la soledad, ellos se encontraban invadiendo su hogar, bebían su vino, devorando su comida y celebrando logros en los que verdaderamente, no habían tenido nada que ver.

A su mente vinieron también sus padres, luchando, trabajando siempre como bestias de carga para poder vivir, aquella mentalidad paterna lo había hecho odiar su estilo de vida. Matándose para hacer más ricos a otros. Se juró romper ese ciclo de auto destrucción y lo logró. ¿Pero a qué precio?

No pudo estar junto a ellos en el momento de su muerte, no pudo despedirse de ninguno, mamá y papá se fueron y él no estuvo ahí para tomar sus manos, porque estaba construyendo su imperio de fantasía. Creyendo que el dinero y el poder le darían lo que siempre había buscado.

Sus hermanos permanecían junto a él, pero había perdido su respeto, por cada decisión que tomó en su vida, a sabiendas de que afectaba directamente a terceros. Le pedían centrar su visión, cambiar sus métodos, ser más humano. Obviamente los ignoró.

Poco a poco se dió cuenta de que ni el dinero, ni el poder le daban la felicidad. Él ya era feliz, pero no lo entendía. Feliz con sus padres, sus hermanos, sus amigos y su esposa. Feliz con la simpleza que le brindaba la vida, lejos de las pretenciones, lejos de las máscaras, las fiestas, las mujeres de una noche y los amigos de un dólar.

"¿Cómo no fui capaz de verlo antes?" - se preguntó molesto. Pero ya era tarde, nada podía hacer. Había llegado por fin a la acera.

De la vida y otros males.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora