12.Anne

26 3 1
                                    

Aquella mañana Ari parecía un correcamimos. Iba de un lado a otro con una sonrisa en la cara.
La curiosidad me pudo y en cuanto la vi entrar por tercera vez en un período de cinco minutos en mi habitación le pregunté.
-¿Ha pasado algo?-.
Al escucharme se quedó quieta un segundo y se giró hacia mí.
-Me acaban de avisar de que traen para acá a un viejo amigo que dijo que nunca volvería.- se río como quien se esfuerza en no decir un "te lo dije".
Ari había recibido con el paso de los años a mucha gente, era mas sociable que yo así que mi madre le pedía normalmente ayuda con los recién llegados.
Sin embargo a los que llegaban por segunda vez solía ir yo también a recibirlos, por considerarlos un poco como de la familia.
Aquel día, al ver a Ari tan ilusionada con recibir a un viejo amigo suyo me pregunté si lo correcto era acompañarla o dejar que lo recibiera ella sola.
No quería estorbar pero a la vez tenía interés en por qué Ari había cogido tanto cariño a alguien en su primera visita al Edén, como para esperar con ansias su regreso.
Decidí dejar a un lado mis otros pensamientos y prepararme para acompañar a recibir al, por segunda vez, recién llegado.
Ari iba con colores que le pegaban mucho.
Mi amiga era muy apasionada y solía vestir colores rojos, que hacían que su personalidad pareciera exteriorizarse.
Además hacían destacar aún mas sus mechones pelirrojos que había entre su melena de color castaño claro. Sus ojos no quedaban atrás en cuanto a destacar puesto que tenían un tono tan extraño de marrón que a veces me parecía rojo.
Yo personalmente buscaba ropa que destacara menos, sobre todo aquel día, puesto que prefería camuflarme un poco y observar el reencuentro entre mi amiga y su amigo. Me puse un vestido negro y recogí mi pelo en una coleta alta.
Pasó un rato y Ari regresó a por mí a mi habitación.
Las habitaciones de ambas estaban en el mismo piso por lo que solíamos a veces dormir juntas o pasar mucho tiempo en la habitación de la otra, así ha sido siempre desde que Ari llegó, hace nueve años.
-¿Vamos?-dijo entregándome su mano para bajar rápidamente las escaleras del edificio.
Corrimos como si fuera una carrera para ver quién llevaba antes abajo del todo, pero en ningún momento soltando la mano de la otra.
Entonces vimos algo extraño.
Había más gente que otras veces alrededor del coche rojo.
Eso sólo solía pasar cuando la visita que venía en el coche rojo no era la usual, como cuando Ari vino siendo tan pequeña por ejemplo.
Pero si supuestamente era una persona que venía por segunda vez, ¿qué tenía de especial su visita como para haber reunido tanta gente?
Conseguimos hacernos paso entre el gran bulto de personas y fue ahí cuando entendí por qué la gente se había reunido para ver qué pasaba.
Era de nuevo el chico al que vi por la ventana poco tiempo antes.
Y no venía solo.
Mi cabeza empezó a dar vueltas.
¿Por qué venían varias personas en el coche? Eso no era normal.
Me fijé entonces más en la persona que acompañaba al chico de pelo negro que ya había estado aquí.
Su amigo, un poco más alto que él y rubio, bastante apuesto a decir verdad, seguramente estaba asustado, pero a la vez parecía ocultarlo muy bien.
El chico de pelo oscuro me miró durante unos segundos y yo sostuve la mirada.
Era la primera vez que nos veíamos cara a cara sin estar yo en mi ventana.
No sabía interpretar su rostro, ni la mirada que me dirigía.
Entonces noté un tirón de mi brazo y Ari me arrastró mas cerca de ambos chicos.
El último tramo hasta ellos Ari me soltó, corrió hacia el chaval de pelo oscuro y lo abrazó.
Luego se río y con aires de condescendencia se burló de él.
-Vaya Lennox, parece que estás de vuelta- dijo Ari.
No mentiré, nunca había escuchado ese nombre, y no sé si fue por el nombre, o por la persona, que me pareció una de las palabras más antojables de pronunciar en cuanto la oí.
-¿Acaso me habías echado de menos?- contestó él con un tono burlón.
Se notaba la incomodidad en su amigo, ante una reunión en la que tanto él como yo parecíamos sobrar, así que di un paso al frente.
-Yo soy Anne, y tú por lo visto eres Lennox-sonreí dirigiendo mis palabras hacia el chico de pelo oscuro. Luego me giré hacia el otro.-Disculpa la tardanza de presentaciones de mi amiga, se llama Ari, no suele ser tan despistada pero parece que la vuelta de su amigo le hacía ilusión.-
Recibí un pisotón por parte de Ari pero fingí no haberlo notado.
-Soy Pablo, disculpa si en algún momento  me pongo nervioso, todo esto es nuevo para mí.- sonrió por mi gesto que le sacó de la incomodidad y luego miró también a Ari, que se encontraba mirándonos junto a Lennox.- Encantado de conoceros a ambas, a decir verdad tengo una duda- dijo esto último en un tono mas bajo.
-¿Cuál?- se dirigió por primera vez Ari a Pablo, después de haber pasado ya la emoción de un bonito reencuentro con su amigo.
-¿Es normal que haya tanta gente mirándonos?- preguntó con cierta incomodidad en el tono.
Ari y yo nos miramos un momento y reímos.
-No- contestó ella-, pero ver a dos personas llegar juntas tampoco es algo muy común de ver aquí- dijo tras una pausa.
Mientras Ari contestaba a Pablo, no pude evitar volver mi atención a Lennox, ¿qué tenía que hiciera tan especial su presencia? No podía darle respuesta a mi pregunta y en cuanto se giró hacía mí por notar mi mirada sobre él, fingí no estar mirándole y devolví mi atención a la conversación que se estaba dando entre Pablo y Ari.
Fuimos al salón donde solíamos hacer los tatuajes y pregunté a Pablo en cuanto este se sentó frente a Ari.
-¿Qué frase te hizo venir aquí?- lo dije de forma suave por si le incomodaba la pregunta.
Él pareció sorprendido de que le dijera eso y me miró con preocupación.
-¿Responderte a eso no me haría estar más tiempo aquí?- me preguntó.
Contuve una sonrisa al darme cuenta de por qué estaba tan preocupado.
Y me maldije a mí misma por no habérselo explicado antes.
-Aquí, en este salón, es el único sitio donde el gobierno permite soltar esas expresiones, puesto que forma parte de su ley escribirlas en vuestra piel, y para ello debéis repetirlas y así podremos saber qué es lo que debemos marcaros con tinta.- Lennox asintió con la cabeza, puesto que él ya dijo su frase en su momento aquí, puede que sin pensar mucho en si traería consecuencias o no, pero que, al fin y al cabo, no las tuvo.
-"Te quiero y no te irás sin mí".
Lennox sonrió al escucharlo y Ari y yo lo miramos sorprendidas.
Este chico verdaderamente había sacrificado su vida normal en la ciudad sólo para seguir a su mejor amigo hasta aquí, como si fuera capaz de seguirlo hasta el fin del mundo.
Vi que Ari todavía no había cogido las cosas para tatuar a Pablo y que estaba tranquilamente reclinada sobre la silla.
-¿A qué esperas exactamente?- pregunté, intentando acortar la espera de Pablo, al que parecía darle más miedo que le tatuaran (es decir las agujas), que el estar aquí y ser considerado impuro.
-Tiene que venir Noah con las cosas, me olvidé de traerlas con las prisas- dijo un tanto avergonzada.
Escuché una carcajada nerviosa de Pablo, debido a que la situación, aún teniendo que esperar, le debió parecer graciosa.
Noté entonces un peso nuevo en el sofá en el que estaba sentada frente a Ari y Pablo y vi a Lennox a mi lado sonreir por la mirilla del ojo.
Entró por la puerta Noah, con una sonrisa y una actitud bromista como siempre. Venía con la caja de materiales sobre su cabeza, e imitando con un gesto, el de quien se quita el sombrero para saludar, dejó la caja sobre la mesilla que había al lado de Ari.
Ari suspiró por la tontería de nuestro amigo y Lennox y yo nos reímos.
Pablo se quedó en silencio mirando a Noah, incluso después de que la caja con materiales para marcarlo ya no estuviera en su posesión.
Noah se colocó tras Pablo y apretó sus hombros.
-Noah, este es Pablo.- les presenté con una sonrisa viendo a Pablo alzar su cabeza hasta ver al chico que sonriente se encontraba a su espalda mirándole.
-Es un placer, Pablo- dijo Noah.
-Igualmente Noah- sonrió Pablo.
Entonces Ari empezó con el tatuaje.
La expresión de Pablo era una mezcla entre dolor y emoción, como quien sabe que su vida va a cambiar.
Lennox había apoyado su cabeza sobre sus manos, recostando sus codos en sus piernas, mirando hacia su amigo.
Parecía cómodo, como quien se encuentra de nuevo en su casa, pero no sé si su objetivo era quedarse aquí mucho tiempo.
Al verme mirarle se giró hacia mí y me sonrió.
-Hola chica de la ventana- dijo en voz baja.
-Hola Lennox- le susurré de vuelta.

Palabras hacia el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora