02. Vacaciones con los abuelos

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Un nuevo inicio estaba a la vuelta de la esquina. Pronto dejaría de ser una niña de kinder y se adentraría en el interesante mundo de la escuela primaria. Pero antes de eso, estaban las vacaciones de verano, y dado que su nuevo hogar estaba en la ciudad en la que su madre creció, sus abuelos querían convivir con su pequeña antes de que se convirtiera en toda una niña grande.

Para ella eso eran buenas noticias. Pasar un mes al cuidado de sus abuelos era demasiado tentador como para ignorar esa idea. Postres, juegos, anécdotas, no ver a la señorita Tsuki y la ausencia de vestidos veían incluidos en ese paquete.

Aprovechando ese tiempo libre, la señorita Tsuki se iría a viajar un poco. Ethel esperaba que así se le olvidara el asunto de los vestidos por una temporada y esperaba que aprendiera alguna que otra receta de cocina que le quedara tan bien como aquel pescado frito que copió de un restaurante en el que había lanzadores de pelotas en la zona de juegos infantiles.

Su nana y su padre le dieron un fuerte abrazo una vez que su abuelo terminó de acomodar su equipaje en el interior del maletero.

—No metas en problemas a tus abuelos, princesa —le recordaba la señorita Tsuki. Se vio tentada a reprocharle el que no la llamara así, pero desistió de la idea pensando que no era el momento adecuado para ello —y si necesitas a alguien con quien hablar recuerda que puedes llamarme a mí o a tu padre. Nuestros números están en la libreta verde en tu mochila.

—No se preocupe, señorita Tsuki —la tranquilizaba Ethel —prometo portarme bien. Ya soy una niña grande —agregó ella, pero no pudo continuar porque su padre la sorprendió al alzarla y sentarla sobre sus hombros.

—Diviértete mucho, preciosa. Y hazle caso a tu abuela o te dejará colgada de los pies si desobedeces —le dijo su padre antes de acomodarla en el asiento trasero del auto y abrocharle el cinturón de seguridad —no olvides usar casco, tu seguridad es muy importante.

—Descuida, papi. Nunca lo olvido— respondió ella mostrándole el casco que compartía el asiento de a un lado mientras le brindaba una sonrisa.

La señorita Tsuki seguía dándole indicaciones de último minuto a su abuela, mientras su padre y su abuelo se brindaban un apretón de manos. La verdad era que ella estaba muy agradecida de que su familia fuera muy unida a pesar de estar rota. Por lo que había visto en algunas películas, generalmente los papás de una mamá o un papá que han fallecido detestan a aquel que "les robó a su bebé". Pero sabía que esa clase de melodramas no eran el estilo de su familia.

Cuando su abuelo inició el motor, ella se asomó por la ventana para despedirse de su padre y de la señorita Tsuki. Con un " te quiero" que alcanzó a leer en los labios de su padre, su aventura de verano inició.

Sus abuelos vivían prácticamente al otro lado de la ciudad. Era una zona en donde las casas tenían pequeños jardines o al menos uno que otro árbol en las aceras. Las casas eran mucho más grandes en esa zona y había un aire mucho más tranquilo que se respiraba con facilidad.

Su abuela le asignó una habitación decorada con paredes rosas y muebles que tenían calcomanías de estrellas y gatitos. Esa había sido la habitación de su madre cuando era una niña, la cual, se volvería unos de sus tantos sitios favoritos a lo largo de su vida.

La cama era mucho más blanda que la suya y la escaló de un brinco. En el techo pudo notar unas estrellas, su abuela le explicó que brillaban en la oscuridad. Luego se acercó a la ventana y corrió las cortinas para llevarse una grata sorpresa, la vista daba hacia un pequeño parque en donde se podían ver algunos cerezos que aún continuaban en flor. Sin duda alguna, su madre tenia una habitación muy genial.

Su abuela se ofreció a ayudarla a desempacar, pero ella insistió en que ya era una niña grande y podía hacerlo sola. Así que abrió los cajones de cuanto mueble pudo y acomodó su ropa, perfectamente organizada por colores, en ellos. Más tarde bajó por un bocadillo cuando su abuela la llamó. Después, su abuelo se ofreció a darle un recorrido por el vecindario para que pudiera salir a jugar en algún otro momento.

Más que una heroínaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora