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Meng Yao acomodó los pliegues de la bata en torno a él al tiempo que se arrodillaba para sentarse sobre los talones.


Nie MingJue tomó asiento frente a él y sostuvo en una de sus manos la bandeja que el joven viera antes. Al destaparla, expuso varias tajadas de frutas y carnes, así como dulces azucarados y un diminuto bol con una salsa púrpura. Despacio, con cautela suficiente como para que ni siquiera su ropa se agitara demasiado, tomó una tajada de fruta entre sus dedos y la acercó al joven.


El humano se inclinó hacia delante y abrió la boca para recibir el alimento.



ChiFeng-Zun soltó el aire que había contenido cuando consiguió que Meng Yao comiera la fruta sin chocar con las largas uñas negras. Sus ojos habían estado fijos en los labios del muchacho mientras rodeaba la tajada de mango, la succionaba al interior de su boca y masticaba despacio. Con un esfuerzo, volvió al plato para tomar ahora una lonja de carne y remojarla en la salsa antes de ofrecerla al joven.


Otra vez Meng Yao abrió la boca – esta vez, fijando su mirada en el rostro del monstruo. Por un segundo, pensó en ZeWu-Jun. El dragón lucía casi humano, excepto por sus pupilas alargadas y los cristalinos cuernos arqueados – y su sobrenatural belleza, por supuesto. Pensó que cualquier humano se sentiría afortunado si fuera capaz de leer el nombre de una criatura semejante; él, no obstante, creía que no existía ser más especial que el que se encontraba ante él. Quizá porque él mismo poseía una belleza demasiado delicada, Meng Yao encontraba un atractivo irresistible en la masa de músculos que por primera vez no cubría una cota de malla, en la orgullosa coleta que acentuaba el rasgado de los ojos oscuros, en los cuernos negros que se curvaban adelante y arriba, en los colmillos que sobresalían de los labios sensuales...



—Significa que puedes cuidar de mí, ¿cierto? — aventuró, pasándose la lengua por los labios.

—¿Qué? — se desconcertó Nie MingJue, cuya atención estaba toda en el recorrido de la punta de la lengua.

—Alimentarme. De este modo. Significa que puedes cuidar de tu compañero.

—Sí. ¿Te...? — carraspeó antes de intentar de nuevo —. ¿Te gusta?

—¿Que cuides de mí? — Le sonrió con un resquicio travieso —. Me encanta — e irguiéndose sobre las rodillas, se inclinó hacia delante para tomar una tajada de fruta y extenderla hacia la boca del monstruo.



Nie MingJue bajó la mirada a los dedos que sostenían la fruta dorada y luego volvió su atención a los ojos brillantes de su humano. Lentamente, abrió la boca y se inclinó para tomar la comida con suavidad.


Meng Yao fue menos cuidadoso que ChiFeng-Zun, permitiendo que las yemas de sus dedos rozaran los labios gruesos, la punta de la lengua oscura, los colmillos adornados por anillos de oro.

Tal como hiciera el monstruo, ahora el joven tomó un trozo de carne y lo sumergió en la salsa de soya antes de ofrecérselo.


Nie MingJue hizo una mueca con los labios que desnudó aún más los colmillos, sin emitir el gruñido que ascendió a su garganta. Se inclinó más y aguardó a que Meng Yao pusiera la carne en su boca, sobre su lengua. Esta vez no se limitó: entrecerró los labios y apresó los dedos entre ellos. Los retuvo unos segundos antes de rodear la muñeca del joven con los dedos índice y pulgar para mantenerle cerca mientras masticaba la carne y tragaba. Entonces, abrió la boca y sacó la lengua para lamer los dedos de Meng Yao mientras mantenía la vista fija en su rostro.

Desventuras de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora