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Asher había encontrado la manera perfecta de hacerse con una de las codiciadas cartas

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Asher había encontrado la manera perfecta de hacerse con una de las codiciadas cartas. Solo tenía que repetir la jugada que había llevado a cabo días atrás, cuando descubrió la existencia de aquellos sobres. Y le había salido bien.

Ahora, el pequeño rubio se encontraba en la casa de su tío Ike, mientras este leía la carta con una amplía sonrisa dibujada en sus labios:

— Esto lo ha escrito Cartman. Y si Kyle no se ha dado cuenta, es un puto imbécil.

— A papá no le gustaría escucharte decir eso delante mío. —Asher hizo un puchero. A Ike le sorprendía que fuera hijo de su hermano, pues Kyle a su edad era una de las personas más mal habladas que Ike había visto jamás— Pero, ¿Cómo sabes que ha sido ese Cartman?

Ike sonrió.

— Esta carta empieza con un "Maldita rata judía". Y lo repite unas cinco veces en toda la carta. Bueno no, seis: "te extraño, maldita rata judía. Deja de hacer tus rituales judíos para que piense en ti".

Asher estaba bastante confundido ante la situación en sí. ¿Por qué aquel hombre parecía odiar tanto a los judíos? Y además, ¿De qué rituales judíos hablaba? Su padre nunca le había explicado nada así.

— Y... ¿Puedo hablar con Cartman?

Ike vaciló por unos momentos. Por poder, podría. Ike sabía dónde trabajaba Cartman —lo había descubierto por mera casualidad—, sería cuestión de volver y esperar a que estuviera allí.

— Mañana iremos.

Era un movimiento arriesgado, pero Ike sabía que volver a reunir a aquellos viejos amantes podría ser su buena acción de la semana.

Tweek había heredado el negocio de sus padres con los años

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Tweek había heredado el negocio de sus padres con los años. Sus padres habían depositado ciega confianza en que Tweek podría sacar adelante la cafetería; y así fue. El rubio depositaba todo su esfuerzo y dedicación en aquel pequeño negocio familiar.

Kyle recordaba haber ido allí cuando era adolescente. Le traía recuerdos.

Mientras mantenía conversaciones triviales con Tweek, a la espera de que Craig y Kenny llegaran, una pregunta cruzó la mente del pelirrojo:

— Oye, ¿Cómo funciona exactamente lo que hay entre vosotros?

— ¿Eh?

Quizás Kyle había sacado conclusiones demasiado rápido. Quizás eran solo tres amigos viviendo juntos, eso tenía más sentido.

— ¡A-ah! ¿Nuestra relación dices? Pues es fácil. —En esa oración, Kyle pudo apreciar cómo el tartamudeo y los tics del rubio habían disminuido considerablemente desde la última vez que le había visto— Craig es mi novio y Kenny es novio de Craig y m-mío.

A Kyle todo aquello le parecía demasiado extraño. Siempre había pensado que las personas eran medias naranjas; o cómo tuercas y tornillos. Que tenía que encontrar a la persona que encajara a la perfección con él. Pero... Quizás tendría que replantearse todo lo que conocía —o le habían enseñado— sobre el amor.
Después de todo, si el amor no entendía de géneros, ¿Por qué habría de entender sobre números?

Tweek continuó hablando:

— A-al principio fue difícil. Yo ya estaba con Craig, y llegó Kenny... Y el r-resto lo puedes intuir, ¿No?

— Creo que sí. ¿Puedo hacerte otra pregunta?

— ¡Claro!

Kyle sabía que Tweek iba a avergonzarse al escucharlo, pero la curiosidad simplemente le superaba.

— ¿Cómo lo hacéis para follar? Porque sois tres y... No me lo imagino, ¿Sabes? —En efecto, pudo ver como las mejillas pálidas de Tweek se sonrojaban con violencia—

— ¡N-no te i-imagines n-nada! ¡Agh! —El pelirrojo no pudo evitar reír.—

Craig y Kenny entraron por la puerta, encontrándose con el judío riendo a más no poder y Tweek sonrojado como si le hubieran pintado de rojo.

Kyle se sorprendió al verlos. Kenny había dejado de ser el niño con el que solía pasar las horas muertas, para pasar a convertirse en un adulto hecho y derecho: ya ni siquiera tenía el cabello largo como acostumbraba.
La mayor sorpresa, sin embargo, se la llevó al ver a Craig. Aquel chico que solía tener los dientes torcidos y no poseía ni una pizca de gracia, se había convertido en uno de los hombres más atractivos que Kyle había visto nunca. Su tez morena y aquellos relucientes ojos que se debatían entre el verde y el azul, los piercings que adornaban su nariz, orejas e incluso en una de sus cejas. A Kyle le costaba creer que aquel hombre de pie delante suyo era su antiguo compañero de clase.

— Bien, explícame eso de las cartas. —Dijo Craig antes de sentarse frente a Kyle.— Porque por teléfono no entendí una mierda.

Inmediatamente, Kyle comenzó a explicar toda aquella extraña situación, ante la atenta mirada de aquel peculiar trío; aunque Kyle pudo apreciar un brillo característico en los ojos de Kenny, un brillo que solo surgía cuando realizaba un descubrimiento importante a su parecer.

— No me puedo creer que aún no te hayas dado cuenta. —Pronunció con un tono burlón, que confundió a Kyle.— ¡Es jodidamente obvio!

— ¿El qué?

— Esas cartas llevan un nombre escrito por todas partes, y lo sabes. No lo quieres admitir, ¡Pero lo sabes!

— Bueno, dime quién es entonces. —Kyle realmen no tenía ni idea de qué estaba ahablando Kenneth.—

El de ojos color cielo sonrió. Kyle no se había dado cuenta de lo mucho que le había echado de menos hasta ese momento.

— Vas a tener que descubrirlo tú solo, Kyle.

Observó como Kenny le dedicó miradas de complicidad a Craig y Tweek, que le correspondieron de la misma manera.
Fue ahí cuando Kyle se dió cuenta, de que nunca había sido capaz de mirar a Bárbara de esa forma. Pero sí había alguien a quién solía admirar de esa manera.

Remitente;; kymanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora