4. Luces, cámara, ¡ceguera!

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—Oh, rayos. —Sacando la mano hacia fuera, siendo humedecida por las gotas que caían del cielo—. Olvidé mi paraguas.

Justo cuando la azabache se preparaba para correr bajo la fuerte lluvia, el blondo de joyas esmeraldas se asomó también a la salida del colegio, con su paraguas en mano, intentando verse amigable para hacer las paces con su compañera de clases, dado que su actual situación se debía a un malentendido.

—Hey, estuviste genial hoy, Marinette. —Saludó con su mano—. O bueno, Ladybug.

A pesar de su intento de cordialidad, la fémina desvió el rostro, ofendida y molesta por la mala broma que según ella, el rubio le había hecho a propósito en clase. Lo había visto con sus propios ojos, no había nada que aclarar. Adrien Agreste había pegado un chicle asqueroso justo donde ella se sentaba.

¿Quién lo diría? El hijo rico y mimado de Gabriel Agreste, a quien todos celebraban como alguien sobresaliente, cortés y ridículamente guapo (cosa que a ella le costaba admitir, pero así era), ocupaba su tiempo escolar en gastar bromas pesadas y de mal gusto a personas inocentes y sin culpa.

Amigo de Chloe tenía que ser.

¿Lo peor del caso? También era Chat Noir, su compañero a la hora de cambiar de traje y salvar a París. Su peor tortura. Y es que, ¿cómo no darse cuenta? Era muy obvio. El mismo cabello rubio, los mismos ojos verdes lima, la misma sonrisa reluciente, la misma cara. Desde su punto de vista, el traje no hacía mucha diferencia. De hecho, fue de esa misma forma como él descubrió que ella era Ladybug.

Aun no comprendía como el resto de los parisinos no se daba cuenta de eso.

La cosa era que tenía que trabajar a lado a lado con una persona de malos modales, así que no podía escapársele todo el tiempo. Tenía que cumplir su nuevo papel de salvadora de la capital francesa con una astilla en el dedo.

Pero nadie dijo nada sobre su sociabilidad en modo civil.

—Limitemos nuestro trato únicamente en el ámbito heroico. —Contestó tajante, sin siquiera dirigirle la mirada—. Fuera del traje, no tengo nada que hablar contigo, Adrien.

El rubio bajó el rostro, evidentemente triste. Resignándose a que jamás obtendría el perdón de su compañera, tanto de clases como de batallas. Estaba ofendida, y no había nada que pudiera hacer para cambiar el concepto que tenía de él.

Fue ahí cuando recordó las palabras de su nuevo amigo, Nino. Era momento de hacer nuevos amigos, y conservarlos. Quizás fue culpa de Chloe el que Marinette se haya enojado con él, pero sí podía hacer algo para remediarlo. Quedarse de brazos cruzados a sabiendas de que la vería y se relacionaría constantemente con ella sería muy cobarde de su parte.

No iba a cerrar la boca. Mucho menos cuando esa joven lo había deslumbrado tanto en su primer día de súper héroe. No.

—Bueno... —Extendió su paraguas, amparándose bajo él—. Sólo quería decirte que lo siento. No quiero dejar las cosas mal entre nosotros. —Suspiró—. Mucho menos cuando tenemos un enorme París por salvar de las garras de un villano. —Hablándole por encima de su hombro, captando su atención—. Pero no fue a propósito. Estaba intentando quitar el chicle de tu asiento, lo juro. —Se volteó, adhiriendo sus verdes a sus celestes—. Aun así, te pido disculpas.

Y tras decir aquello, le extendió amablemente su paraguas, con una sonrisa genuina decorando sus labios.

Marinette restó perpleja, con las palabras esfumándose de su garganta al recibir tal explicación de su parte. Podía percibir la sinceridad y la humildad de su habla, sumándole la suavidad con la que se las expresó. Haciendo que su concepto sobre él cambiara drásticamente.

⌁ ℝ𝕠𝕞𝕡𝕚𝕖𝕟𝕕𝕠 𝕝𝕒 𝕔𝕦𝕒𝕣𝕥𝕒 𝕡𝕒𝕣𝕖𝕕 ⌁Where stories live. Discover now