Camino apresuradamente entre los pasillos, esquivando a quien se me atraviese, tengo exactamente 10 minutos para alcanzar a llegar a mi próxima clase a tiempo, pero a mi distraído novio se le ha olvidado llevarse unos apuntes que necesita para una tarea, y como buena y linda novia que soy estoy cruzando media escuela para entregárselos.
Las personas van dispersándose y lo encuentro sentado en una banquita poniéndole toda la atención a su celular. Me paro frente a él, sin obtener aun su atención, y le arrojo sus apuntes.
–Sabes que voy a recompensarte el que hayas atravesado media escuela, ¿verdad? – su mirada de cachorro triste intenta calmar mi enojo.
–Pues más te vale porque es la ultima vez que hago esto por ti– mi voz no es para nada amable.
–Nos vemos más tarde, preciosa– se levanta y me da una palmada en el trasero.
Lo miro con ojos de reprobación y me cercioro de que nadie haya visto eso, a Elliot le encantaba hacerme sonrojar.
–Idiota – le grito y solo suelta una carcajada.
Mientras camino en dirección a mi salón, hago memoria sobre cómo fue que conocí a mi maravilloso y encantador novio.
Tenia como un mes que las clases habían comenzado y yo no era buena socializando, así que en mis ratos libres prefería estar sentada en alguna banquita adelantado trabajos o planeando mis actividades del día, cuando de repente un grupito, en su mayoría hombres, ocuparon los espacios libres, me detuve de lanzarles una mirada con reprobación, no quería que pensaran que era una egoísta, pero siendo sincera si, no me agradaba la idea de más personas sentadas en el mismo espacio que yo, adiós tranquilidad. Intente volver a concentrarme en mi lista mental de pendientes, pero sus ruidosas voces no ayudaban en absoluto así que no me quedo de otra más que observarlos. A la mayoría los reconocía porque compartía clases con ellos, pero jamás había cruzado palabra alguna con ninguno. Obviamente todos ellos se sentaban en la parte de atrás del salón para poner nula atención a las clases, aunque jamás les habían llamado la atención por trabajos, no socializare, pero soy observadora.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que no fue hasta que unas manos pasaron frente a mi rostro llamando mi atención.
–Hey, ¿estás bien? – preguntó uno de los chicos.
–Yo, ah, si... estoy bien – las palabras salieron torpemente, que sentí como mi rostro comenzó a sentirse acalorado.
–Perdón si te interrumpí, pero parecía estar en una especie de trance y da algo de miedo – admitió el chico.
Sus amigos comenzaron a reír y yo solo respire para no soltar un comentario grosero.
–¿Cómo te llamas? – preguntó.
–Amelia – dije en un tono tosco.
–Un gusto, soy Elliot – sonrió y extendió su mano.
'Si le das la mano, probablemente te deje en paz' pensé. Acto seguido le correspondí el saludo. Su sonrisa nunca desapareció, ni siquiera después de soltarnos la mano. El tiempo libre que quedo, se dedico a hacerme preguntas, y no quise ser grosera, así que se las respondí, sin mucho ánimo, pero parecía no importarle mi mala cara, porque el siguió como si nada hasta que toco el timbre para regresar a la ultima clase. Recogí mis cosas y comencé a caminar, pero sentí a alguien a mi lado, parecía que Elliot no captaba que no me apetecía conversar con él.
Después de ese día, me saludaba, me hablaba o me hacía compañía mientras estudiaba, poco a poco comencé a tomarle cariño, era muy simpático y siempre tenia tema de conversación, además de que cuando tenia alguna duda me ayudaba a resolverla, los meses pasaban y no había momento en el que no estuviéramos juntos, incluso me hizo parte de su grupito, los cuales se encargaban siempre de avergonzarnos con sus comentarios sobre nuestro 'secreto noviazgo', aunque jamás ninguno de los dos se dio a la tarea de desmentirlo, y da la casualidad de que a ninguno de los dos le molestaba.
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𝓒𝓲𝓮𝓵𝓸.
RomanceNo en todas las historias se tienen un fina feliz, pero al menos en esta, sí.