Capítulo Cinco

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No debería hacerlo. Aarón no me recordaba y probablemente pensaría que era una pesada si es que no lo pensaba ya. Además hace más de una semana tuvo un accidente que podría haberle costado la vida, debería estar acostado y muriendo de dolor. Sí, definitivamente no debería hacerlo, pero ya había golpeado así que no había vuelta atrás.

Esperé unos segundos y golpeé otra vez, un poco más fuerte. Quizás no me había escuchado o quizás me había mirado desde la ventana y no quería abrirme. Esperé un par de minutos y finalmente me volteé sintiéndome un poco estúpida. Fue ahí cuando escuché la puerta abriéndose a mis espaldas y me giré otra vez, ahora bajo su verde mirada.

—Lo siento por tardarme, me acabo de caer de la escalera.

Intenté contener la risa pero no tuve éxito. Estallé en carcajadas y Aarón se tomaba la espalda mientras reía levemente. De pronto su risa cesó de golpe y se tocó la cabeza mientras se quejaba. Dejé de reír preocupada.

—¿Estás bien? —Pregunté tocando su hombro. Oh por Dios lo estaba tocando y no me estaba rechazando.

—Sí, no es nada. —Respondió mientras inhalaba y exhalaba disimuladamente. Aún tenía los ojos cerrados. —Pasa. —Dijo haciéndose a un lado luego de abrir los ojos. Se veía mejor.

—Gracias... —Comenté tímida dando un paso adelante. Su casa se veía igual o más desordenada que la mía con todo esto de la mudanza.

Me senté en el sofá y miré a Aarón desaparecer por la cocina. Caminaba lento y si no me equivocaba, cojeaba un poco. Sentía mucha compasión al verlo así, además de ver su rostro y sus brazos llenos de heridas que tomarían un par de semanas en desaparecer.

Me extendió un vaso de gaseosa y sonreí triste. Yo no tomaba gaseosa y él lo sabía, pero lo había olvidado.

—Gracias. —Dije tomando el vaso entre mis dedos. ¿Qué más daba beber gaseosa? Ni siquiera recordaba por qué había dejado de beberla.

Bebí del vaso tímida y lo dejé reposar en la mesa de centro frente a mí. Aarón se quedó de pie a mi lado y me sentí cohibida bajo su atenta mirada. No sabía que decir, todo era distinto ahora. Yo debía conquistarlo y jamás supe como ligar, era un asco en temas amorosos.

—¿Qué pasó con tu piano? —Pregunté intentando sacar un tema de conversación. Creo que fue un error preguntar aquello.

—¿Cómo sabes...? —Comenzó en tono de pregunta pero inmediatamente se detuvo. Pareció comprender la situación y su semblante se oscureció. —Está arrumbado, no lo he tocado hace años y no pienso volver a tocarlo.

Sentí como si una daga hubiera acabado de atravesar mi pecho. No tan solo porque no lo hubiera recordado sino porque este Aarón no era el mismo que yo había conocido. Si el anterior Aarón era frío, este parecía insensible. Mordí mi labio y un silencio incómodo surgió entre nosotros, realmente no sabía que decir para no incomodarlo, no conocía al Aarón de hace más de un año.

—Adivino, está en un cuarto arrumbado allá arriba. —Lo reté con la mirada tomando la iniciativa.

Aarón cerró los ojos y parecía que el dolor de cabeza hubiera vuelto porque frunció el ceño levemente. Se tocó la cabeza y dando media vuelta se dirigió hacia la escalera. Me puse de pie intentando detenerlo pero inmediatamente me di por vencida, esto al parecer no iba a funcionar.

—¿No vienes? —Preguntó cuando ya iba a la mitad de la escalera y sonreí  esperanzada. Su esencia seguía ahí.

Avancé rápido hacia la escalera y le ofrecí mi brazo para que lo tomara. Mi corazón se aceleró cuando lo tomó y sus manos hicieron contacto con mi cuerpo. Aarón me encendía de una manera increíble, encendía mis hormonas, encendía mis sentimientos, encendía todo.

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