Capítulo Diecisiete

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Hola florecillas, después de tanto... ¡Tenemos nuevo capítulo! Les recomiendo releer el anterior para entender bien el hilo de la historia, disfruten.

🌸🌸🌸

Unos golpes en la puerta me desconcertaron. Abrí los ojos asustada y toqué el bulto de mi estómago, me sentía aterrada. Ahí estaba, no había desaparecido. Me senté en la cama y miré mi habitación, confundida. Tardé en darme cuenta de que todo había sido un mal sueño, la bandeja con lasaña que Ana me había traído se encontraba intacta en mi escritorio.

Me toqué el rostro con ambas manos, aliviada después de la pesadilla que acababa de tener, mierda. Solo había sido una angustiante pesadilla después de todo. Es decir, Aarón no me había engañado y jamás me caí de las escaleras. Tomé mi teléfono que se encontraba a mi lado y vi lo tarde que era, la oscuridad se filtraba por mi ventana. Nuevamente los golpes en la puerta se hicieron oír.

—Alexandra, ¿estás ahí? —se oyó del otro lado.

Me acerqué a la puerta aún apenada por la pesadilla y los sentimientos que estaba sintiendo, algo no estaba bien con Aarón, y debía saberlo. Me peiné el cabello con los dedos y abrí la puerta.

Di una sonrisa confusa al hombre que estaba al otro lado de la puerta. Tenía una rosa azul entre sus manos y se veía algo cansado.

—Supuse que estabas durmiendo, por eso no quise insistir tanto hace un rato. —habló tímido mientras se tocaba el cabello. —Te traje esta rosa.

Mis ojos se aguaron sin poder evitarlo, pensar que Aarón podría llegar a estar con otra mujer me partía el corazón en dos, no podría soportarlo. Tomé la rosa entre mis manos y lo invité a pasar con un gesto.

—Tenemos que hablar. —dijimos al unísono.

Sentí los nervios fluir por mi cuerpo al escuchar sus palabras, ¿qué debía decirme? ¿Ya no quería estar conmigo? ¿Sentía cosas por otra persona? No podía saberlo. Lo único que sabía con certeza, es que había estado muy ausente en la casa, llegando mucho más tarde de lo normal.

—¿Estás interesado en otra?

—He estado trabajando después del instituto.

Ambos hablamos al mismo tiempo, la situación parecía incluso cómica, pero era todo lo contrario, me sentí tan mal, tan culpable de haber cuestionado su fidelidad cuando la realidad era que todo el tiempo había estado trabajando después de las clases. Eso explicaba su ausencia y su semblante cansado la mayoría del tiempo. Lo miré fijamente con un puchero.

—Lo siento. —dijimos el uno al otro.

Lo abracé muy fuerte, sintiendo su calidez en mi cuerpo, esa que tanto me gustaba sentir. Un par de lágrimas corrieron por mis ojos pero dejé que se secaran en su ropa, respiré profundamente.

—No debí pensar eso de ti, perdóname. —Hablé aún entre sus brazos.

—Debí ser sincero contigo, pero temía que no me comprendieras. —Respondió. —He estado ahorrando para nuestro bebé.

—Te amo, me la he pasado mal, perdóname. —Comenté con la voz estrangulada.

—Lo siento por no verlo antes, Ana conversó conmigo hoy, dijo que no has comido bien.

Dicho esto se separó de mí y secó unos restos de lágrimas que acumulaban mis ojos. Asentí culpable, sin poder mirarlo a los ojos.

—Sabes que tienes que comer, el doctor te dejó la dieta necesaria, Alexandra.

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