Capítulo Dos

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—¿Cuándo podré ver a Aarón? —Le pregunté a Ana por quinta vez en el día.

Ana me miraba compasiva y a la vez, cabreada. Llevaba tres días en el hospital y ya no soportaba un día más sin ver a Aarón. Me habían cambiado de habitación y ni siquiera me permitieron poner un pie en el piso. ¡Ya estaba bien, no necesitaba una maldita silla de ruedas!

—Alexandra, entiendo que estás enamorada de él, pero tu salud va primero. —Habló dejándome avergonzada. —Y no digas que no estás enamorada de él.

—Al menos cuéntame más sobre su estado. —Pedí mientras la veía pasearse en la habitación.

—Hagamos un trato. —Dijo sentándose a mi lado. —Si dejas pasar a tus padres hoy, te llevaré con Aarón.

Negué con la cabeza, resignada. No quería que mis padres me juzgaran por lo que hice. Estaba segura de que para ellos solo quería llamar la atención y me regañarían a penas pudieran hacerlo. Más ahora que mi mentira del embarazo salió a la luz.

—Ellos están muy angustiados. —Comentó mientras comenzaba a quitarme las vendas.

—No lo sé, pero si viene mi amiga Vicky, déjala pasar por favor. —Respondí esperanzada. Vicky no había venido y sentía miedo de que ya no quisiera ser mi amiga.

—Está bien. —Dijo y luego comenzó a verter un líquido sobre las gazas que estaban pegadas a mi piel para que no fuera tan doloroso extraerlas. —Tus heridas no se ven tan mal, han cicatrizado bastante para ser de tres días.

No respondí. No tenía nada que decir al respecto, aún me sentía avergonzada y frustrada. Me sentía peor cuando recordaba que por mi culpa Aarón estaba en una situación crítica, y para rematar Ana no me ha querido contar nada más de él.

—¿Cómo está Aarón? —Pregunté insistente luego de unos minutos.

—Alexandra, no te hace bien pensar tanto en Aarón. —Respondió sincera mientras limpiaba mis heridas.

—Por favor dime como está.—Imploré.

—El Doctor Peter habló conmigo y me dijo que no era bueno contarte estas cosas —Dijo mientras vendaba mi muñeca. —pero está bien, te diré... Aarón ya salió del coma inducido.

—¡¿Qué?! —Pregunté incrédula. —¡Tengo que verlo! Ana... —Rogué.

—Aarón tiene una muerte cerebral, Alexandra. —Respondió tajante. —El coma inducido lo retiramos hace dos días, pero no ha despertado.

Sentí mi corazón encogerse. Cada día me sentía más arrepentida de lo que había hecho, pero a pesar de todo tenía una pequeña esperanza de que si yo desperté, Aarón igual podía hacerlo.

—Déjame verlo Ana, te lo ruego.

—Solo si dejas entrar a tus padres hoy. Ellos necesitan verte. —Finalizó poniéndose de pie.

—Está bien, haré todo lo que sea necesario. —Asentí rápido mirando mis vendas nuevas.

Me sentía más animada que cuando desperté. Me sentía más fuerte, más esperanzada. Había estado teniendo sesiones con el doctor Peter y tenía que tomar algunos antidepresivos, incluso ya me habían quitado el suero. Mi mayor preocupación era Aarón.

Ana se fue de la habitación sonriendo satisfecha y llevándose el carrito del almuerzo consigo, seguido de eso entraron mis padres. Evité mirarlos directamente, me sentía avergonzada y ridícula por haber hecho lo que hice. Me preparé para recibir gritos que nunca llegaron.

—Te amo. —Pronunció mi madre a penas entró y me abrazó fuerte. —Perdón por no ver las señales que me diste todo el tiempo, en realidad, perdón por ignorarlas. Eres muy importante para mí, eres mi hija, mi primogénita. —Lloraba muchísimo y en parte me dolía verla así.

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