Era un chico, y bueno por lo poco que pude ver parecía ser joven. Cuando digo "lo poco que pude ver"; lo digo porque me dejó en el piso con todas las bolsas y se fue sin tan siquiera pedir disculpas.
Si algo no soporto son las personas mal educadas, esas que te meten el pie en la fila del mercado o esas que te empujan y luego se van sin siquiera pedir perdón, aunque no lo sientan realmente; como es este caso.
— ¿Estás bien hija? — preguntó preocupada mi madre ayudándome a recoger las cosas que se cayeron de las bolsas.
— Sí mamá, tranquila — le dije parándome y terminando de recoger todo lo que se había caído.
El resto del día me lo he estado pasando terminando de organizar todas las cosas de la casa, sobre todo mi ropa que es lo que más odio organizar y lo que más me exige mi madre que organice. Que me haya dejado mudarme sola de ciudad no significa que no me regañe por desorganizada mientras ella esté aquí, además de que está esperando que yo cometa el primer error paya llevarme con ella en el avión mañana de regreso. Se que tiene miedo de dejarme sola aquí, pero ya soy bastante mayorista y ella tiene que terminar de asumir que esto algún día iba a pasar.
Realmente sí estoy triste, pues nunca nos habíamos separado, pero yo necesito comenzar una nueva vida, una donde no tenga a mi ex mejor amiga comiéndose la boca con mi ex. De solo acordarme de eso me dan ganas de vomitar.
Mi madre no puede venirse conmigo para aquí, no porque no quiera, sino porque no se lo permito. Ella me lo ha dado todo y hace unos meses ha encontrado un buen trabajo, el trabajo con el que ha soñado toda su vida y no solo eso, después de tanto tiempo soltera al fin ha encontrado un buen hombre, uno que la hace feliz y que le saca una sonrisa con cada mensaje de buenos días, ella se merece volver a vivir un poco y yo no puedo ser egoísta y pedirle que se venga conmigo cuando ella por fin está haciendo su vida de nuevo.
— ¡Jessica! — grita mi madre parada en la puerta de la habitación — llevo media hora llamándote para que vengas a cenar y tú por los aires hija — me dice, la veo y me doy cuenta de que tiene el delantal puesto.
— Perdón mamá, me entretuve — le dije riendo y dejando de doblar ropa para salir sigilosamente detrás de ella hasta la cocina.
La cena pasó con tranquilidad como siempre, solo que esta vez ella me dijo las mil y una cosas que debo o no hacer, y yo como niña buena escuché atentamente. Si algo he aprendido con el pasar de los años es que cuando una madre da una charla cualquiera que sea esa charla hay que escucharla, aunque después hagamos todo lo contrario.
Al caer la noche nos acostamos temprano, ya que su vuelo salía temprano en la mañana. Tenía una reunión importante a la que asistir esta semana y no podía darse el lujo de quedarse por más tiempo y eso me dolía. La abracé una vez que se acostó y puse mi cara entre su cuello respirando su olor, ese que tanto amo y que tanto me tranquiliza en mis peores días. Definitivamente me va a hacer mucha falta.
***
En la mañana siguiente desperté con el sonido de la alarma. Mi madre ya no estaba a mi lado, así que me dirigí al baño para arreglarme y hacer mi rutina mañanera un poco más rápida que la que habituaba hacer. Salí envuelta en una toalla y me puse un vestido de verano con flores y unas zapatillas blancas sencillas para darle un toque más sport al atuendo y así estar las cómodas. Salí del cuarto ya maquillada y arreglada. Mi madre cómo esperaba está en la cocina sentada en una silla junto a la isla de la cocina terminando su café americano y trabajando desde su tableta.
— Buenos días mamita — le dije abrazándola desde atrás y dándole muchos besos en el cachete.
No podía dejar de pensar ni por un segundo que no la volvería a ver hasta navidad, y ora eso faltan seis meses.
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Tú me cambiaste la VIDA
Roman d'amour"Levantarse de una caída no significa que no podamos volver a caer" Mi objetivo con esta historia es llegar al corazón de todos sus lectores, y espero poder lograrlo.