𝒂𝒑𝒓𝒆̀𝒔-𝒎𝒊𝒅𝒊 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒄𝒉 ⚝

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TARDE DE JUEGOS

Aquél día el clima era agradable, se notaba con tan sólo asomarse por la ventana, la gente salía de sus casas a dar un paseo por ahí, todos se veían felices.

Haseul caminaba con tranquilidad de la mano de su mamá, habían varios rostros conocidos alrededor suyo, a los cuales saludaba amablemente y con una sonrisa. También veía con diversión como algunos de sus amigos usaban la ropa que su madre confeccionaba, se sentía orgullosa de lo bien que les quedaban.

— Mami... ¿A cuántos amiguitos vamos a visitar hoy? — cuestionó la pequeña, mirando en dirección a la mayor, aquella pregunta ya se había vuelto parte de la rutina en cada una de sus salidas.

— A ninguno, hija. — dijo la mujer, divisando los nombres de las calles, verificando si no se habían perdido. — Hoy iremos un poco más lejos de lo habitual.

Las casas que frecuentemente visitaban siempre estaban cerca del famoso parque, el cual estaba rodeado de tiendas y negocios familiares, los cuales cada día eran más. Un poco más alejado de eso estaban las viviendas, sus clientas más fieles habitaban ahí.

Pero ahora debían pasar de largo, ninguna de las dos había pisado ese lugar en toda su vida. Mientras más caminaban, más se iban alejando del comercio y del bullicio al que estaban acostumbradas, ambas observaban confundidas  algunos terrenos desocupados que le daban un aspecto vacío al lugar.

De pronto divisaron unas muy lindas casas, que además de lindas, eran enormes. Tenían unos jardines que parecían muy bien cuidados, le daban un aspecto delicado y sotisficado al pueblo. No pudieron evitar sentirse incómodas ante las miradas que sentían, señoras mayores, sentadas en el jardín mientras tomaban un poco de té, pequeños grupos de amigas, todas muy bien vestidas y arregladas, los jardineros las veían curiosos, como si estuvieran en presencia de algo inusual. Y lo entendían, bueno, la señora Jo lo entendía, porque la niña estaba fascinada ante todo el espacio que había para jugar todo el día si quisiera. Habían llegado al sector de la gente adinerada, observaban  rostros nunca antes vistos, siendo que vivían en el mismo pequeño pueblo.

La mayor seguía observando los nombres de las calles, hasta que dio con la casa de su nueva clienta. Era la más grande del lugar, poseía un terreno espacioso y lleno de vegetación, era una casa hermosa, tenía dos plantas, una pequeña mesa acompañada de dos lindas sillas como decoración, en el jardín habían una infinidad de rosas, se veía todo muy bien mantenido, sin embargo, no había nadie en el exterior disfrutando del buen clima del día.

A pasos apresurados llegaron las dos hasta la puerta de aquella casa, la señora Jo dudó por unos segundos antes de tocar, se sentía como un bicho raro ante todas esas miradas que aún se mantenían fijas sobre ella y su hija, quería correr y salir lo antes posible de ahí y no volver, era un sentimiento raro, la hacían sentir inferior. Cuando al fin salió de ese pequeño trance, tocó tres veces y esperó a que atendieran, volvió a pasear su vista por el lugar, este tipo de casas sólo las veía en películas.

Luego de unos cinco minutos la puerta al fin fue abierta, dejando ver a una linda joven, la cual les sonrió amablemente y les dio una reverencia. Se hizo a un lado para que las invitadas pasaran, vestía de uniforme, algo que las dos vieron mucho durante el camino a la casa, la chica era la empleada del lugar.

— Buen día, perdone la demora. — Dijo al cerrar la puerta, observó divertida como madre e hija recorrían el lugar con la mirada bastante asombradas, le recordaban su primer día de trabajo. — La señora Wong la está esperando. — habló señalando con su cabeza el largo pasillo de la casa, luego se agachó hasta la altura de Haseul y la miró dulcemente. — Hola pequeña, también hay una personita esperándote. — se enderezó y comenzó a caminar esperando ser seguida por las visitantes.

⌗ fairy tale 𔘓 viseulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora