epílogo

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Deathbed, all I'll see is you.

The life may leave my lungs

but my heart will stay with you



Con un egoísmo excusado gracias a mi lamentable situación, he de decir que soy un hombre demasiado apacible. Soy consciente de lo que las personas piensan de mi al verme, que soy un idiota que confía demasiado en los demás, que siempre doy demasiado antes de siquiera pensar en recibir algo a cambio; simplemente soy así, desde que tengo memoria y si bien eso nunca me trajo nada relevante al menos me trajo paz conmigo mismo y con la mayoría de las personas que conocía. 

Nunca en mi vida sentí rencor o celos, siempre fui demasiado centrado, y viví una buena vida. Aunque en mi adolescencia nunca conocí el amor, parece que la vida lo recompensó dándome una pareja que valía todo lo que lloré, una persona irrepetible, completamente única. Quiero pensar que yo había sido una terrible persona en una vida pasada y por eso como pago tuve que regresar a aquella hermosa persona, sin embargo he hecho lo posible por mantenerme por un buen camino, con la ilusión de volver a vernos.

Han pasado ya 72 años desde que el amor de mi vida se marchó, y ahora estoy tan débil que a penas puedo respirar. A pesar de mi situación mi corazón siente una fuerte punzada con el simple  hecho de recordar que ese amor de mi vida nunca tuvo la oportunidad de marcharse como yo la estoy teniendo ahora; no tuvo la paz de estar recostado ni la tranquilidad de ver a sus seres queridos en sus últimos alientos. Sólo un hermano lleno de arrepentimiento llorándole a una urna, repitiendo una y otra vez que él era el 'Infinito' y que odiaba haberlo perdido por un error que él mismo cometió. Fue doloroso descubrir que mi prometido falleció por el simple hecho de parecerse a su hermano, y fue desgarrador saber que la mafia enemiga no trata bien a los líderes de otras mafias. Mi pequeño no era líder de nada, pero su hermano sí. Una confusión graciosa que ahora no me hace sentir más dolor, sólo fueron azares de la vida.

Es irónico que aunque ya no puedo reconocer los aromas ni percibirlos, el de ese pequeño nunca lo olvidaré. Un toque de una brisa marina y moras azules, agridulces y poco perceptibles. En mis alucinaciones de los últimos minutos quiero verlo a él, quiero recordarlo a él porque sé que queda muy poco para que volvamos a encontrarnos. He dedicado mi tiempo a cada uno de mis amigos, que vencidos por la edad han podido venir a visitarme, y ahora mis últimos suspiros van para él, mi preciado Muichiro.

El único que por razones de la vida no pudo ver mis logros, no pudo presenciar cuando me ascendieron, no pudo presenciar cuando me retiré para conocer el mundo, el único que no estuvo conmigo el día que decidí adoptar a un niño; el único que no pudo compartir eso conmigo. Ese niño debíamos criarlo los dos, pero ya que el destino no quería que fuese así al menos yo lo hice por ambos. Ahora es un grande y fuerte hombre que, aunque no conoció a mi compañero de vida, fue colmado de su esencia. Podría apostar que lo conoce tanto como yo, y lamento también el hecho de hablar así de alguien que no está pero algo debía responder cuando me preguntaba por él y sus fotos.

De un segundo a otro, sentí como mi cabeza perdía fuerza y comenzaba a caer sobre la almohada con más peso. Mis ojos comenzaron a sentir el precio de haber admirado todo el mundo, y haberlo admirado a él, ya que estaban tan cansados que amenazaban con cerrarse para siempre. Los cerré por unos segundos y luego por acto reflejo los volví a abrir, aferrándome a algo que ya no era para alguien de mi avanzada edad.

–Estás tan viejito.–Un susurró me hizo cerrar los ojos una vez más, y para cuando los abrí aquella camilla de hospital en la que reposaba mi cuerpo se había vuelto un esponjoso claro de nubes tornasol cubierto de flores.–Pude confundirte, ¿sabes? Aunque tu cabello largo se ve hermoso.

–Nunca pude igualar el tuyo.–Reí, sintiendo cómo el peso que aplastaba mis pulmones hace segundos ahora era sustituido por una calma enorme. Como si no necesitara preocuparme por respirar nunca más.

Aquel joven de aspecto majestuoso se sentó a mi lado y acomodó mi cabeza con mucha delicadeza sobre su regazo. Comenzó a peinar mi cabello, el cuál sentía poco a poco menos pesado.

–Sabía que no importaba cuanto tiempo pasase, nunca estaría lo suficientemente preparado para volver a ver tu sonrisa.–Me dijo mirándome a los ojos, con un brillo único y enternecedor. Sonreí y cerré los ojos dejándome llevar por sus caricias.– ¿Ya puedes caminar?

–No siento mi cuerpo en lo absoluto.–Contesté adormilado. Sus caricias eran lo único que sentía.–Deberías asegurarte de lo que siento en los labios, aún no lo sé.

–No tenías que pedirlo, lo haré sólo porque no queda mucho tiempo.

Se inclinó un poco al mismo tiempo que elevó mi rostro con ayuda de sus manos. Su respiración no la sentía pero podía jurar que ahí estaba, calentando mi rostro conforme se acercaba. Podía sentir su mirada examinante en mi, así que abrí los ojos solo para encontrarme con el amor de mi vida nuevamente, viéndome con esos enormes ojos, esos enormes océanos, y una sonrisa nostálgica.

–Nunca dejaste de ser el amor de mi vida.

–Tu tampoco dejaste de ser el mío, Muichiro. Eres el pequeño infinito que siempre habitó en mi corazón.

Su sonrisa volvió a iluminar mis ojos y finalmente cerró los suyos, yo también los cerré y enseguida de eso pude sentir cómo gruesas lágrimas mojaban mis mejillas. Sus labios rozaron los míos y con eso pude decir que mi último aliento fue dado, sus suaves y dulces labios tocaban los míos como si nuestro destino siempre hubiese sido ese, nuestras respiraciones inexistentes se mezclaban haciéndome sentir en otro mundo. Un beso tan puro que podía jurar que nunca nos separamos realmente. Siempre estuvo a mí lado.

–Te estuve esperando por mucho tiempo, Tanjiro.–Nuestras frentes se juntaron haciendo que por la posición las lágrimas de mi prometido cayeran sobre mí.–Ahora estás aquí... ¿te gustaría acompañarme a pasar el resto de la eternidad?

Como si mi cuerpo fuese un peso extra, sentí que me despegaba de él con mucha libertad. Me levanté sin ningún solo percance y extendí mi mano a mi pequeño infinito.

–Pasé toda mi vida esperando esa pregunta.


無限 | MuiTanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora