Hay algo que siempre ha querido ser contado y es lo que pasa después de un buen final.
La esencia de las cosas es que son erráticas. Eso, creo yo, es lo que hace tan interesante a la vida. Es observar ese independiente proceso de la homeostasis. Sin importar lo mucho que luchemos y obliguemos al placer o la felicidad a permanecer, el caos siempre nos va a alcanzar y nos hará saborear ese lado amargo de la vida, tan rehuido y tan necesario para lograr ser realmente humanos.
El caos comienza en un laboratorio, frío y oscuro. El aire de experimentación inhumana es fuerte y denso. Nada peor que combinar ciencia con enfermedad dogmática.
En el centro de una cámara de pruebas yace un joven de unas dos décadas de vida aproximadamente, sujetado a una cama de experimentación. De tez naturalmente blanca, pero oscurecida por la exposición a una vida bajo un fuerte sol, de cabello rubio oscuro y ojos color verde. Su cuerpo denota un excelente entrenamiento físico, seguramente regulado por especialistas.
Del otro lado del cristal de la cámara se encuentra un grupo de unos seis investigadores cansados por arduos días de exámenes. Por medio de las computadoras regulan las sustancias que entran en el cuerpo del joven por medio de las decenas de agujas insertadas en todo su cuerpo. Ante esto, el joven no muestra un minimo rasgo de temor o dolor. Con ojos fríos solo observa el cristal, tratando de atravesarlo y alcanzar al médico en jefe, a quien le molesta bastante el aura del chico.
Los pasos de botas bien confeccionadas se acercan al área de investigación a ritmo fuerte y veloz. Un hombre canoso de unos cuarenta y tantos años entra en la habitación, con una bella capa de prevalencia en el color rojo y una línea blanca. Éste causa un aire imponente a todos en aquel cuarto.
El médico en jefe se levanta rápidamente dejando ver mejor su bata de laboratorio con una distintiva y pequeña franja rojo. Marca de todo guardián.
-Dr. Ichiro –Dice el hombre con una grave voz-.
-Onasuno-Sama, ¿Viene a su monitoreo diario? –Contesta el doctor nervioso-.
-Así es, hoy se cumple un año desde que Benkei-san perdió la vida en combate contra el portador de Raiji –Menciona Onasuno mirando alrededor del laboratorio-.
-Una perdida para todos sin duda señor.
-Va siendo hora de activar el proyecto doctor, ¿Cómo van las investigaciones?
-Bueno, el sujeto ha mostrado avances maravilloso, pero dudo que pueda explotar el poder del “aspecto técnico” del proyecto.
-El arco ya está listo doctor –Menciona Onasuno cruzando los brazos-.
-¿Qué? –Contesta sorprendido-.
-Usamos los reactores más poderosos de Asia y Europa, aun así solo pudimos emular el poder de la original. Todo gracias a los estudios hechos con Benkei.
-Gracias a los mismos también estamos próximos a terminar –El doctor entrelaza los dedos de ambas manos con ansiedad- Pero necesitamos más.. –Es interrumpido-.
-Prepare al joven tal y como este. Es hora de jugar nuestras cartas –Dice el aterrador hombre dando media vuelta hacia afuera de la habitación-.
-Pero..
-¿Va a desobedecer doctor? –Onasuno voltea atrás, mirando al doctor directo a los ojos, como cuchillas lentas y afiladas, penetrando las corneas del doctor hasta llegar a su cerebro-.
-No –Contesta tartamudeando-.
-Bien, una vez que esté listo mándenlo a mi sala de entrenamiento. Le explicaré su misión –Onasuno se retira sin decir más, dejando un aire de tensión a todos en el equipo de investigación-.
El doctor se acerca aún nervioso al micrófono que hace conexión entre el laboratorio y la cámara de experimentación. Con su tembloroso pulgar presiona el botón, escuchándose el chirrido del altavoz en la sala seguido por su voz.
-Darel, tienes trabajo –Dice el hombre de ciencia dando un suspiro-.
La sonrisa ansiosa del joven se escapa de su rostro, desembocando un deseo malsano y perverso a través de sus ojos.
“Bienvenido a tu vida,
no hay vuelta atrás.
Incluso mientras dormimos,
te encontraremos,
comportándote de la mejor manera,
dándole la espalda a la madre naturaleza.
Todos quieren dominar el mundo”.- TearsforFears.