Palabras que duelen

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CAPÍTULO IV


Amistad. Es una palabra que Lourdes nunca ha conocido, tampoco ha disfrutado. Sin embargo, a saboreado la traición, el dolor y la deslealtad. Demasiado joven para albergar tales sabores, el dolor se afinca en su pecho al saber que su padre es el responsable de estar olvidada en ese lugar, porque nadie se lo ha dicho, pero la idea de quedar olvidada en un pueblo casi inexistente en el globo terráqueo solo tenía un fin.

Desde una torre alta mira a las chicas ir en fila hasta la capilla a rezarle a una estatua fría en la pared, esperando respuestas y milagros caídos del cielo. Creyendo en un ser supremo que les protege, lo cierto es, ¿Dónde está ese Dios en esta guerra? ¿Dónde está cuando la peste mato a millones? ¿Dónde está él, en medio de las injusticias? ¿Dónde está cuando clamas por él? ¿Dónde estaba cuando le suplico por su madre?

Tiro el cigarrillo después de apagarlo. Aprovecharía el vacío en que queda el internado cuando todas están en la misa, recorrería los pasillos del insípido lugar al que fue enviada. Horribles uniformes, asquerosa comida, olor a putrefacción y viejo, pero todo tiene su excepción el Internado Claret no escapaba de ello. Bajando las escaleras escucho unas voces, unas pequeñas risas que reconoció casi de inmediato. Mirando sin ser descubierta, vio a Carol Graham entrar a un salón pasando el seguro de la puerta.

Las personas hacen eso cuando buscan encerrar secretos, nadie es tan perfecto en la vida. Perfecto cabello rubio, perfecto labial rojo, perfectos ojos azules y profundos, perfecta voz, perfecta. Se acerco a la puerta dejando su oído con la esperanza de escuchar algo, y aun a través de la madera pasaba el exquisito perfume de Carol, haciendo que cerrara sus ojos recostando todo su peso sobre la puerta de madera. Drogada por el perfume de Carol, Lourdes no escucho los pasos que venían hacia ella.

Eva, de nuevo, atraparía a Carol y a Tammy Kluger en sus escapadas matutinas. Dispuesta ya a colocarles un ultimátum, corrió por los pasillos al notar que no se encontraba la chiquilla en la capilla para la misa de todas las mañanas. Apresurada busco en su otro escondite al no encontrarlas en el mismo cuarto de siempre, y lo que tanto advirtió, se cumplió. Sus descuidos y su imprudencia las dejo al descubierto. De pie quedo en medio del pasillo al ver a Lourdes recostada de la puerta escuchando con los ojos cerrados, lo que sea que ocurriera del otro lado.

—Señorita Dragomir —Logro que se apartara de la puerta de un tirón del susto—. ¿Qué se supone que hace en este lugar y no en la capilla?

Eva no dudo en acercarse tomándola del brazo con fuerza, una fuerza que sorprendió a Lourdes al ver los largos y finos dedos de Eva.

—Me perdí.

Ninguna creyó lo que dijo, ni siquiera Lourdes creía esa pésima mentira. Cuando las voces se avivaron del otro lado de la puerta, Eva intuyo que Carol saldría. Sus sesiones de besos no duraban más de veinte minutos al día. De nuevo, salvo el trasero de su amiga, arrastrando a Lourdes al salón de enfrente en contra de su voluntad ordenándole guardar silencio señalando sus finos labios pintados de rosa pálido esa mañana.

—¿Lo sabe? —Susurro.

—Cierra la boca —Devolvió Eva el susurro.

—Es una alumna, tiene una aventura con una alumna.

—Señorita Lourdes, no sé de qué es lo que está hablando. Le advierto, que levantar faltas en contra del personal de esta institución acarrea graves consecuencias —Eva avanzo un paso—. Le sugiero que no vaya por los pasillos diciendo mentiras, ya que la única verdad aquí, es que no estuvo en la mañana en la capilla, ¿entendido?

Risse [L]GTBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora