Los Jensen con los Smith

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(Lexa)
       
Me quede embobada, mirando el conductor del autobús, mientras me mordía el labio pensando en lo mucho que me gustaba Liam.
En ese momento, recordé que nos conocimos por mucha coincidencia, y que si no hubiera sido por el horrible café de la cafetería Strahg, de seguro que nunca hubiéramos coincidido.
Recordé la primera vez que lo vi, sentado en una mesa para dos, el solo, con una taza de café sobre la mesa, y los auriculares puestos a tope. Yo ese día fui a pedir un café, pero él se levantó de su mesa, y se puso a mi lado mientras le decía a la camarera que ese café estaba realmente horrible, y que sabia a tierra.
Me empecé a reír, al oír sus críticas y ver la cara que ponía la camarera frente a todos esos comentarios, que enfurecida, me sirvió mi café.
El chico misterioso, me miro, y luego miro a mi café, y me pregunto si realmente me gustaba. Le dije que aún no lo había probado, así que me lleve la taza a la boca, y cuando tome un sorbo del café, me di cuenta de que ese chico tenía demasiada razón. Los dos empezamos a criticar el café, y nos estuvimos dos horas allá sentados hablando y riéndonos como si no hubiera un mañana. Fue un encuentro curioso, pero divertido.

Las puertas del autobús se abrieron, y me di cuenta de que esa era mi parada, así que agarre mi bolso rápidamente, y baje del bus.

Caminé algunas calles hasta llegar a mi casa. Una casa con un portal muy grande en la entrada de color blanco, con unas enormes columnas sujetando el porche, y muchas plantas cubriendo las vallas de los laterales que cubrían todo el jardín. La verdad es que no me podía quejar de mi casa, era heredada de mi abuela, que cuando falleció la dejo a nombre de mi madre. Era muy grande y tenía una piscina bastante grande en el jardín, teníamos bastante terreno, y la casa era muy elegante, parecía de familia con mucho dinero, pero la nuestra era mucho más que eso. Mi madre era la creadora de una línea de ropa que solían llevar mucha gente importante ene ese país, su línea se llamava Georgiou, y de esa marca  habia sacado una buena fortuna. Y mi padre era el propietario de dos hoteles, uno en Los Ángeles, y el otro en París, cosa que eso le daba mucho prestigio a la familia. Pero habían ciertas cosas que no me permitían contarle esa parte de mi vida a Liam, así que le debía decir que vivía como alguien totalmente normal de la ciudad de Manhattan.

Me pare en frente del portal justo cuando James, el sirviente de la casa, me abrió la puerta y me dijo con una sonrisa de oreja a oreja:

- Bienvenida de nuevo a casa señorita Lexa.

-Gracias James, ¿ sabes donde esta mi madre?

- Esta recibiendo los invitados en el salón principal con su padre.- Me dijo mirándome de una manera extraña.

-Gracias, ahora iré - dije mientras me dirigía al salón, cunado James me toco el hombro, haciendo que me girara de nuevo hacia él.

-Si me permites un consejo... Su madre no creo que se tome demasiado bien que recibas a los invitados con tejanos y una sudadera.- dijo mientras miraba mi ropa.

- Ay si, cierto, gracias de nuevo James- le dije dándole un beso en la mejilla, pero cuando me iba a dar la vuelta, me susurro a la oreja

- Lexa, en ese salón no están unos empresarios, está la familia Smith, tu madre no te lo ha dicho por qué sabia que sino le pondrías alguna excusa y te largarías.- Le mire extrañada y sorprendida a la vez, le sonreí y me fui hacia el vestidor.

Era increíble que mi madre me hubiera ocultado que íbamos a comer con la familia Smith, aunque estaba en lo cierto de que me hubiera largado si me hubiese enterado, ya que no me gusta verle a él y menos a toda su familia junta.

Abrí las puertas de mi vestidor dejando esos pensamientos atrás, y entre en el enorme cuarto. En los laterales, se encontraban dos inmensos armarios a cada lado, donde se clasificaban los vestidos de gala, la ropa para salir por la calle, lencería, y ropa elegante pero discreta. En frente mío, una colección enorme de zapatos, puestos todos por color y marca. Debajo los armarios, había espació donde allí estaban todos mis bolsos de marca, mis bolsas de deporte y otras cosas por el estilo.

Me centre en el armario de ropa elegante, y agarre un vestido negro que me gustaba mucho, ya que me resaltaba mis curvas, y hacia destacar mi pelo.

Me vestí, y metí la ropa de Emma en un cajón del vestidor, luego me fui a mi cuarto, y abrí mi joyero donde me estuve un rato repasando las joyas que tenía, y pensando la procedencia de cada una de ellas, aunque la mayoría habían sido regalos de la familia Smith, así que no encontré mejor momento que ese para ponerme el colgante Heigh, de la última colección de Bulgari, que me regaló la madre de Cayden por mi quinto cumpleaños.

Baje las escaleras de mi habitación, y me pare en frente de la entrada, donde me había quedado parada mirándome reflejada en un espejo. Iba con el vestido negro, el elegante collar, unos pendientes que me regalo mi abuela antes de que se fuese a vivir a Michigan, y unos zapatos de tacón plateados, pero notaba que faltaba algo y no sabia el que.

De repente apareció James por detrás, y con una sonrisa, me dijo:

- Se ve preciosa señorita Lexa, aunque si me permite- me dijo mientras me acercaba una hermosa diadema de cristales, y me la ponía, haciendo así el último toque que necesitaba. - Ahora ya estas lista para ir a comer con la familia Smith, te ves hermosa.

- Que haría yo sin ti James!- Dije ilusionada mientras me ponía bien la diadema.

Ese toque me fascinaba, era preciosa, así que con una sonrisa en mi rostro, me dirigí al salón donde estaban reunidos todos.

Al entrar, pude ver como mi padre y mi madre, estaban sentados en un sofá, mientras que el padre y madre de Cayden, estaban en otro. Me fijé que por mi sorpresa también habían venido mis tíos y mi querida prima.

Pero me faltaba alguien, faltaba Cayden. ¿Donde se habría metido? Con suerte no habría podido venir y todo sería un alivio.

De repente unas manos me cubrieron los ojos, y en ese momento supe que todo era igual que siempre, con Cayden en la comida ya no iba a ser nada especial.

Me giré hacia él, y le sonreí mientras le daba un rápido beso en los labios.

- Como me alegro de que estés de vuelta, amor.

Sobre todo, locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora