Capítulo 16

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     —Conducía a casa, exhausto pero satisfecho por lo ocurrido, me encantaba como sólo se refugiaba en el sueño para fortalecer sus energías, incluso en lo mas mínimo podría enamorarme.

Al llegar a su residencia, tomé las llaves de su bolso y abriendo la puerta, le cargué con delicadeza, dejándola sobre el sofá durmiendo.

El teléfono sonó, era Anya.

Andrey—¿Qué quieres?

Anya—Despedirme.

Andrey—Déjame en paz, coño.

Corté la llamada, en ese instante sonó el teléfono de Amelia, era el número de Anya, antes de poder hacer algo le contestó.

Posterior a una charla, llena de suspensos, me mantuve escuchando detrás de la cocina.

Amelia—Andrey, ven aquí.

Suspiré, y caminé en dirección suya.

Amelia—Ve por las llaves, nos vamos del país.

Andrey—¿Qué? ¿A donde carajos iremos? ¿Enloqueciste?

Amelia—¿Te estoy preguntando qué hacer?

Sonó tan paranoica que sólo correspondí sus órdenes, encendiendo el auto dudé en que dirección ir.

Andrey—¿Me puedes decir que habló contigo Anya?

Amelia.—¡Solo conduce!

Su nerviosismo me atosigaba, su intriga me arraigaba lentamente el corazón.

Suspiré, y di la mirada con el retrovisor, una camioneta negra con ventanillas oscuras parecía saltarse los autos como un desquiciado, al adelantarse se colocó detrás de nosotros y antes de notarlo había otra adelante nuestra.

Andrey—¡¿Qué se supone que es esto, Amelia?!

Le grité, estaba tan exaltado que no media mis palabras, ni mi tono.

Amelia—¡Joder! Cállate y conduce el puto coche.

Amelia, percatándose de que nos seguían realizó una llamada, en la cual sólo decía cosas puntuales, datos innecesarios para nuestra actual situación.

Andrey—¿Crees qué soy tu idiota?

Amelia—¿Te dije qué hablaras?

Me enfureció más de lo que debía, parecía encender la fogata que ella misma había creado y ahora solo ardía inconteniblemente. 

Andrey—No eres nadie para darme or...

...

...

Una camioneta impactó el lateral de nuestro coche, el golpe nos hizo viajar por inercia al otro lado de la carretera, entreabriendo los ojos noté que todo era simplemente difuso, el ambiente se envolvía en un flashback.

Desconocida—Todo listo, Záisvet fuera, cambio.

Unas risas sarcásticas envolvían mi ser, me hacían cosquilleo en la espaldas, no podía realizar nada en ese instante por el momento era un simple espectador impotente. 

Cerré mis ojos, harto ya de debatir entre la vida y la muerte, descansé en un sueño tormentoso sin aún saber cómo estaba Amelia.

Me tomaron de los hombros y me halaron fuera del coche con fuerza. Sólo escuchaba la bocina de los autos, armas recargarse, gritos y lamentos.

Desconocida—¿Quien diría que el tonto crecería y se superaría, el campesino Andrey tendría futuro? JA JA JA. Oh, cuanto lamento que tus aspiraciones fueran nulas y, después de todo, sólo un idiota más.

Confundido, entreabrí mis ojos y se me dio una imagen clara de un hombre musculoso vestido de negro, junto a Anya y Elena, quienes auxiliaban a Amelia.

Sentí una bala en mi pecho, me desvanecía mientras me tomaban nuevamente, al estar ahí escuché jadeos de Amelia, y el conducir a rápida velocidad.

Luego de estar más de dos horas intentando recuperar la conciencia y abrir los ojos sólo vi la imagen de una enfermera conectando mi vía intravenosa.

Tomando conciencia de la situación, comenzaba a respiraba rápido, no entendía lo ocurrido anteriomente, necesitaba una respuesta esclarecida.

Enfermera—Necesito que se calme, y no piense en nada, por ahora.

La enfermera pareció sonreírme, su voz me recordó a Amelia, así como aquella expresión nula en su rostro.

Dos oficiales entraron al cuarto, comenzaron a explicarme qué tuve un accidente automóvil y que yo había chocado. Las preguntas sólo me afectaban más, necesitaba estar solo.

...

Posterior a una tarde solitaria en el hospital, la enfermera entró a la habitación.

Enfermera—Eres un chico fuerte, Andrey, me costó traerte hasta aquí.

Andrey—¿Amelia?

Amelia—¿Quien más, mi rey?— se acercó a mis labios para darme un beso recuperativo, uno de esos que te reinician la vida.

Andrey—¿Qué pasó?

Amelia—Shhh, ya habrá tiempo para eso.

Retiró su mascarilla y su traje de enfermería, traía debajo un hermoso vestido de seda negro que resaltaba su gratificante cintura. Sirviéndome una copa de vino, me sentó sobre la cama.

Amelia—¿Por más momentos de acción?

Andrey—Por más momentos de acción a tu lado.

Chocamos nuestras copas mientras reímos satisfactoriamente, ahí comenzó a platicarme sobre lo sucedido.

Luego de mi recuperación pasiva, pude continuar a su lado por el resto de mis días.


Continuará...

Amelia, una chica para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora