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«Te amo», dijo Ernesto mientras la besaba.
Sus labios viajarón a su cuello y decendierón con suavidad. Le acarició la cintura como si explorará nuevas tierras, la miro a las ojos con infinita ternura y le dijo palabras de amor que ni siquiera la luna había escuchado.
De pronto, destruyendo todo el romance, la voz de un hombre resonó detrás de el.
-¿Otra vez tú? ¡Maldita sea! ¡Llamaremos a la policía!
Asustado por la amenaza del hombre, Ernesto soltó el cadáver, y salió corriendo de la morgue.
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