Día 4: Comiendo helados

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Auron recorrió medio Karmaland con ayuda de sus túneles subterráneos luego de recibir algunos mensajes de Luzu.

Estuvo picando en su mina y por cosas de la vida terminó haciendo más túneles de los necesarios, que lo llevaron hasta el punto más lejano que se les tenía permitido llegar. En medio de su labor, el aparato que utilizaban para comunicarse entre los guerreros de Karmaland comenzó a recibir tantos mensajes que le fue imposible ignorarlos. Todos eran de Luzu, Auron los revisó de inmediato.

"¡Hey, Auroncito!

¿Estás ocupado?

Me gustaría que vinieras lo más pronto posible

Si tienes tiempo

No es urgente

Bueno, un poco sí jajaj!"

Auron dio media vuelta en el túnel y tecleó con rapidez.

"Dame 10 minutos"

De caminar pasó a trotar, y luego a correr. Siempre teniendo cuidado de no caerse en lava o que algún enemigo lo atacara por la espalda.
Trató de llegar lo más pronto posible; le intrigaba lo que el muchacho quería y no deseaba hacerlo esperar.

Aunque tenía una buena condición física, terminó exhausto por correr y subir tantas escaleras. Fue un alivio encontrar a Luzu en la sombra de la colina.

Cuando Luzu lo miró salir de su casa le sonrió y se acercó a la reja —consciente de que no podía entrar más o las torretas lo atacarían.
El muchacho parecía fresco y lucía bien, Auron estaba manchado de tierra por estar bajo la mina y apenas podía respirar por la prisa.

— Heeeeey —saludó como hacía de costumbre—. Luzu, ¿qué tal?

El mencionado rió de pena al verlo tan apresurado. Cuando estuvieron frente a frente acercó su mano al rostro del otro para quitarle la tierra de la cara.

— No tenías porque venir si estabas tan ocupado.

— Pero qué dices —bufó, volviendo a tomar aire—, estaba pasando el rato en la mina. Tengo tiempo libre y me pegó la intriga, ¿qué sucedió?

Luzu mantuvo su sonrisa, Auron creyó que en cualquier momento se pondría a saltar en su lugar.

— ¡Abrieron una heladería en Karmaland!

Auron guardó silencio por unos segundos. Estaba a punto de decir «¿no podías haberlo dicho por mensaje?», pero la mirada llena de ilusión y felicidad lo hizo retroceder.

—Oh... ¿De verdad?

— ¡Sí! ¿No es grandioso? Estaba pensando en que podíamos ir. Como... para probar qué tal están.

La idea lo convenció al instante. No esperaron más y partieron directamente al local, que por suerte estaba demasiado cerca de sus casas. Auron no entendía muy bien porqué Luzu estaba tan emocionado por el nuevo servicio del pueblo, pero se dejó llevar por su contagioso buen humor.

El lugar era muy lindo por dentro y por fuera. Era de colores pasteles, con mesas para comer al aire libre o en el interior, una vitrina mostraba helados de todos los sabores y dos chicas atendían el negocio.

— ¡Bienvenidos! ¿Qué desean llevar? —preguntó con amabilidad la chica frente a la caja registradora.

Luzu parecía querer pegar el rostro a la vitrina y observar con atención el menú. Auron lo conocía lo suficiente para saber que estaba intentando decidirse sólo por uno, por su expresión parecía que le estaba costando.

— Tenemos muchos días más para venir y probar cada uno de los sabores, Luzu. ¿Pero qué tal sí por hoy nos llevamos unos cuantos? —le comentó a su compañero, este asintió varias veces.

— Muy bien, ¡yo encantado! Por hoy... me gustaría llevar de cereza y menta —Auron hizo un sonido de aprobación y luego se dirigió a la mujer detrás del mostrador.

— Entonces serían dos helados cereza y otros dos de menta, por favor.

La mujer tomó su pedido en seguida, y cinco minutos después ambos chicos salieron del local con un helado en cada mano.

— Podíamos haber comprado sólo uno para cada quién —dijo Luzu divertido, tomando asiento en las escaleras de piedra que subían hasta su hogar.

— Ya estábamos ahí, no iba a comprar sólo uno. Y tampoco dejaría que tuvieras menos que yo, que vergüenza —Auron se sentó junto a él. La mitad de su helado de cereza ya había desaparecido.

— Un helado más grande a la próxima, entonces.

Después de ese día, comprar un helado por la tarde y luego sentarse en las escaleras de piedra se volvió una costumbre, una actividad de ambos —aunque en ocasiones más de un compañero se les colara.

Hacían esas pequeñas reuniones por lo menos tres veces a la semana. Aprovechaban ese momento para hablar de su día o cualquier tontería que surgiera. Era la excusa perfecta para ir por más helado, prolongar sus pláticas hasta que el sol se ocultara y continuar la reunión en casa de alguno.

 LuzuPlay Month ¡! 2O2ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora