Día 1: Primavera / Otoño

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Auron no entendía muy bien para qué servían los festivales en Karmaland que involucraban a las estaciones del año.

— Miras hacia el norte y las hojas de los árboles son marrones o anaranjadas. Miras hacia el oeste y los árboles se ven fuertes, vivos. ¡Miras al sur y apenas nacen las hojas de los árboles! —Auron exclamó exasperando mientras seguía golpeando con su espada las vallas, teniendo cuidado de no destrozarlas.

— Cabeza hueca. El color de los árboles no es todo lo que representa a las estaciones del año —la voz del anciano llegó hasta los oídos del más joven. El hombre mayor estaba sentado en una silla mecedora a unos cuantos metros, en el porche de su vieja casa. Sonaba aburrido, como si se hubiera cansado de tener la misma conversación desde hace tiempo.

— El pueblo sólo quiere excusas para hacer fiestas y gastar dinero.

Merlon gruñó, rogando en voz baja a los dioses que le dieran paciencia.

En Karmaland, los festivales que se llevaban a cabo cada cierto tiempo eran muy importantes. Los pueblerinos se lo tomaban muy en serio.

Cada festival duraba tres días:

Durante las primeras dos noches el pueblo estaba en fiesta, la gente salía con su ropa más cómoda y elegante para dar paseos. Los niños jugaban y se reunían en ciertos lugares para realizar cualquier cosa que les mencionara alguna leyenda.
La gente compraba cosas en el mercado nocturno.

A la hora de la cena se hacían rituales y sacrificios a los dioses, donde se entregaba una porción de las mejores cosechas que se consiguieron durante la última semana.

En la última noche se hacía exactamente lo mismo, agregando un discurso por parte de Merlon, fuegos artificiales y gente sin trabajo pendiente que se iba a dormir hasta las dos de la mañana.

¿Qué tenía de malo todo esto? Nada. Hasta era divertido. Pero los nueve guerreros de Karmaland no podían disfrutar al cien por ciento de esas noches; debían encargarse de la seguridad junto con los guardias del pueblo y dar vueltas por los alrededores para eliminar a los monstruos que aparecían cerca. Si tenían suerte, los dioses ayudaban con que no hubiera tanto enemigo esas noches.

Igual, Auron seguía sin entenderlas. El pueblo estaba rodeado de biomas diferentes, no tenía sentido decir "hoy inicia el otoño", "hoy inicia la primavera". Los dioses sólo querían recibir ofrendas. Auron no quería develarse matando monstruos mientras el pueblo se divertía.

Dejó de golpear la valla cuando la sombra del edificio más cercano comenzó a cubrir sus pies. Se estaba haciendo tarde; era la primera noche del festival y le tocaba hacer guardia. Se movió rápidamente para meter en el corral a las ovejas que estaba cuidando, las encerró y terminó con su trabajo.

— Gracias por encargarte —Merlon le despidió desde su porche. Auron guardó su espada.

— Cuál gracias, son tres karmas de plata —le reclamó mientras se alejaba en dirección a casa.

— ¡Devuélveme mi espada!

— ¿Qué espada?

Él anciano no reclamó más, Auron estaba demasiado lejos para escucharle. Tarareó unas cuantas cosas antes de entrar a su casa.

• • •

Cuando el sol se fue a dormir, los karmalienses comenzaron a salir de sus casas. Las luces del pueblo se encendieron y los puestos de chucherías se acomodaron por el centro del pueblo.

Auron caminaba por los alrededores cargando con su espada en el cinturón y varios farolillos entre los brazos; los guardias del pueblo le dijeron que iluminar la zona facilitaría el trabajo, así que se repartieron las lámparas –que además de lindas, iluminaban varios puntos sin necesidad de poner tantas juntas. Luego de la reunión, todos se distribuyeron por el pueblo para comenzar la guardia.

 LuzuPlay Month ¡! 2O2ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora