Día 7: Regalo [A. U.]

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Poco a poco la gran ciudad es cubierta por un manto blanco. La nieve se acomula en las banquetas, en los techos de las casas y en el gorro de Luzu. El sol se escondió hace un par de horas y hace más frío. Aún así, el chico espera pacientemente, sentado en uno de los banquitos del parque que está a una cuadra del edificio donde vive.

Desde ahí puede ver las luces de colores que iluminan la ciudad, las farolas encendidas del parque le hacen compañía y los autos que pasan a una velocidad moderada en la calle lo hacen pensar. Intenta imaginarse distintos motivos del por qué alguien estaría conduciendo durante Noche Buena.

Quizás van a su trabajo, o salen de él. Probablemente estén viajando a la casa de los abuelos, u olvidaron comprar un regalo. Puede ser que no les interese festejar la navidad o no tengan con quién celebrarla así que no llevan prisa en llegar a un lugar; esa también es una opción válida y bastante recurrente.

Luego se distrae pensando en lo triste, curioso o tierno que puede ser cualquiera de esos motivos.

Luzu suspira para ver cómo el vaho sale de su boca. Frota sus manos enguantadas para darles algo de calor y mira hacia los lados, buscando una sombra a lo lejos.

Unos minutos después, por fin la encuentra. Alguien se acerca por el caminito pavimentado, la persona avanza con pasos rápidos y con las manos en los bolsillos del abrigo. Su forma de caminar y su silueta son suficientes para que Luzu lo reconozca. Sabe quién viene ahí. El castaño da un brinco para ponerse de pie y corre hacia su encuentro.

— ¡Auron!

El nombrado alza la vista sin detenerse y frunce el entrecejo cuando se encuentra frente a él a un Luzu tiritando de frío pero con una gran sonrisa.

— ¡Luzu! ¿Qué haces aquí? —antes de que pueda seguir hablando, Luzu se le lanza encima y lo abraza como sí su vida dependiera de ello. Lo recibe con gusto, pero no olvida lo que estaba por decir—. ¡Deberías estar en la casa, te vas a enfermar!

— Vine a esperarte, quería que volviéramos juntos. —Se separa muy poco, sólo lo suficiente para verlo a los ojos y luego sigue sonriendo.

Auron exhala por la nariz, incapaz de reclamarle por exponerse así. Incluso imita el gesto de su pareja. Ocupa su mano derecha para bajarse la bufanda y deja un beso en la mejilla del castaño.

— Entonces andando, que ya es muy tarde —regresa la bufanda a su lugar y acomoda mejor la de Luzu.

Luzu se aleja para colocarse al costado de Auron, se toman de la mano y comienzan a caminar en dirección a su pequeño departamento. En el transcurso conversan sobre su día y algunas otras cosas.

Auron y Luzu son universitarios. Hace tres años que cada uno llegó a la ciudad para estudiar una carrera universitaria, dejando atrás a sus familias, sus amigos y la comodidad de una casa propia. Se conocieron gracias al destino y un amigo en común. Cuando la atracción mutua se volvió evidente comenzaron a salir, pensando que, debido a las circunstancias, la relación estaba condenada a ser algo pasajero. Pero ahora estaban por cumplir dos años de pareja, ninguno se arrepentía de haberse aferrado al otro aún cuando las cosas se pusieron difíciles.

Llevan casi seis meses compartiendo un departamento en un edificio modesto, con trabajos de medio tiempo que cubren los gastos mientras continúan con sus estudios.

Auron cierra la puerta detrás de él y Luzu corre a encender la luz eléctrica. Ambos se quitan los gorros, los guantes, las bufandas y los abrigos; la ropa humedecida por la nieve se queda en el perchero de la entrada y los chicos van al dormitorio para buscar suéteres antes de cenar.

No tienen que preocuparse por preparar algo tan complicado. Luzu consiguió algo de la comida china que sobró en el local donde trabaja de mesero y sólo deben recalentarla. Durante la siguiente hora, ellos comen y siguen conversando, saltando de un tema a otro y riendo en complicidad sobre cosas sin importancia.

 LuzuPlay Month ¡! 2O2ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora