Lance abrió los ojos y se incorporó, sobresaltado, con la sensación de haber tenido una pesadilla horrible que no podía recordar. Se puso la mano sobre el corazón para calmarse, sintiendo la fiereza de los latidos bajo sus dedos y se dejó caer sobre las suaves mantas con un suspiro, centrándose en controlar su respiración.
Cuando por fin se calmó notó que se sentía ligero, cómo si alguien le hubiera quitado todo lo que tenía dentro y le hubiera dejado en un estado de pacífica somnolencia, sin nada de lo que preocuparse nunca más. Solo estaban él, las mantas que le susurraban que volviera a dormirse y el techo sobre su cabeza, donde figuras hechas a pinceladas bailaban para él.
Sin entender nada entornó los ojos, observando como las líneas poco a poco empezaban a adquirir sentido, entrelazándose y separándose hasta mostrarle la imagen de ángeles que reían, cantaban y se abrazaban. Le observaban, distantes, juzgándole por crímenes que no había cometido, y Lance sintió como si todo a su alrededor se hiciera pequeño, oprimiéndole lentamente. Ya no era ligero y la suavidad a su alrededor se había tornado en serpientes que intentaban arrastrarlo hasta el fondo del abismo más profundo.
Se incorporó rápidamente de nuevo y en su afán por ponerse de pie trastabilló y cayó contra el suelo. De sus labios escapó un quejido de dolor que fue a morir contra la alfombra sobre la que había caído.
Apoyándose con las manos logró levantarse pese a lo débil que de repente sentía su cuerpo y con estupefacción contempló la habitación en la que se encontraba. Las paredes que se alzaban a su alrededor eran de un tono amarillo pálido, casi enfermizo, cubiertas casi en su totalidad por estanterías llenas de libros gruesos y de aspecto antiguo, algo polvorientos, y un armario cerrado en uno de los laterales. Cerca de éste había un escritorio de madera mal pintada de blanco cubierta con pergaminos esparcidos por encima, llenos de manchas de tinta, anotaciones hechas con letra ilegible y dibujos extraños.
Dirigió la mirada a la cama sobre la que se había despertado. Era sorprendentemente simple para lo llena que estaba el resto de la estancia. No era más que una cama, sin serpientes ni nada que quisiera hacerle daño, al igual que la pintura del techo no era más que eso, una pintura.
Se encontraba en una habitación perfectamente normal, a excepción de que no sabía dónde estaba. Se quedó unos segundos estático con los ojos fijos en las arrugas del edredón al darse cuenta de eso. No recordaba haberse quedado dormido. No recordaba qué había hecho el día anterior, ni la semana anterior. No recordaba nada. En su mente había un vacío negro, una pared que le impedía ver todo lo que había hecho en su vida, por más que se esforzara. Lo intentó con todas sus fuerzas hasta que la cabeza empezó a palpitarle de dolor. Soltó un gemido agónico y se agarró las sienes con ambas manos, sintiendo lágrimas de desesperación formarse en sus ojos.
Su respiración empezó a acelerarse de nuevo, mientras un remolino en su mente se lo empezaba a tragar, sin que él pudiera hacer nada para impedirlo.
- Lance, cariño, ¿estás despierto?
Una voz dulce y arrulladora que le sacó del vacío, cómo un salvavidas lanzado a socorrer a un náufrago perdido en el océano. Lance. Eso era, su nombre. Se llamaba Lance.
- Sí – consiguió responder con la voz rasposa, seguido de un ataque de tos. Repitió el monosílabo un par de veces más, esta vez con más seguridad.
La voz al otro lado de la puerta rió y Lance notó como una marea agradable le inundaba el pecho y se le extendía por las extremidades con una oleada de bondad. No sabía quién era, pero poco le importaba. Le había aportado claridad de repente y no pensaba volver atrás.
- Muy bien... El desayuno está en la mesa, te esperamos abajo.
La voz se alejó con pasos apresurados. En la cueva de su mente habían aparecido dos antorchas para guiarlo. La primera había sido el recuerdo de su propio nombre y la segunda el hecho de que no estaba solo en aquel lugar, y el extraño era alguien que no pretendía hacerle daño.
Tras unos instantes de incertidumbre finales, ganó confianza y se dispuso a aclarar aquel misterio. Bajaría, hablaría con aquella persona y todo estaría bien. Sí, parecía un buen plan. El dolor de cabeza ya no era más que un débil pitido intermitente en su oído.
Se acercó con pasos vacilantes a la puerta, como si creyera que en cualquier momento todo fuera a derrumbarse, pero el suelo se mantuvo firme en su sitio y al abrir la puerta un olor dulce le inundó las fosas nasales e hizo que su estómago rugiera sonoramente. Como si fuera una mosca se dejó guiar escaleras abajo sin fijarse mucho en lo que le rodeaba y no se detuvo hasta llegar al origen del aroma.
Fue recibido por un comedor espacioso, decorado ostentosamente con cuadros y retratos de gente de aspecto imponente. Anchos ventanales permitían el paso de la luz solar, que hacía que todo adquiriera calidez y vida. En el centro de la estancia había una larga mesa cubierta por un mantel blanco. Encima de ella había todo tipo de manjares que hicieron que la boca se le hiciera agua. Platos de pastas y chocolatinas, tarros de mermelada y miel, paquetes de mantequilla, queso, jamón, jarras a rebosar de zumo, café y leche, pan acabado de tostar, boles llenos de fruta fresca e incluso huevos fritos y beicon crujiente, todo servido en porcelanas delicadas.
Solo dos sillas estaban ocupadas, y al entrar él las voces que podía oír desde las escaleras se habían acallado de repente. En la derecha había un hombre de aspecto bonachón que no debía tener más de cincuenta años y a la izquierda había una mujer bajita que se levantó rápidamente para ir hacia él con los brazos abiertos.
- ¡Lance! – dijo, con lágrimas en los ojos, y Lance identificó su voz como la que había hablado con él a través de la puerta. Lo abrazó fuertemente, casi desesperada – Te hemos echado mucho de menos... Pero bueno, ¡debes estar muriéndote de hambre!
Sin darle tiempo a reaccionar le cogió de un brazo con fuerza y lo sentó en una de las sillas vacías a su lado. Con la rapidez y gracia de un felino empezó a servirle de todo, sin darle tiempo a nada. En apenas unos segundos tanto su taza como su plato estaban hasta arriba de delicias.
Millones de preguntas corrían por su cabeza, pero fueron acalladas por el hambre voraz. Sin pensárselo dos veces empezó a devorarlo todo y cuánto más comía más hambre tenía.
- Cuidado, no vayas a atragantarte – le dijo la mujer, risueña.
Lance siguió comiendo hasta que no pudo más, sin percatarse de que sus dos acompañantes se habían quedado mudos, mirándole fascinados, como si estuvieran en un trance.
- ¿Te has quedado satisfecho, cariño? ¿Quieres que te traiga algo más?
Lance acabó de tragar y suspiró. Satisfecho su hambre su cerebro volvió a funcionar rápidamente. Negó con la cabeza y se miró las manos con algo de vergüenza: acababa de comerse la comida de aquellos extraños sin siquiera saber quiénes eran.
- Yo... – empezó, algo inseguro. Se sentía algo incómodo y se quedó unos instantes buscando las palabras adecuadas, sin saber muy bien cómo continuar. – Lo siento muchísimo, pero... yo... no sé quiénes sois.
Se quedó con la mirada clavada en sus uñas, esperando una reacción, algo.
- El doctor nos advirtió de que algo así podía pasar...
Lance levanto la mirada, confundido, viendo como aquellos dos extraños compartían una mirada conocedora de un gran secreto.
La mujer suspiró y le cogió una mano. Con compasión en los ojos le dijo:
- Lance, somos tus padres.
•••
¡Hola! Gracias a la cuarentena vuelvo a disponer de tiempo para escribir <3
¿Cómo estáis? Espero que tanto vosotros como vuestras familias y amigos estéis bien.
Recordad quedaros en casa, lavaos las manos con frecuencia y limitad vuestro contacto con otras personas lo máximo posible. Juntos acabaremos con esto <3
ACTUALIZACIONES >> Podéis seguirme en mi Instagram secundario @tmrikigai , publico mayoritariamente dibujos pero estoy bastante activa en stories y voy informando del avance de los capítulos y cuando salen. También es mucho más fácil contactarme por allí.
¡Hasta la próxima!
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King ~ Klance AU
Fiksi PenggemarLance despierta en una habitación desconocida, en la casa de unas personas desconocidas que afirman ser su familia. No recuerda nada desde lo que sus supuestos padres llaman "el accidente", y él deberá intentar encajar en una vida que no siente como...