CAPÍTULO V

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El amor, la amistad, la lealtad... son hermosos ¿verdad amor mío? Bueno, también pueden llegar a ser la peor pesadilla de uno. A veces el amor ciega y una mente mente maestra se apaga, y es justo entonces donde la bala es disparada.
Tu lo sabes bien ¿no es así amor mío?

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- ¿Y bien? -le preguntó Ernesto, aún a centímetros del rostro de Valentina.

- Creo que debe alejarse... su majestad -dijo de mala gana.

Sin embargo, sorprendentemente, Ernesto rodó los ojos y se alejó, sentándose nuevamente en el sillón, en aquella pose tan poderosa e impotente.

- ¿No me vas a dar explicaciones? Porque yo quiero saber que demonios hacías en el Portal, y que mierda era el aparato que tu y tu perro faldero tenían.

Valentina suspiró. Miró fijamente a Ernesto, achinando los ojos en señal de que lo analizaba.

- Debería cuidar su lenguaje majestad ¿Qué dirían sus padres si se enteran de que usa una lengua tan vulgar?

- No lo sé, dime ¿Qué dirían tus padres si se enteran de todo lo que sé?

Valentina volvió a suspirar, y pasó su vista por la habitación tratando de relajarse mientras pensaba en como salir de aquella situación.

- Sé que no te interesa el trono -empezó a decir la chica- en las juntas nunca prestas atención y siempre dices que si a todo para que no te molesten.

- ¿Eso qué tiene que ver?

- No veo porque te interesas en esto.

- Eso no importa. Simplemente me parece divertido saber que tramas. También te he observado Royers. El castigo que estás cumpliendo es la muestra de que de alguna forma u otra... quieres evitar la destrucción de Descendit.

Valentina se quedó sin palabras. Tenía que decir la verdad a ese tonto y egocéntrico príncipe de enfrente.

- Iba a ir a advertir a Descendit sobre nuestro ataque.

Fué como un balde de agua fría que le cayó encima. Erizando su piel y poniéndola chinita. Por primera vez su rostro se deformó en una mueca sorprendida.

- ¿Por qué demonios quieres hacer esto?

- Ya lo dije. Si Descendit muere, morimos con él. Nosotros no sabemos cultivar o construir, eso lo hace Descendit. Solo somos unos niños ricos que saben de tecnología, política y economía; pero no tenemos ni idea de agricultura, cosecha o pastoreo.

Ernesto sacudió lentamente su cabeza, y rápidamente la puso entre sus manos, riendo con gracia entre dientes.

- Dime una puta razón por la que no deba decir nada.

- A ti no te importa Autem. Tampoco te importa Descendit. Si te callas podrás salvar a quienes realmente quieres. Si se arma una guerra puedes escapar.

Ernesto estaba confundido y extrañad. Había subestimado a aquella chica, pero todavía podía jugar con ella. ¿Qué iba a hacer? Lo tenía claro, al menos en cierta parte.

La Rebelión ZodiacalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora