CAPÍTULO VIII

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Oh amor mío. Los humanos son tan frágiles. Pueden romper acuerdos de años, mentir a personas que jamás mintieron, y arrepentirse de decisiones que nunca cuestionaron. Son criaturas caprichosas y convenidas, actúan según sus circunstancias y olvidan promesas eternas. Tal y como tú lo hiciste.


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8:30

El tiempo había pasado, y el día de Royes al fín había llegado.

- Encárguense de llevar todo lo estipulado en la lista. Cambios de vestuario, regalos, monedas de oro -Paula caminaba con paso apresurado, mientras un sirviente se mantenía a su par con una tablet, apuntando todo lo que decía ella-, en media hora envíe el cronograma a la familia real, los altos mandos y a los Royes.

- Como ordene señorita Evans -el chico hizo una leve reverencia y se fue.

Paula llegó abrió una gran puerta y entró a la sala secundaria, donde estaban la reina y algunas sirvientas que le terminaban de arreglar el vestido.

- Paula. ¿Ya te has cambiado?

- Aún no su alteza, de hecho venía a pedir su ayuda para la selección del vestido.

- Oh querida, que gusto.

Dos sirvientas entraron con unos maniquis que llevaran puestos elegantes vestidos. El primero era de color azul, simple pero con diamantes incrustados en los pliegues y polvo de oro el la parte del pecho. El segundo era de color rosado pastel, era delicado y con espirales brillosas por la parte de abajo. Mientras que el tercero era dorado, la parte de arriba era casi transparente con una fina tela blanca cubriendo la parte del pecho.

La reina se acercó a revisar los vestidos, rozando sus dedos con la tela y los complementos. Una ligera sonrisa surcaba sus labios, a pesar de que estuviera furiosa por dentro. El odio entre la familia real y la familia Royes siempre fué considerable, y ese día, solo hechaba más leña al fuego.

- ¿Hablaste con Valentina? -preguntó la reina mientras hacía señas para que las sirvientas le dieran el vestido azul a Paula.

- Por desgracia -dijo recibiendo el vestido y entrando a una especie de probador.

Mientras se ponía el vestido la reina permaneció en silencio, y formó una sonrisa en su rostro al ver a la chica con el vestido puesto.

- Quiero que la vigiles. Ten tu mirada fija en ella en todo momento.

Paula asintió seria mientras se miraba al espejo y pasaba con lentitud sus manos por el vestido.

- ¿Qué hay de su sirviente o su hermano? -preguntó.

- No son gran problema. Corny no hará nada que no se le ordene y su hermano es un tonto con fuerza.

Con un última mirada que Paula no pudo descifrar, la reina hizo que se llevaran los otros dos vestidos y salió del lugar con tanta elegancia y firmeza que abrumó a Paula.

Se vió en el espejo por última vez y con una seña las sirvientas se llevaron todo, dejando a la chica sola y con un hermoso vestido azul que apretaba con fuerza en sus puños.

Había algo mal, muy mal. Sabía que había que controlar a Valentina, pero tenía un raro presentimiento. Sentía que ella no iba a ser el problema, que esta vez iba a haber alguien más que generaría muchos problemas.

La Rebelión ZodiacalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora