Una muerte miserable

Canto 4.- Reflejo infiel

Camino por los pasillos de mi casa, es de madrugada y es una hora que más que lúgubre y sepia, se me antoja vacía.

Es incómodo y extraño ver luz en la oscuridad, pues los tonos de los muebles son más profundamente negros que los alrededores.

Es mi casa. Sé que lo es, pero no hay a esta hora color...

Y lo odio.

Contornos vacíos, siluetas rellenas, todo es negro y frío, como si fueran pasillos que me guiarán a mi muerte.

Aunque aquí, todo está muerto, incluso yo.

Solo una cosa marca la excepción; El espejo.

Es un espejo viejo, solo el Señor (no tú Señor, sino el mío) sabrá cuántas cosas habrá contado, a cuántas vidas habrá mentido... A cuántas almas habrá robado... Y me llama.

Me llama su brillo seductor, en una tenue sonrisa macabra y blanca, una curveada luna lúgubre y tenaz que me incita a acercarme más.

Me hiela la sangre del miedo, me arrastra los pies y ahora el horror se apodera de mí.

No, no deseo acercarme más, pero no lo puedo evitar.

Voy a hacerlo.

Me acerco a una velocidad vertiginosa y no lo noto por que no soy yo quien en mi cuerpo manda, pues ahora su brillo captor y el yo que veo en el reflejo me atrae.

Pronto estoy a un palmo y poco más del espejo corriendo hacia él.

Me mira con ojos vacíos y blancos, carcajea ante mi dolor con una siniestra voz que mataría a un santo del horror y extiende su brazo izquierdo hacia mí, abriendo la mano, queriendo capturarme o...

Quizás me quiere salvar.

A la distancia de un suspiro se detiene mi puño de impactar contra el espejo antiguo y reparo al fín en lo hórrido del reflejo, pues me encuentro a mí sonriendo frenético y sin control.

Sangre corre de las comisuras de mis labios, pues he sonreído y carcajeado hasta mis labios desgarrar y mi lengua las encías perforar.

El demonio que veo en el espejo ahora no es un simple ser...

Es una criatura abominable, es repulsiva y me causa dolor.

No logro ver a nadie más que a mi.

Y lo odio.