Ansiedad

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El ruido de las agujas de reloj chocando con su tiempo se sentía agobiante, cada golpecito retumbaba en mi cabeza, el tiempo también se golpeaba en ella, yo no paraba de mover mis piernas en busca de tranquilizar la agitación de mi corazón. Después de intentar estabilizarme, la gente era intimidante, y es que la terminal de ómnibus se llenaba. Mi aspecto visual remarcaba la lucha de una noche desolada, en busca de esperar aquel colectivo que me guiaría hacia casa, no podía dejar de pensar en mi rostro, como se vería, como el resto lo apreciaría. De pronto miré hacia un costado y observé una chica tan bella, parecía de aquellas, que se las pasaba horas andando en skate boards, disfrutando la adrenalina tras recorrer los asfaltos en días de sol, maquiné andar en skate con ella, y de pronto su vista también es clavada a la mía, no pude soportar tanta vergüenza que mi cuerpo se empezó a calentar y el color rojo en mí hacía presencia. Taquicardia por sentirme observado, me enroscaba en remarcar que parecía un payaso, me levanté de aquel banco, empecé a caminar en círculos esperando mi colectivo. Mis oídos se sentían embarrados, escuchando las risas del alrededor, creía que se reían de mi situación, de estar girando como un loco, en busca de que el colectivo viniera para poderme escapar. Sentía que salía de mis compas, no seguía lo normal, era diferente al resto, que el resto percibía aquello y se quedaban observando esperando que huyera de ellos. Sentía miedo, más aún entrar al baño para refrescarme un poco la cara, y limpiar mi sudor. Había calculado cuántos pasos daría desde este banco hasta el baño. Quería detener mis pensamientos, pararme e irme hacía el, sin pensar en el resto, pero no podía, había una fila, y no importaba si era corta, larga, o si después de uno, yo seguía, era estar al contacto con gente desconocida, eso me carcomía, porque no quería que me vieran, no.

De igual manera lo hice, me atreví a ir hacia el baño. Entré me mojé la cara tratando de bajar la temperatura de mi alma, pero ya era tarde. Mis ojos se empezaron a hinchar y sabía que ya había empezado a llorar y no lo entendía, lo juro. Me encerré en uno de los baños dentro del baño, y lloré con bronca, dentro de la bronca. No podía tratar de explicar, que no odiaba a las personas, odiaba pensar de mí mismo que odiaba a las personas porque me generaban malestar, aunque ellos no me lo generaban, me lo generaba yo mismo y mi inestabilidad, entonces un enorme círculo vicioso de pretender entender mi cabeza. Lloré, grité, pataleé como nunca, perdí la cordura. Moví mis dedos del pulgar hasta el meñique, lo repetí tres veces. Cerré los ojos conté como lo hacía siempre, hasta quince, tomaba mucha aire, y lo exhalaba buscando mi aguante.

Uno, cierra los ojos controla el nivel de la poca respiración.

Dos, sacude la cabeza relájate.

Tres, si quieres llorar hazlo, a veces es necesario.

Cuatro, toma una pausa, tómala.

....

....

Cinco, seca tu lagrimas

Seis, No te desesperes

Siete, Detén tus manos, no golpees nada.

Ocho, trata de no gritar, no lo hagas porque te vas a descontrolar.

Nueve, Frena tus pensamientos negativos solo piensa en otra cosa, por favor.

Diez, Sé que quieres dejarlo todo, sé que llegar al quince te cuesta, que estas indignado pero solo repitamos del paso uno hasta el cinco y evitemos pensar que tenemos que llegar hasta el quince, imaginemos que solo hay que hacerlo hasta el cinco. En tres, dos,

Uno, Cierra los ojos

Dos, Sacude la cabeza

Tres, Llora

Cuatro, pausa.

....

....

cinco y quince, tranquilízate. Lo has logrado.

Al terminar el número 15, cantaba una canción de Luis Spinetta mientras me desahogaba llorando...

Si no canto lo que siento

Me voy a morir por dentro

He de gritarle a los vientos hasta reventar

Aunque solo quede tiempo en mi lugar.

Si quiero me toco el alma

Pues mi carne ya no es nada.

He de fusionar mi resto con el despertar

Aunque se pudra mi boca por callar.

Salí del baño dentro del baño y me miré al espejo, sequé mis lágrimas con papel higiénico, no podía comprender porque me sentía así. Me quedé petrificado apreciando aquel ser que se recalca en unas láminas de vidrios finos como papel, tan frágiles como mi estado mental, débiles lleno de humedad. Me quedé escuchando como el agua de la canilla que dejé abierta salía sin límite alguno, o al menos eso pensaba, sin tener en cuenta como iba consumiendo el mundo, de la misma manera, que me consumía mi conciencia. Lento, sin noción, destruyendo de a poco, mis mecanismos rotos. Mis malos pensamientos encojo, buscando sonrisa en mi rostro, tratando de ser lo más normal posible para la sociedad, o quizás, para sentirme parte de ella. Con antifaz, visualizo el mundo desde una perspectiva que no es mía, es la de aquel cuerpo pensante que trata de mantenerse cuerdo a pesar de que su mente sea un desastre, debo hacerlo, ya no hay tiempo. Me dirigí hacía la parada del colectivo y vi como ya se estaba yendo, otra vez, el tercero perdido, por culpa de lo mismo. De la presión en mi pecho, del temblor en mis huesos, del sudor entre mis dedos, del calor sofocante que se sentía existir en medio del calvario o simplemente, la parada del colectivo y mi mente en mal estado.

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