Tranquilidad

985 75 11
                                    

Nota: Afortunadamente el error de las visitas se corrigió entonces no hubo necesidad de tomar medidas drásticas, así que aquí les dejo el segundo capítulo, que lo disfruten.

Regresé a casa y preparé la comida mientras pensaba en buscar trabajo, salí a recorrer las calles en busca de algo que me sirviera, buscaba algo en especial pero no pude encontrar nada y eso me frustró un poco, tal vez si lo hacía por mi cuenta podría funcionar, me senté en una banca del parque una vez que me cansé de caminar, me quedé ensimismada viendo a un grupo de patos nadar en el lago artificial, por primera vez en mi vida estaba sola, comenzando de nuevo, hace unos días esta idea me habría parecido ridícula, aunque si me detenía a meditarlo no era malo, aunque, siempre había permanecido en mi zona de confort, todo seguro, todo planeado y en orden, ahora estaba aquí, a muchos kilómetro de casa intentando empezar una nueva vida, tenía muchos miedos, no tenía absolutamente nada en el perfecto orden con el que siempre había manejado mi vida, todo incierto y empezaba a dudar que esta aventura durara mucho tiempo, tal vez la próxima semana ya estaría de vuelta en casa, fruncí el ceño, ¡No! Debía arriesgarme y seguir adelante con esto, en el fondo no estaba tan mal, sólo debía saber qué hacer con el asunto de encontrar un nuevo trabajo o lanzarme sola en ello, lo demás probablemente sería más sencillo, sopesaba varias opciones cuando el grito de una niña me sobresaltó.

-¡No Copito!-gritó la niña al tiempo que sentía un pequeño cuerpecito jugar en mis pies.

Bajé mi vista encontrándome con un pequeño y esponjoso perrito, un Pomerania color blanco que no dejaba de jugar con las cintas de mis botas, de inmediato lo tomé en brazos esperando a su dueña, me sorprendí al ver de quién se trataba.

-Hola Jennifer-saludé-, ¿Es tuyo?

-Sí-respondió apenada-, por favor no le digas a mi papá que Copito había escapado.

-No hace falta Jennifer-se escuchó una voz masculina-, te vi correr detrás de él, te dije que lo cuidarlas bien.

-Lo siento papi-se disculpó la niña-, pero mira, la Señorita que me dijo princesa lo agarró.

-Es lo que veo-dijo el hombre-, muchas gracias Señorita...

-Dulce-respondí colocando al can en el suelo-, Dulce Espinoza.

-Mucho gusto-dijo el hombre extendiendo la mano a lo que respondí al gesto-, yo soy Christopher Uckermann.

-Y yo soy Jennifer Uckermann-secundó la pequeña niña provocando la sonrisa de ambos.

-Es todo un placer conocerte princesa-dije viendo cómo se dibujaba una enorme sonrisa en sus labios.

-¿Oíste papi? Me dijo princesa-exclamó sumamente emocionada.

-Sí cariño, sí oí-respondió su padre sonriendo al ver a su pequeña hija-, bueno, de nuevo gracias, que tenga buena tarde.

-Igualmente-respondí mientras los veía alejarse.

Regresé a casa cansada y decepcionada de no encontrar algún trabajo, me metí a las cobijas dispuesta a continuar con la búsqueda al siguiente día; los días siguieron pasando pero no podía encontrar nada y ya comenzaba a desesperarme, tal vez sí lo haría por mi cuenta así que decidí comenzar a buscar algún local en renta, con cada día que pasaba lo único que no dejaba de preocuparme era el asunto del trabajo, estar en un lugar nuevo ya no me asustaba, comenzaba a gustarme de hecho, estaba acostumbrada al bullicio y vida en la ciudad, a siempre andar corriendo de un lado a otro por todo, aquí era completamente diferente, por primera vez en mucho tiempo pude detenerme a observar el cielo, los paisajes que debo decir eran preciosos, a saludar gente y hasta detenerme a conversar algunos minutos, todo tan tranquilo, tan lleno de paz, el aire limpio y sobre todo la inexplicable tranquilidad que yo sentía estando ahí, sí, definitivamente eso me gustaba cada vez más, suspiré y me relajé un poco, ya seguiría buscando algún local, por ahora tenía hambre así que entré a una cafetería por un bocadillo, me dirigí a la mesa más cercana a una ventana cuando los llantos de una niña me hicieron girar de inmediato, me acerqué lentamente en cuanto vi que se trataba de Jennifer, vi la cara de desesperación y preocupación de su padre lo cual me alarmó.

Lazado Corazón (Vdy) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora