Autocontrol

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Un par de días pasaron y aun no encontraba algún lugar dónde poner la veterinaria, la mayoría de locales eran demasiado grandes y por ende la renta un poco cara así que empecé a ofrecer mis servicios de veterinaria con mis vecinos a lo que todos respondieron con una sonrisa y un agradecimiento, no tenía ningún problema en atender a las mascotas en su domicilio y eso me haría ganar tiempo y dinero en lo que encontraba un local, qué cierto era eso de que empezar por cuenta propia costaba trabajo, en el hospital había entrado directamente por haberme graduado con honores, pero en situaciones donde dependía de mí eso no valía de mucho, mis clientes no me iban a preguntar por mis calificaciones, lo único que esperarían de mí sería que les salvara a sus queridas mascotas, era buena, claro, me estaba convirtiendo en una de las mejores veterinarias en mi antiguo trabajo pero aquí nadie me conocía, comenzaba a dudar que las personas le confiaran tan fácilmente sus mascotas a alguien nuevo en el pueblo y eso me frustraba un poco, tenía que despejar mi mente, salí al centro del pueblo algunas veces esperando encontrarme con Christopher y Jennifer pues me estaba aburriendo demasiado, pero no pasaba; estaba pensando en visitar Austin para distraerme y comprar algunas cosas para la casa mientras hacía unos arreglos en el jardín trasero cuando el ruido de alguien tocando a mi puerta me sorprendió, me dirigí a ella esperando encontrar a la pequeña niña con su hermosa sonrisa, pero en realidad era mi vecina del otro lado de la calle, la Señora Meyers, en su rostro reflejaba preocupación.

-Señorita qué bueno que la encuentro-dijo la mujer en cuando abrí la puerta.

-Dígame-respondí viéndola.

-Se trata de mi gato, no sé qué le pasa, no quiere comer nada.

-Vamos a verlo-accedí mientras me dirigía a tomar mis cosas.

Bien, algo de trabajo al fin, examiné al pequeño gato, Muffy, era un animal muy hermoso y muy bien cuidado, revisé su hocico dándome cuenta de que tenía una astilla de hueso enterrada entre sus molares, la saqué con sumo cuidado y se la mostré a la preocupada dueña.

-Aquí está el problema-dije acariciando al pequeño Muffy-, le recomiendo que si le llega a dar un poco de comida humana sea sin hueso.

-Qué bueno que sólo era eso, y claro tendré más cuidado al darle comida, muchas gracias Señorita Espinoza, en verdad.

Salí de su casa en cuanto me pagó, su rostro sólo reflejaba alivio y felicidad mientras acariciaba amorosamente a su felino, bueno, tal vez ahora ella correría la voz de mi trabajo y las cosas mejorarían, en verdad esperaba eso. Me metí a la ducha caliente por un buen rato logrando relajarme un poco, me puse el pijama y me senté a ver algunas películas mientras cenaba, aun no terminaba con los arreglos de la casa pero por ese día era suficiente, se notaba que el día siguiente sería igual que el anterior así que decidí ir a Austin a distraerme; me levanté temprano y de nuevo a la ducha, me puse unos jeans rotos ajustados a mi figura, una blusa rosa pálido y zapatos cómodos, subía mis cosas al auto cuando una camioneta bastante conocida dio la vuelta en la esquina, era Christopher quien llegó en unos segundos.

-Buenos días Dulce-saludó el hombre en cuanto bajó de su camioneta-, ¿Iba de salida?

-Buenos días Señor Uckermann-, respondí-, sí, iba hacia Austin pero dígame ¿Qué se le ofrece? ¿Todo bien con Copito?

-Sí, él está muy bien gracias, se trata de uno de mis caballos, creo que se rompió una pata.

-Vamos-dije de inmediato antes de entrar a la casa por mi maletín.

-¿No tenía una salida a Austin?-preguntó siguiendo mis pasos.

-Eso no es tan importante, puedo ir mañana - respondí mientras tomaba mis cosas y me giraba de frente a él chocando con su cuerpo, tardé más de lo debido en apartarme pues mis piernas no respondían pero al fin lo hice, di un paso hacia atrás antes de voltear a verlo.

Lazado Corazón (Vdy) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora