Capítulo 5

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Isabella.

Despierto con un dolor fuerte en el estómago.

Me retuerzo en la cama, y no aguanto más. Las lágrimas están cayendo de mis ojos, y sollozo. Me pongo de pie con dificultad, y busco las pastillas que me recetaron meses atrás para controlar el dolor en mi estómago. Las busco dentro de las gavetas, pero no están. ¿Qué haré?

Caigo De rodillas, sintiéndome que moriré aquí mismo. El dolor es insoportable. Todo lo que hago es llorar, y pedir ayuda, pero nadie viene. Siento que moriré de dolor, y cierro mis ojos.

***

Rosalie.

Escucho como Isabella llora, y pide ayuda. Quizás está sintiendo dolor nuevamente, pero todo lo que hago es sonreír, y encogerme de hombros. Por mi esa pobre tonta puede morirse.

-¡Rosalie! -grita, y ruedo mis ojos fastidiada.

Entro al asqueroso cuarto que le presté, y me acerco. Está ahí en el suelo, llorando de dolor. Su cuerpo está temblando, y decido que aún no es momento de morir. Tiene que sufrir más. No he terminado con ella.

Saco sus pastillas de mi bolsillo, y las meto en su boca. Ella está jadeando, y la miro fijamente. Maldita, tiene el mismo rostro de su madre. Es hermosa como Ángela.

¿Qué sentirá esa perra cuando vea a su hija muriéndose de dolor? Todavía recuerdo como si fuese ayer cuando me pidió que cuidara de ella.

-Rosalie, ayúdame por favor -Rogó -. Llama a Eric, y dile que tiene una hija. Por favor, te lo ruego, Rosalie.

Me río sin humor. Pobre estúpida, ella realmente pensó que cuidaría de su bastarda. ¿Pensó que cumpliría mi promesa? Esa zorra era mi amiga, y terminó enamorándose del hombre que amaba. Me arrebató todo, y fue mi turno de vengarme.

Murió hace años por culpa del cáncer, y ahora Isabella está teniendo el mismo destino. Casualidades de la vida... Madre e hija muriendo por la misma enfermedad. Me encargaré de que Isabella sufra el resto de su maldita vida. Jamás saldrá de éste club. Haré que pague todo lo que me hizo su madre.

-Rosalie... -jadea Isabella -. ¿Qué me pasó?

-Te encontré desmayada.

-Mi pastilla no las encontré y me desmayé.

Perra, si supieras que yo las tenía.

-Te encontré desmayada, y llorando -sonrío -. Aunque no lo creas, me preocupo por ti. Busqué tus pastillas, y las encontré, toma.

Ella me mira agradecida.

-Muchas gracias.

-La próxima vez sé más atenta.

-No sé cómo agradecerte.

Mi sonrisa aumenta.

-Tú lo sabes muy bien -Le digo -. Sólo trabaja en el club, y nunca te apartes de mí lado.

-Pero yo...

-Recuerda que solo me tienes a mí -Le digo -. Ah, por cierto, ha pasado una semana desde que me pagaste. Deberías bailar ésta noche para pagarme lo que falta.

-Lo haré.

-No me has dicho con quién te acostaste.

-Rosalie, discúlpame, pero eso no es tu asunto.

Bufo.

-Ya, te veo luego.

Ya sabré quién es él, maldita estúpida.

Te Deseo, Isabella. (RETIRADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora