Capítulo 8

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Derek.

Despierto por la calidez que desprende su cuerpo, y la abrazo con fuerza. Definitivamente estoy acostumbrándome a esto, y es una mala señal.

Sus largas pestañas rubias acarician sus mejillas, y su rostro se ve pálido bajo las luces que entran por la ventana. Esta mujer es un ángel, y me niego a dejarla ir pronto.

Me dejó claro que firmó un contrato, pero no estará en ese bar de mala muerte por mucho tiempo.

—¿Isabella? —susurro intentando despertarla.

Nada.

Parece agotada, y decido dejarla dormir un poco más mientras me doy una ducha. Cuando termino de bañarme, me dirijo al comedor para desayunar. Kelly ya está en la mesa comiendo sus cereales.

—Buenos días, señor Derek.

—Buenos días, María. Sírveme una taza de café por favor.

—Cómo usted diga, señor.

María se retira, y miro a Kelly con una sonrisa.

—¿Cómo estás, princesa?

—Bien —dice —. ¿Dónde está Isabella?

—Sigue dormida.

—Oh —Pone una cara de decepción —. ¿Hoy regresará a su casa?

Asiento.

—Por supuesto, tiene cosas que hacer.

—Sé que estás enamorado de ella —La sonrisa de Kelly es enorme —. Espero que se casen muy pronto.

Mis ojos se abren ampliamente.

—¿No crees que estás exagerando? La estoy conociendo.

Se encoge de hombros.

—Pero hacen una pareja muy bonita, y con ella siempre estás sonriendo.

Ni siquiera me atrevo a negar ese hecho.

—Todo a su tiempo —Me limito a decir.

María regresa con mi taza de café, y cuando termino voy a mi oficina para hacer un par de llamadas. Me han llegado informes de mi padre gozando el dinero como si no hubiera mañana. Maldito infeliz. Que lo disfrute porque no durará mucho.

Miro la hora en mi reloj, y veo que son las once de la mañana. Voy a la habitación, y me sorprendo al ver que Isabella sigue dormida. ¿Por qué duerme tanto? Supongo que está acostumbrada ya que trabaja en un bar hasta altas horas de la noche.

—¿Isabella? —susurro tocando su mejilla —. ¿Isabella?

Nada, ni siquiera reacciona a mis toques. Su rostro está pálido, y el pánico se asienta en mis hombros. Esto no es bueno.

—¡Isabella! —grito.

—Derek, ¿por qué gritas? —pregunta Kelly.

—Dile a María que traiga alcohol, y algodón. Isabella no despierta.

—¿Qué tiene?

—No lo sé, Kelly, ve por María.

Escucho sus pasos alejarse, sigo intentando hacer que Isabella reaccione, pero nada. ¿Qué está mal con esta chica? Recuerdo sus dolores de estómago, y ahora esto.

Segundos después, María viene con algodón, y alcohol para acercarlo a la nariz de Isabella.

—Isabella, reacciona, preciosa.

Mi voz suena temblorosa, y para mi alivio al fin abre sus ojos azules. Se ve aturdida, y asustada.

—¿Derek?

Te Deseo, Isabella. (RETIRADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora