Salado y Ruidoso

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El sudor corría por si sien, su corazón latía de tal manera que amenazaba salir de su pecho, las piernas corrían a la velocidad que su condición y cuerpo se lo permitían. Vio una esquina, donde estaban unos botes de basura y tuvo una idea. Al doblarla se escondió tras los tambos y espero, escuchando atentamente los pasos de su perseguidor.

"Tres ... dos ... ¡uno!"

Pateo con fuerza los botes, haciendo tropezar de manera brusca a quien lo perseguía, se golpeo con los botes y la caía pudo haber sido peor, pues había sido amortiguada, lo malo; los amortiguadores eran bolsas de basura.

-¡Crowley! - Gruño el chico de quince años entre la basura.

-¡Te lo mereces cara de sapo! - Le grito el mencionado desde la distancia mientras volvía a correr, no iba a esperar a que se levantara.

Llego justo a la escuela al sonar la campana, al menos se había salvado de un retardo.Mientras se acomodaba el suéter del uniforme y sus gafas oscuras, una mano lo palmeo por la espalda.

-¿¡Ey que pasa amigo !? Parece que te atropelló un camión.- Se burló un chico de cabello rebelde y negro.

-Casi, pero fue el estúpido de Hastur, al menos me deshice del por el momento.- Contesto.

-¿Este idiota sigue molesto por que invita a salir a Dagón? Que lo supere, ella nunca le hará caso.-

-Además no fue la gran cosa, no fue una cita romántica o una cursilería por el estilo, fue algo casual.- Dijo despreocupadamente.- Aparte, creí que a ese idiota le gustaba Ligur.-

-Ese sujeto le entra a cualquier cosa que se mueva, que asco.- Dijo Beelzebub con una mueca

No podría seguir hablando, pues la maestra llego al aula, una mujer de casi cuarenta años, con expresión dura, mirada inquisidora y ojos que parecían escrudiñar el alma, los alumnos se callaron en cuanto la vieron cruzando por la puerta, fingiendo leer con tal de no ser amonestados ya que esa maestra solía castigar hasta la mínima cosa. Crowley la odiaba y a su materia, que era Lectura y Redacción, cualquier error que le disgustara a la maestra, costaba un bajón de puntos en la evaluación y por lo tanto, en calificación final. Ademas de que prefería leerse cómics o mangas antes que largos libros de autores muertos hace quien sabe cuantos años.

Las clases pasaron sin mayor relevancia, aburridas como de costumbre, Crowley procuraba sacar buenas notas en general, no porque le interesara ser estudiante modelo realmente, si no porque ya tenía un historial con problemas de comportamiento y si algo al menos podría compensarlo para no ser expulsado, era al menos teniendo notas sobresalientes, claro, si no fuera por las materias de Historia y Lectura que le hacían la vida de cuadritos.

Pero como se menciono antes, la maestra de Lectura era una profesora que castigaba a la mínima falta a sus alumnos, con tal de que hicieran sus trabajos, no le jugaran bromas (aunque no era garantía) y guardaran silencio, pero su manera de enseñar solo hacia los alumnos memorizaran de manera mecánica lo que sea que les enseñara, cosa que no ayudaba a la hora de los exámenes o cuando hacia preguntas sorpresas. Como odiaba los días que preguntas sorpresa.

En cuanto al maestro de Historia, nadie podría creer como alguien podría ser capaz de transformar historias de guerra y sangre, o épicas leyendas de magia y criaturas fantásticas en algo tan aburrido, con su molesto tono de voz, sus dictados interminables que acalambraban las muñecas y ensayos de veinte páginas de un día para otro.

En sí, aspiraba poder ir a una buena Universidad y hacerse cargo de su propia vida de manera decente y no como la que tenía actualmente. Por el momento, se confomo con sacar buenas notas y a la vez hacerse de una reputación temida, no porque le gustara ser un busca pleitos. Junto a su amigo de infancia Beelzebub Prince, quien era una cabeza mas baja que el y Lucifer Mornigstar, un alumno de un grado mayor que ellos, habían aprendido a ser un trío temido y respetado por todos en aquella escuela donde solían abusar del mas débil. Cabe decir que dicha reputación no fue fácil de conseguir, pues fue no negarse cuando los demás buscaban pelea, darles una lección a quienes se reunieron con ellos, entre otras cosas que les habían costado suspensiones, castigos, golpes y labios rotos.

No importa la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora