prólogo

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El retroceso de la pistola cada vez que aprieto el gatillo deja en mi boca la sensación de saciedad, en mis venas la adrenalina comienza a fluir, mientras logro que en las de otros comience a fluir el miedo; en mis fosas nasales siento la pólvora. 

El incesante y a veces molesto eco de las alarmas de las ambulancias o las patrullas, no lo sé ya, en cada rincón de los callejones oscuros. 

El sonido de las balas cayendo al piso, la sangre contraria de algunos escurriendo, mientras los otros se esconden para no recibir disparos. Es ahora, sonrío ante ese pensamiento y presiono contra mi pecho mi collar.

Ahora. 

La ráfaga de disparos y el humo de las bombas inundan la calle, la sonrisa continua dueña de mi expresión y salgo a buscar un nuevo reto; lástima que, para mi mala suerte, ya no quedaba nadie allí. Las ratas volvieron a su madriguera. 

—Que pena... la próxima será.— vi hacia mis pies; una mancha de sangre residía en ellas.— Mierda.— mascullé. 

Enfundé y procedí a tomar un pañuelo del bolsillo de mi ya muy maltratado abrigo para refregar sin descanso contra esa asquerosa mancha; ¿por qué sangran tanto? 

—Hey, vamos.— oí sus pasos recular y esperar por los míos a lo lejos; dejé mi bota, no pude hacer mucho por ella, y me fui. Mi pequeña pistola seguía caliente y con dos balas en su interior y, sólo por si acaso, me dispuse a recargarla. Nunca se sabe. 

La camioneta esperaba en el centro de la calle pero, cuando me dirigí hacia ella, sentí una mano ceñirse a mi efigie; al parecer sí quedaba alguien. 

Su cara era de súplica. Estaba malherido y sufriendo, no le quedaba mucho, así que me agaché hasta la altura de su oído. Volví a pararme luego de susurrarle. 

Mis botas... no siento tener que matarte.— 

Me miró con terror y desenfundé, alineé el cañón contra su frente y jalé el gatillo sin titubeo. Observé cómo de su cráneo escurría aquel líquido bordó y volví a guardar mi arma. 

Me volteé y quise caminar, pero noté que su mano seguía aferrada a mi tobillo. Le pegué una suave patada y la alejé de mis botas; no podían quedar más sucias. Eso no saldría. 

Llegué al móvil, me subí a la parte de atrás y, antes de que arranquemos:

—¿Qué le dijiste?— me preguntó una voz proveniente de mi lado izquierdo. 

—Nada...— contesté sin mirarle a los ojos. 

Mientras admiraba las estrellas y la luna en el cielo, contemplé en mis pensamientos la frase pronunciada hace ya algunos minutos a aquel hombre moribundo y no pude evitar la sonrisa. 

Pude notar otra mancha, ahora en la manga derecha de mi camisa..., carajo

Lo edité y no me resistí a subirlo

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Espero les guste esta loca idea que surgió en mi cabeza.

Voten si les va gustando. <3

S I L K Y;

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