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Ya no me salía la voz para gritar. Me dolía todo el cuerpo, lloraba y gritaba para que me dejaran de lastimar, pero no funcionó. Quien se encargaba de propiciarme tales palizas, quemaduras, laceraciones y demás, sólo reía y seguía con su sucio trabajo. 

Cada milímetro de mi cuerpo ardía, sangraba, dolía. Me desgarraba cada vez más las cuerdas vocales gritando y llorando, pidiendo clemencia. Me dolían hasta las uñas, el pelo. 

Cuando se abrió la puerta una vez más y oí un "espere afuera", dejé salir todo el llanto que tenía acumulado. Pensé que ya no me torturarían, que me dejarían en paz. Sólo que no fue así, la pesadilla continuaría. 

El mismo tipo pequeño de antes se había sentado frente a mí, mirándome como si fuese lo más cómico que vió en la vida. Comenzó a sonreír, el muy desgraciado, y yo sólo podía llorar. 

—¿Estás lista para hablar?— me preguntó y yo sólo asentí desesperada. 

—Le diré todo lo que sé.— dije con la poca voz que tenía.

—Cuando quieras, pequeña. Soy todo oídos.— aclaró su garganta y se acomodó el cabello, posándose en una posición más relajada. 

—¿Qué quiere que le cuente?— pregunté para al menos saber qué quería. 

—¿Dónde están?— preguntó primero. 

Tome una bocanada de aire, dispuesta a abrir mi boca para soltar algunas palabras; cosa que pareció interesarle, puesto que sus ojos estaban totalmente sobre mí, expectante y atento a lo que diría.—¿A quienes busca?— quería una especificación. 

—A los BulletproofBoys, ¿a quien más?— no entendía de quienes me estaba hablando, así que me quede totalmente en blanco y sólo pude balbucear incoherencias. 

—¿Disculpe?— pregunté confundida. 

—¿Vas a fingir que no les conoces? Bien, le pediré al doctor que entre y continúe su trabajo.— amagó a salir.

—¡Espere!— se dió vuelta y me miró— Lo único que sé de ellos es lo que ha salido en la televisión, lo juro. No les conozco en persona, ni sé cuántos son o dónde están.— solté en un hilo que pareció convencerle. Retomé el aire y volví a hablar.— Por favor, no sé nada, se lo juro. Déjenos ir, mi hermana es todo lo que tengo, no hablaremos.— supliqué, pero su cara cambió. 

—¡Doctor! Toda suya.— hizo una pausa— Quiero que la haga gritar las respuestas que quiero, use el plan B.— le dijo al hombre de bata, y no supe a qué se refería. Inquieta, con miedo y con el cuerpo y el alma adoloridos, me quedé esperando que volvieran a torturarme, y cerré mis ojos.

Un fuerte ruido metálico me hizo volver a abrirlos; habían traído una bandeja de dicho componente con comida en ella, y agua. Juro que nunca había sentido tanta hambre y sed que cuando ví aquello. 

—¿Qué es esto?— pregunté sin entender.

—¿Tampoco sabes lo que es la comida?— preguntó el tipejo, y yo sólo asentí.— Entonces, come.— y no esperé más. Hice lo que me dijo, en cuanto me desataron las manos, aunque no los pies. 

En la bandeja había bastante comida; tenía un tazón con espaguetis, una lata de refresco, un vaso con agua y un plato con carne y arroz. Fue la mejor cena o almuerzo que jamás haya comido. O quizá digo eso porque realmente estaba hambrienta. 

 A todo esto, sólo el pequeño hombrecillo -que no debería ser llamado así- se quedó observándome. 

—Ahora ya has comido, te llevaremos a darte una ducha.— no pude evitar asustarme; ni alcoholizada hasta la médula me dejaría llevar por él a un baño, a solas.— No pongas esa cara, te quedarás con una mujer, enfermera. Atenderá tus heridas y te dará ropa.— me tranquilizó un poco lo que decía, pero seguía poco convencida. 

𝕭𝖚𝖑𝖑𝖊𝖙𝖕𝖗𝖔𝖔𝖋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora