Reencuentros y malas noticias.
Me había imaginado infinidad de veces ese mismo instante; el reencuentro con Luke. Repasé mentalmente qué debía decir con exactitud, que postura adoptar, que ropa ponerme y cómo actuar.
Pero nunca, en ninguno de los descabellados escenarios que elucubré, iba a ser tan abrupto y sorprendente.
El efecto que ejerció en mí fue inmediato, desde que mis ojos quedaron engullidos por aquellos dichosos glóbulos oculares de un azul intenso y eléctrico.
Sufrí un cortocircuito generalizado, la mente se me vació, el corazón se me estrujó en el pecho, el vello de la nuca se me puso de punta, sentí la garganta seca, todo en general se agitó dentro de mí de tantas maneras diferentes que no pude discernir ninguna en concreto.
Su actitud no colaboró a aclararme.
Lanzó una mirada angustiada a su espalda, como buscando algo o alguien y después dio un paso al frente, seguido de otro. Me cogió con los hombros, haciéndome retroceder hasta que él quedó dentro de la casa para cerrar la puerta a sus espaldas.
Ahora que lo pensaba, ¿cómo narices había entrado? La valla de fuera seguía cerrada a cal y canto, ¿había saltado?
Espera, espera, qué coño.
¿Qué hacía él AQUÍ para empezar?
Le di una patada al revoltijo emocional que me inutilizó durante los primeros segundos y profundicé el ceño, cargado de incomprensión y hostilidad.
—¿Qué se supone que estás haciendo en mi casa? —demandé, empleando un tono de voz autoritario y seco.
Luke sacudió la cabeza.
—No hay tiempo —zanjó con desgana.
—¿Cómo que...? —me corté a media frase. Aunque lo más adecuado sería decir que me cortó en mitad de la pregunta, ya que sus dedos se cerraron entorno a mi muñeca y tiró de mí hacia delante—. ¡Luke!
Traté de zafarme, pero no me dejó.
Estaba demasiado agotada por la noche de juerga y confusa por todo como para insistir. Podía posponer mis preguntas y reproches un tiempo.
El chico me condujo hasta el sótano que Lauren había terminado de modificar para convertirlo en la habitación más aislada y protegida de la casa. Pude notar como Luke miraba con curiosidad las cadenas que hacía tiempo que no se encontraban ahí pero que debido a las nuevas circunstancias me había visto obligada a desempolvar.
Se detuvo, soltándome al fin.
Juzgué que aquel era mi momento y lo ataqué con todo:
—Primero —elevé el dedo índice—: explícame que haces aquí. Segundo: ¿a qué viene esta actitud de maniático? Y tercero... —rebusqué entre una tercera cuestión prioritaria y la imagen del hombre lobo me llegó a la mente como un relámpago— ¿tienes algo que ver con la nueva manada que está en el pueblo?
Luke suspiró, con una mezcla de exasperación y cansancio.
Parecía alterado, no tanto como la primera vez que lo encontré, desnudo y medio ahogado en la piscina de la urbanización. Traía el cabello más largo y su densa mata de pelo se encontraba desordenada, más de lo usual.
—Es largo de explicar.
Crucé los brazos bajo el pecho y le lancé una mirada lapidaria.
—Tengo tiempo, además, no pienso moverme ni hacer nada hasta que hagas el favor de explicarte. Podría decirse que te has colado en mi casa y me has arrastrado aquí a la fuerza después de no dar señales en meses.

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Thara.
WerewolfSegunda parte de la novela El Gen Alpha. Ha pasado un año desde la caída de Hanry. Un año desde que la esencia de Lyha corre libremente por mis venas, sin ataduras, en un perfecto equilibrio que mantiene ambas partes intactas; humano y lobo. Los des...