CAPÍTULO SIETE

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Tomás estaba enmudecido y me miraba sorprendido. Parecía como si hubiese dicho que había cometido una atrocidad. Pero lo cierto es que no era así y él lo sabía.

-Em ¿Te parece si lo hablamos en otro momento?

-¿Qué? No hay nada que hablar, es una decisión tomada

Acercó sus labios a mi oído y me susurró.

-Sé que es tu decisión, pero me gustaría saber si está todo bien y no quiero hacerlo acá

Me quedé callada. Su voz sonaba muy dulce. Lo cierto es que me gustaba que se interesara en mí y tranquilamente podíamos hablarlo en otro momento, aunque eso no significaría que iba a cambiar de opinión. Fui hacia mi banco y me quedé leyendo para el examen. Pronto llegó Lucas, que estaba un poco preocupado porque no había estudiado mucho. Entonces, se me ocurrió que podíamos repasar juntos. Luego de unos minutos llegó Juan y se acercó a nosotros. No habíamos hablado desde la vez que me "retó" por haberme besado con Tomás.

-Hola Lei, Hola Lucas, ¿Cómo están para el examen?

-No muy seguro ¿Y tú? 

Me quedé mirando mis hojas, ignorando a Juan. Fue en ese momento cuando me di cuenta que seguía enojada con él.

-En la misma, ¿y vos Leila?

-Creo que me va a ir bien -No despegué los ojos de los apuntes -Te conviene sentarte a estudiar si no estás muy seguro

-Sí, es verdad, ¿Puedo repasar con ustedes? -Lucas y yo nos miramos y bueno... terminé aceptando.

Estuvimos un rato estudiando hasta que llegó la profesora, tarde, como siempre. Haber cruzado miradas con Juan mientras estudiábamos fue incómodo.  En cierto momento Lucas nos recordó que mañana era el cumpleaños de nuestra amiga, Emilia, y que todavía no nos habíamos puesto de acuerdo en qué regalarle. Se me ocurrió hacerle una torta de oreo, que la podíamos preparar antes de clases en mi casa. A los dos les pareció una muy buena idea, así que yo iba a comprar los ingredientes y después nos dividíamos la cuenta. También les dije que invitaran a los demás compañeros, que son los amigos que tenemos en común con Emilia. Si el día estaba lindo, comíamos la torta en alguno de los patios no techados y si no, íbamos al del subsuelo. Mi idea estaba buena porque no solemos merendar antes de clase y entonces casi siempre estamos con hambre.

El día no pasó muy rápido, como me hubiese gustado. Tuvimos el examen de biología, en el que creo que me fue bien, después tuvimos el de historia y por último con unas compañeras expusimos un trabajo práctico de geografía. En realidad, no se pueden tener más de dos exámenes por día, pero así funciona la burocracia. Mucha tinta en el papel y poco se cumple su aplicación. Pero bueno, por suerte todo había salido de la mejor manera, aunque había quedado agotada.

Al día siguiente fui temprano a comprar los ingredientes de la torta. Usé una receta china que encontré en Youtube. A las 15 llegó Juan, un poco tarde, por lo que yo ya había hecho la mezcla. Solo faltaba poner las galletitas y meter la torta al horno. Dejé que él lo hiciera. Lucas nunca llegó y en cuanto pudo nos avisó que no iba a poder estar en la merienda. Lo que pasaba era que, para que el plan funcionara, a Lucas y a algunos chicos más les tenían que cancelar las actividades en el Campo de Deportes. Y eso no pasó. La lluvia se había postergado. Me deprimí bastante porque parecía que todo el plan se iba a arruinar. A parte, la torta no se estaba cocinando a tiempo. Tardaba demasiado, entonces pusimos el fuego al máximo. Por suerte se cocinó justo a tiempo y sin quemarse, pero no podíamos esperar a que se enfriara, así que simplemente la desmoldamos y tomamos el colectivo. Cuando llegamos algunos de nuestros compañeros estaban en el Claustro Central, junto con Emilia. La saludamos y fuimos hacia el patio de la fuente, pero pronto empezó a llover. Desistimos y nos trasladamos al patio frío. Ahí probamos la torta.

Tengo que confesar que había una parte de la receta que no había entendido. A ver, decía una medida en inglés, con respecto a las cucharadas que había que ponerle de sal. En vez de haber puesto una, puse diez. Eso fue lo que había interpretado que tenía que hacer. La torta no tenía nada de dulce, más bien, estaba salada. Pero era raro, porque primero tenía ese gusto pero a lo último sabía como cualquier torta de chocolate. Por suerte fue una anécdota graciosa y lo sigue siendo. Le hicimos el chiste a todos los del curso, les ofrecimos que probaran la torta publicitándola: "es gratis y está riquísima". Las caras que ponían todos los que la probaron fueron impagables y con Juan nos reímos muchísimo. También le dimos de probar a algunos profesores y resultó ser un día muy divertido. Lo bueno fue que a Emilia le gustó su torta, comió bastante y también la habíamos hecho reír con mi pequeño error.

Me había pasado todo el día al lado de Juan y no me había percatado hasta que salimos de la escuela. Tampoco me había dado cuenta que no había hablado mucho con Tomás, solo cuando él probó la torta y nos reímos de su reacción. Pero nada más. Estuvo bueno no haberme preocupado por mi relación con ninguno de los dos y simplemente disfrutar. Eso pensaba hasta que Juan me besó en la parada de mi colectivo. 

Lo que pasó fue que se ofreció a acompañarme, porque habíamos terminado algo más tarde de lo habitual las clases. Me sentí cómoda con eso, así que accedí. A parte, tampoco es que sea muy lindo andar por la calle sola de noche. Cuando estaba mirando a ver si aparecía el colectivo, Juan me abrazó. Me sorprendí un poco porque no me lo había visto venir y después de eso me robó un beso. Quedé perpleja. De manera instintiva miré hacia la izquierda, sobre mi hombro, porque vi que una figura se acercaba. Era Tomás, que traía en la mano un chocolate Milka. Rápidamente me solté de los brazos de Juan y corrí hacia él, que había vuelto sobre sus pasos al vernos juntos.

-¡Tomás! ¡Esperá! ¡Eso no es lo que parece!

Grité con todas mis fuerzas con el aliento que me quedaba de correr. Él caminaba lento y cabizbajo. Pronto pude alcanzarlo.

-Leila ¡Dejáme en paz!

Me puse por delante de él para detenerle el paso y lo agarré de los brazos con ambas manos.

-Ey, te quiero explicar, no sé qué fue eso, Juan me besó de repente

-Estuviste todo el día con él ¿Y ahora se besan?

-Como te dije, él me robó el beso -Hice una pausa -Yo no quería ni quiero besarlo

Traté de que me mirara a los ojos, pero estaba muy abatido por la situación. Tampoco quería que se enojara con Juan, aunque quizás fuera algo inevitable.

-No sé, me dijiste que no querés nada serio, pero no hablamos nada sobre eso y ahora te veo besando a otro pibe. Ya sé que no tenés que serme fiel, pero no me lo esperaba

-Entiendo Tomás, estuve mal en no hablarte, pero es que yo no quiero estar con nadie más que con vos

Levantó la mirada y me miró perplejo.

-¿En serio? ¿Entonces por qué me dijiste que no querés nada serio?

-¡Porque tengo miedo de que hayan otras! -Exclamé sin prestar atención sobre mis palabras.

-¿Otras? ¿Pero de qué hablás? Si a te dije que me gustás solo vos

Suspiré. No quería ser cruel pero tampoco quería reservarme lo que me pasaba.

-Sí, pero con otras chicas te pasó lo mismo y las engañaste. Yo no estoy para eso. No quiero estar con alguien que no es capaz de ser fiel, o al menos incapaz de transmitir sus deseos y hacerse cargo de ellos

Tomás permaneció en silencio, reflexionando lo que le había dicho. Luego, me agarró de la mano.

-Entiendo que decís eso por las cosas que hice en el pasado, pero todo eso que hice fueron errores. Estoy muy arrepentido de haber lastimado a tanta gente y solo haber pensado en mí. Pero ya no soy así. Sé que no es fácil creerme, así que entiendo que te sientas más segura con una relación abierta. Pero tenés que saber que eso no es lo que yo quiero. -Hubo un silencio -A mí solo me gustás vos y solo quiero estar con vos, Leila.

Nos abrazamos. Era raro pensar que los dos teníamos miedo de lo mismo: de ver al otro con alguien más. 

Mi peor enemigo [en curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora