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Evans estaba frustrado, no podía sacarse a la chiquilla de la cabeza y además de frustrarle, le enojaba. Se preguntaba si aquello era algún sentimiento de culpa por los planes que había planeado para aquella chica, sin embargo, no podía ser, ella no le importaba para nada, apenas la conocía, lo que pasara con ella no debía de causarle algún efecto.

El recuerdo de ella llegando al restaurante en el que de casualidad se encontró con sus tíos llegó como caballos en una carrera a su cabeza, y no podía evitar pensar que la chica se veía hermosa y que el color amarillo hacía resaltar su lechosa piel y sus tremendos ojos azules.

Irritado hasta el último de sus huesos pasó su mano por su cabello, desordenándolo. Caminó hasta el pequeño bar improvisado a un lado del sofá y aunque no solía beber, unas tremendas ganas de hacerlo quemaba sus entrañas y no se resistiría a ello.

Tomó la primera botella de whisky que aún se mantenía llena, vertió con agresividad está dentro del vaso riedel y de la misma manera lo tragó. El líquido caliente quemó todo a su paso hasta llegar a su estómago donde un ardor lo hizo querer retorcerse un poco.

A punto de servirse un segundo trago, un molesto sonido taladró sus oídos, tardó unos segundos en darse cuenta que se trataba del timbre. Sin soltar la botella, caminó hasta abrir, y rodó los ojos al notar que se trataba de su hermano junto a su madre.

― ¡Evans Bradley! ¿Ahora bebes? ― Lo reprendió su madre, mientras lo seguía hasta la sala, donde con desgana de lanzó al sofá.

―Siempre he tomado.

Contestó desganado haciendo que Jane rodase los ojos para luego quitarle la botella de las manos y dejarla sobre la mesa de centro.

Thomas quien no había dicho nada, miraba la escena divertido.

―Tienes que disculparte con Amelia.

Aquello fue como un detonante para Evans pero de inmediato se convirtió en una bomba de tiempo, no podía gritar y romper todo a su paso frente a su madre.

Evans le lanzó una mirada llena de fastidio mientras trataba de mantenerse a raya.

―No lo haré.

― ¡Sí lo harás!

―Mamá no puedo disculparme por hacer que haga su trabajo.

― ¿Su trabajo? ¡Evans! Hiciste que hiciera reportes de contabilidad de todas las empresas, además de llevar tu agenda, reprogramar la mitad de tus reuniones de este año, preparar las presentaciones, contestar tus llamadas, ¡y además, llevarte el café! ―Exclamó Jane mientras enumeraba con sus dedos.

También casi la atropello, pensó.

―Mamá, su trabajo es ser una secretaria. Eso es lo que hacen las secretarias.

Dulzura Atormentada  {EN EDICIÓN}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora