«El azul de sus ojos reflejaban el tormento del mar en una noche oscura turbia y avasallante»
―Author.
El vaivén de sus pasos se escucha por todo el solitario pasillo. Las uñas entre sus dientes eran casi inexistentes, la discusión a gritos de hace horas antes se repiten en su cabeza como eco haciéndola sentirse culpable cada vez más.
No entendía por qué estaba tan nerviosa, siquiera por qué estaba allí pero su lado razonable y humano no le permitían dejarlo en un hospital solo, por lo menos hasta que su familia llegara.
Un escalofrío le asaltó haciendo que acariciara sus brazos apenas cubiertos; la ramera a penas y le brindaba el calor suficiente en aquel frío pasillo. Miró la puerta por enésima vez en lo que quedaba de noche preguntándose si era adecuado entrar después de lo que había ocurría
Amelia estaba destrozada, lo último que imaginó es que su curiosidad haría que su jefe terminará en el hospital, estaba segura que de esta saldría de patitas en la calle. Miró el mensaje en la pantalla de su celular, le había enviado un mensaje a Jane y Thomas diciéndoles que su jefe se encontraba en el hospital, el cual había sido contestado con una llamada de una muy alterada y preocupada madre y un hermano nervioso, a quienes tuvo que calmar diciéndoles que estaba bien aun sin saber la certeza de que aquello era cierto. Ambos se encontraban de viaje por negocios así que le pidieron quedarse pues había una tormenta en Minnesotta y era imposible que marcharán esa misma noche, era una de las razones por las que Amelia aún no partía de allí.
Giró para mirar la puerta blanca de la habitación donde su jefe descansaba, o eso fue lo único que el doctor compartió con ella al saber que no era un familiar, se acercó acabando la distancia que compartía con ella y con manos temblorosas tomó el picaporte, se sintió una idiota, por mas que lo disimulara podría ser que había desarrollado cierto temor hacia Evans lo cual la hacía sentir enojada, sin embargo, Amelia no quería despertar la furia que había presenciado a lo largo de se día. No quería que él despertara y se enojara por verla en su habitación y causarle otro desmayo, no lo soportaría.
Pero tampoco soportaría irse a casa y martirizarse lo que restaba de su vida por no acompañarlo luego de lo que ella misma causó. Nunca debió tocar ese piano.
Sacudió la cabeza dispersando sus pensamientos y abrió la puerta de golpe, si lo pensaba más, jamás entraría allí y seguro se haría un ovillo en alguna esquina del miedo.
Al entrar la oscuridad arropaba la habitación excepto por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Miró el cuerpo fornido que descansaba sobre la camilla, algo en su corazón hizo que se llevara una mano al pecho, se preguntó si era culpabilidad.
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Dulzura Atormentada {EN EDICIÓN}
RomanceCuando a Amelia se le presenta la oportunidad de dejar atrás su pasado e iniciar una vida nueva, en una nueva ciudad, no la desperdició, ni lo pensó dos veces y tomó un vuelo hacia un nuevo comienzo. Pensó que todo sería como cuando su viejo celu...