CAPÍTULO 1: Lejos de casa

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-Señores viajeros, les informamos que este vuelo con destino a Los Ángeles está a punto de aterrizar- los megáfonos del avión indicaban al lobo que en breve estaría llegando al aeropuerto de dicho estado. Miró por la ventana y, efectivamente, podía ver los edificios de la ciudas mientras el avión iniciaba el descenso.

Devon suspiró. Por fin, después de un largo vuelo, había llegado a su destino. Se miró en el reflejo: un lobo joven de 18 años, de pelaje gris y ojos verdes, con ligera mueca de tristeza reflejada en su ausencia de sonrisa y párpados algo caídos. Él fue criado por su madre y su padre, también lobos, en un pequeño pueblo situado en el estado de Minnesota. Su infancia y adolescencia fueron... complicadas. Siempre le fue difícil conseguir amigos, le miraban como si fuera... diferente, un "bicho raro". Siempre el centro de las burlas de los chicos de su edad, que no parecían darle cuartel. Sus profesores le llamaban inútil y tonto por sus bajas calificaciones, pasando al siguiente curso con un aprobado raspado. No fue hasta que su madre lo pensó y sugirió a los profesores que me hicieran una prueba para comprobar si era superdotado. Los profesores, a regañadientes, aceptaron. Ellos pensaban que solo era un vago que no quería estudiar, que podría sacar buena nota si estudiaba un poco más. Pero su madre lo había leído: un niño que se aburre en la escuela puede ser signo de un cerebro superdotado.

Y tenía razón. Los profesores tuvieron que adaptar algunas de sus clases para Devon puesto que eso era lo que él necesitaba, cosa que les resultó molesto. Y, si las burlas antes ya eran muchas, desde que se descubrió aquello Devon no paró de recibir insultos. Asocial era el más usado por sus compañeros, y Devon lo detestaba. Él solo quería un amigo. Por suerte, sus padres estaban allí para apoyarle. Su mayor apoyo fue, sobre todo, su madre, que le enseño el gusto de leer y de dibujar. Su padre también estaba ahí, aunque por el trabajo no estaba en casa durante mucho tiempo del día, pero siempre aprovechaba su tiempo libre para enseñar a Devon a nadar. Nadar, dibujar y leer siempre fueron sus tres mayores pasiones y no se atrevió a hacer nada más porque creía que no se le daría bien o que le llamarían cosas peores. Devon les contaba a sus padre sobre las burlas de sus compañeros y estos le contaban al director de la escuela, pero por muchos castigos y avisos que diera el director el acoso seguía. Sus padres, incluso, trataron de educar a su hijo en casa, pero el Estado no les permitía hacer eso.

"Está bien, no os preocupéis. Puedo aguantar", esas fueron las palabras de Devon ante la preocupación de sus padres. Recordaba cuándo dijo la frase y en qué situación. Eran dos años antes de acabar el instituto, en su casa, mientras sus padres pensaban que podían hacer. Si Devon aguantaba dos años más, iría a una universidad y trataría de comenzar de cero, hacer amistades y ser más feliz. Lamentablemente, su madre murió cuando estaba yendo en el autobús. Una caída por un barranco que resultó mortal. Esto fue un duro golpe para Devon, quien tenía a su madre en un pedestal. Notó como el mundo se le caía encima. El último año de instituto lo pasó sin ella, dolido aún por su perdida. Los insultos habían parado, pero aún se escuchaban susurros sobre él. En vez de insultos, en los susurros había teorías sobre él. "Sí te ve solo, te comerá vivo", "Sí te acercas mucho a él, se te va a pegar la tristeza"... eran menos molestas que los susurros, pero aún así, dolía. La graduación llegó y él solo fue a recoger su diploma. No se fue a festejar con sus compañeros ni tuvo fotos de ese momento. Él solo le pidió su diploma a los profesores y se fue. Su padre no le hizo cambiar de parecer: sabía que su hijo no se iba a sentir cómodo si iba con sus compañeros a festejar. Llegó a casa, se encerró en su cuarto y lloró durante lo que quedaba de día, no salió para comer.

Pasaron las dos semanas y su padre le preguntó si había decidido a que universidad ir y que iba a estudiar, puesto que en menos de una semana el plazo para escoger carrera terminaba. Él seguía indeciso respecto a eso, lo que su padre entendió. Pero su padre no se iba a dar por vencido: quería que su hijo fuera feliz, que viviera nuevas experiencias, que hiciera amigos, que hiciera más cosas a parte de dibujar, leer y nadar... que se enamorase de alguien. A él le daba igual de quien se enamorara de su hijo: hombre cis, mujer cis, no binario, trans... Él quería que su hijo fuera feliz con buenas personas a su lado. La universidad no era ningún problema: su hijo tenía una beca que le permitía ir a casi cualquier universidad de Estados Unidos. Y sí, él estaba dispuesto a que su hijo se alejara de casa con tal de que fuera feliz. Entonces, una idea vino a su cabeza. Le pidió a Devon que le trajera los panfletos de la universidad, y su hijo, confuso, fue a su habitación y trajo varias decenas de panfletos que le habían llegado por correo. Sabía una universidad en la que su hijo encajaría. New Horizon University. Ese era el nombre de la universidad. La beca de su hijo le permitía estudiar allí, pero eso no era lo importante. Ese lugar era llamado "la universidad de la esperanza", pues además de carreras preparadas, el ambiente del lugar era de respeto y libertad: los estudiantes podían ser lo que quisieran y nadie les diría nada.

Jóvenes de un Mundo Cambiante Vol. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora