IX. Ice Coffee

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Esta era la tercera vez en la semana que Alex se despertaba solo en su cama. No podía creerlo, había encontrado a la persona indicada; sin embargo, este continuaba en la negación y él no se creía capaz de empujarlo hasta la desesperación para que aceptara sus sentimientos de una vez por todas. Lo que ambos llevaban parecía decodificado en algún extraño lenguaje morse del cuál las únicas palabras que importaban eran los mensajes del rubio que decían:

"Te necesito"

Los fines de semana.

Y él que le respondía:

"Estoy en casa, ven"

Los hielos del café helado que traía John como ofrenda de paz ya se habían derretido y en la mesita de noche solo quedaba la aureola de agua alrededor de la base circular del vaso. Era increíble cómo terminaba siempre aceptando las propuestas del mayor, lo peor es que le importaban poco y no sabía si eso reflejaba su propia baja estima, pero al menos lograba tocar el cielo por unos cuantos minutos que es lo que duraba la gloria eterna.

Si le preguntaban nunca diría que estaba enojado con él, porque en realidad no podía, ni cuando él decía que aquel—que él—había sido un momento de debilidad. Porque al menos lograba ver la sonrisa en los labios del rubio cuando lo besaba. Lástima que aquello había quedado enterrado en el fin de semana. Fuera de este, no eran nadie y nunca lo habían sido.

—¿Cómo pudo pasar de nuevo? —le susurró contra el cabello y aunque este se encontraba todo revuelto por sus propios dedos, el mayor no pudo sonreír por lo suaves al tacto que eran los rizos del pelirrojo.

—Imagina que fue una casualidad —soltó a la nada esperando que John no lo escuchara—. Fue una casualidad que tuvieras mi número y también lo fue que yo estuviera a esta hora en la casa.

—Esto está mal —respondió sentándose de repente como si su cerebro hubiera vuelto a ser conectado.

—La concepción del bien y del mal están sobrevaloradas —se volteó dándole la espalda, la sábana aún sobre su cintura, ya se sabía la rutina de lo que venía.

—Lo está, ¿no?

Detrás de él, escuchó como John se subía el pantalón, no iba a cometer el error de verlo irse, no de nuevo.

—Depende, si querías hacerlo... —se quedó pensando unos segundos no sabiendo muy bien cómo terminar aquella frase.

Este no era el momento de hacerse el sufrido, tenía que haber alguna razón por la que John no quisiera que nadie supiera de lo suyo. Necesitaba haberla porque de otra forma, él mismo se había lanzado por barranco sin fondo de alguien que solo lo estaba jalando al vacío con todo su consentimiento. Varias veces había intentado presionarlo a hablar, pero aquello solo había hecho que John desviara el tema a otras actividades con las que estaba más a gusto y por ende él le seguía la corriente.

—Solo por el fin de semana.

—No te vayas —musitó para sí, pero John lo escuchó, él reconoció su voz sobre los pensamientos que lo atormentaban—. Por favor.

Unos sonidos diferentes, antes de que John se abrochara la camisa y saliera, fueron registrados por Alex, quien al notar como la puerta se cerraba, se sentó en el colchón. Debía dejar de poner sus emociones al descubierto. Sí, a partir de la próxima vez solo sería lo que John necesitaba en ese momento y luego nada más. No pudo haber momento más adecuado para notar la nota que el rubio le había dejado.

"Te espero en Spring a las cinco"

Con rapidez revisó la hora y exactamente le quedaban quince minutos. Antes de salir despedido a la cafetería que quedaba a unas dos manzanas de su apartamento, se acomodó el cabello—obviamente ya vestido—y salió corriendo sin evaluar las otras posibilidades por las que John le habría escrito la nota. En su pecho solo rebotaba una y era que finalmente iba a acabar lo suyo. Sus dolores de cabeza tenían un día del juicio y ese día parecía ser hoy.

No se iba a mentir, pero otra parte de sí aún le dolía que aquel fuera el final de la historia. Por ese mismo motivo, se acercó a la caja y pidió la orden que en una sola ocasión había escuchado a John comprar. Al darse vuelta, ahí estaba esperándolo en la misma mesa en la que lo encontró la primera vez.

—Esta vez compré el café —levantó el vaso y lo colocó en el centro de la mesa, ni para el uno o para el otro.

—Quédate —susurró. Alex se había quedado perplejo ante la petición.

—¿Qué?

—Me pediste que me quedara y fue ahí que me di cuenta de todo. De nosotros —suspiró dibujando formas sobre la mesa con el agua que caía de del café helado— y me sentí terrible. Te he estado usando, Alex, para mi beneficio y ahora más que una persona horrible, soy un amigo horrible. Por eso luego de lo que te quiero decir, por favor, no lo merezco, pero quédate.

Mientras John hablaba, Alex no podía hacer más que mover sus piernas en nerviosismo, sabía lo que se venía, se lo temía desde un inicio cuando ambos aceptaron ser solo algo de fin de semana. Pero ahora más que nunca le estaba doliendo. Generalmente, él era el que rompía los corazones; no obstante, en este instante estaba viendo como John Laurens tomaba el suyo y lo abría como si estuviera diseccionándolo.

—Te escucho —levantó la mirada cuando lo dijo al igual que John—. Un solo golpe, ¿sí? No seas tan desalmado.

Antes de siquiera escucharlo, John habló:

—Te amo y no debería ponerte en esta posición después de cómo te he hecho sentir, pero... Espera, ¿qué dijiste?

Ambos guardaron silencio y pestañearon sintiendo como la tensión en el ambiente crecía entre ambos.

—Nada, John sigue. No dije nada de nada —sus labios se juntaron y formaron una línea de inexpresión que contrastaba con lo abiertos que estaban sus ojos.

La risa incrédula del mayor se sobrepuso sobre la música genérica del Café al que habían ido, aquella sería una de las memorias más extrañas que ambos tendrían de su futura relación.

—Nunca podré olvidar cómo me miraste la primera vez, tú en esa fila y yo en esta mesa.

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N/A No me gustó como quedó, pero en parte sí, es medio raro. Es como que sí pero no, pero sí. Creo que es porque no me gusta el café.

Fotogramas || Lams MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora