Just Love; UzuZen

Parte Siete.

Sus pasos se movían presurosos por los pasillos, lo hacían todo lo que podían pero el gran paquete que llevaba en manos no se lo dejaba tan fácil. También procuraba tener todo el cuidado que le era posible. Trataba de aparentar las ganas que tenía de correr para llegar más rápido a su destino, pero, estaba seguro de que el profesor Tomioka o Sabito lo verían. Ya bastante les colmaba la paciencia a diario, y no tenía tiempo para ser castigado por tonterías.

Se llegó a topar con Genya en los pasillos, le ofreció su ayuda al rubio con el gran paquete que llevaba y parecía darle problemas.

—No te preocupes, estoy bien, pero gracias de todos modos —

Le dijo y continuó su camino, lamentandose en el fondo porque no podía aceptar la ayuda del más alto.

Era su deber llevar ese paquete.

Ya estaba cerca, a cada paso se sentía emocionalmente aliviado, pero físicamente estaba muriendo.

Después de haber caminado no demasiado pero sí lo suficiente para hacerlo llorar, llegó a la puerta del salón y dejó la caja en el piso por un momento, solo para tomar un respiro.

—¿Qué llevas ahí, Zenitsu? —

La voz de la profesora Kanae le sacó un buen susto, y empezó a ponerse nervioso. La mujer tenía un instinto muy agudo para este tipo de situaciones, esas donde hacías algo que no estaba bien, viéndolo desde el punto de vista del reglamento escolar, y estaba seguro que el regalo que estaba a sus pies entraba perfectamente en la categoría de prohíbido.

Shinobu era muy parecida a su hermana, y aunque la mayor era increíblemente más amable, cuando quería, daba incluso más miedo que su amiga. Ambas eran un volcán que podía explotar en cualquier momento, y arrasar con todo.

Le veía aún sonriente pero notaba que en su sonrisa había algo de molestia.

—E... Es un regalo —

—Entiendo ¿Pero qué es lo que llevas específicamente, que se ve tan pesado? —

Oh no, rogaba qué no hiciera esa pregunta.

—No puedo decírselo profesora, arruinaría mi sorpresa —

—No querrás dármelo a mi ¿verdad? —

Que Dios lo libre de caer en las manos de una mujer Kocho, y que también lo libre de lo que el profesor Shinazugawa le haría sí se entera que él tenía intenciones de darle un regalo a su esposa, lo cual era completamente falso.

—No profesora, por supuesto que no. Es para alguien más... —

Al final, la mayor solo quería molestar a Zenitsu un poco. Su molestia se fue y dejaría al chico en paz. Era un buen chico, confiaba en él y esperaba que su instinto, diciendole que todo estaría bien, no se equivocara.

—Está bien, Zenitsu. Pero te pediré de favor, que para la próxima, no traigas objetos prohibidos a la escuela. La siguiente vez no lo dejaré pasar —

La profesora le deseo suerte y dio unas palmaditas en su cabeza.

El aire regresó a sus pulmones de forma satisfactoria. Volvió a tomar el paquete y finalmente entró al salón de artes antes de que alguien más preguntara por su contenido.

Aparentemente no había nadie dentro, así que dejó la caja en el escritorio del profesor.

Empezó a curiosear en la habitación. Había varias pinturas en los caballetes, algunas en proceso y otras ya terminadas. Debía darles mérito a las personas que las habían hecho, porque eran muy buenas, en especial una que representaba a una tormenta eléctrica.