cuerdas (Korra x tarrlok)

CAPITULO 18

Korra abre los ojos, luchando por cada respiración cada vez más superficial, con renovada desesperación. El agua de mar hace arder sus ojos, y su pecho está temblando, rogando por aire, incluso cuando su cuerpo se atraganta y se rebela contra los tragos de agua salada que había tragado. No me estoy rindiendo. No me estoy rindiendo . Ella va a pelear.

Amon la mira desapasionadamente, y aprieta su agarre, y todo se vuelve negro.

Sus ojos están abiertos y no puede ver, y es aterrador. Por un segundo, todo lo que Korra puede pensar es: Este es el final. Eso es todo. Todo lo que ha sido su vida se apagará aquí y ahora, en las oscuras y silenciosas profundidades de Yue Bay. Tan lejos de casa. Hay lágrimas en sus mejillas.

Y luego lo ve, grabado en el interior de sus párpados, más cerca y más claro que nunca antes. Es Avatar Aang, parado en la cima de una montaña, con su planeador plantado en el suelo junto a él. Sus ojos están bien abiertos, brillando con el azul etéreo del Estado Avatar. La imagen parpadea y se difumina, y luego ve a Avatar Roku, Avatar Kyoshi, Kuruk, incluso Avatar Rei, que había vivido hace más de quinientos años. Se ven altos, valientes y fuertes, todos sus ojos iluminados con el Estado Avatar.

Una voz tan familiar como sus propios ecos en su mente. Es un recuerdo lejano de Avatar Rei, de la última vez que la llamaron al Mundo de los Espíritus. Ahora sé valiente, joven Avatar. Recuerde que no está solo, que nunca estará solo y que todos lo estamos cuidando. Sé que tienes la fuerza para enfrentar los desafíos que te esperan.

Las palabras reverberan dentro de ella, la voz, las imágenes. Se necesita una cantidad suprema de fuerza, una fuerza que se siente más grande que la suya, pero Korra obliga a abrir los ojos. Pican contra el agua salada, pero ella ve que la cara de Amon se tuerce con el ceño fruncido.

Ella arremete con lo último de su fuerza, salvajemente, desesperadamente, con más velocidad que nunca antes. Su puño golpea contra la nariz de Amon, y puede escuchar el repugnante crack incluso bajo el agua. Su nariz comienza a ondularse con sangre, manchando el agua oscura carmesí. Sus dedos se aflojan alrededor de su garganta, y el éxito inesperado le da fuerza. Korra se agita en el agua, luchando por mantenerse a flote, y aunque no puede ver bien a través de la sangre, se lanza en dirección a su ingle.

El golpe conecta, empujándolo lejos de ella. Su mano libera el fuerte agarre alrededor de su cuello, por primera vez en lo que parece una eternidad. Y Korra nada. Directamente, hacia la superficie, hacia el aire que da vida, aire precioso, pateando furiosamente, sus brazos tirando a través del agua. Su cabeza se siente como si estuviera siendo aplastada, y sus músculos gritan con cada golpe. Esta es la cosa más difícil que ha forzado a sus músculos a hacer. El dolor es increíble, y con cada movimiento, ruega y reza a los espíritus y espera, inútilmente, que su control del agua regrese, que pueda impulsarse a la superficie en un instante.

No sirve de nada. Con cada medio segundo que pasa, Korra espera sentir el agarre de vicio de Amon o el agua que le rodea el tobillo, tirando de ella hacia su muerte, o sentir la agonía de su sangre derramada. Ella quiere mirar hacia atrás, para ver dónde está él, pero no puede, no puede. Ella tiene demasiado miedo.

Ella piensa en su mamá y papá, en cambio. Sobre cómo la abrazarán cuando todo esto termine. Ella piensa en Naga, y Katara, y Tenzin y su familia. Para la Tribu Agua, la familia lo es todo. Nada para ellos , piensa Korra, atravesando el agua, tratando de impulsarse hacia arriba. Ella no puede ver la luz.

Por alguna razón, recuerda las lecciones de natación en el complejo de la Orden del Loto Blanco, en una pequeña piscina climatizada en sus campos de entrenamiento. Ella tenía cuatro o cinco años en ese momento, y la Orden había dejado que sus padres vinieran a ver sus lecciones. Se habían sentado al borde de la piscina, animándola mientras luchaba por su primera vuelta. Su padre había demostrado los movimientos del brazo, y su madre le había enseñado a patear.