Capítulo 5: "Nevermind"

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Y así lo hizo, Kurt y yo caminamos hasta mi apartamento tomando el camino más largo que pudimos durante unos cincuenta minutos que fueron como tres. Durante el camino hablamos de música, de cómo él había conseguido desatarse de los lazos que le había unido a Aberdeen hasta aquel entonces y lo contento que estaba por ello, también hablamos de sus problemas estomacales, aquellos que le atacaban más comúnmente de lo que sanamente deberían y lo que decidió hacer al respecto, de la relación con su padre, de lo triste que había sido la interrupción de la felicidad de su infancia con el divorcio de sus padre e incluso de su ex novia, Tobi Vail. Si hay una regla acerca de relaciones es no hablar de tus ex parejas, pero a él le daba igual, me contó que algunas de las canciones de Nevermind las escribió cuando el dolor que ella le había causado le inspiraba, de modo que lo tenía que dejar salir.

Una de las cosas que más me fascinaron de aquella conversación fue cuando me explicó que había visto un documental acerca del jainismo y que le dejó perplejo. El jainismo es una religión oriental que rinde culto a los animales. Me contó que los jains tenían hospitales para palomas y que él, una vez hubiera tocado techo como estrella del rock se iría a un monasterio jain y que abrazaría su religión.

- Una de las cosas que más me atraen del jainismo es que predican la idea del más allá basada en un universo ordenado en una serie de cielos e infiernos superpuestos. Si te paras a pensarlo, todos nosotros atravesamos el cielo y el infierno cada día.

Cuando llegamos a la Back Bay me contó que algunas drogas le ayudaban a calmar sus dolores de estómago. Yo nunca había tomado drogas ni tenía intención de hacerlo y, aunque prácticamente le acababa de conocer, le tenía el cariño suficiente como para saber que me negaba a que se metiera en ese mundillo. Cambié de tema rápidamente porque no quise insistir más en la cuestión, pero media hora más tarde él volvió a sacar el tema.

- ¿Alguna vez has probado la heroína? -me dijo, tras unos segundos de silencio después de habernos reído por una anécdota que me contó de su instituto.

- No quiero volverte a oír hablar de esa mierda.

Hubo un silencio incómodo por unos segundos, pero se acabó en el momento en el que él decidió agarrarme de la mano. Era la primera vez que lo hacía y el corazón se me subió una vez más a la garganta. Estoy segura de que mis mejillas estaban más rojas que un tomate, pero la noche jugaba a mi favor en ese aspecto. Seguro que toda la gente que nos vio por el camino pensó: Mira, ahí está la tía rara del metro con Kurt Cobain. Llevaba muchos años por allí y prácticamente todo el mundo me conocía y, probablemente, me veían con muy malos ojos, pero no me importaba porque allí estaba yo, dando un paseo por la zona más elegante y bonita de Boston en la madrugada del día que impulsaría a Nirvana de la mano de Kurt Cobain.

Bleach - K.C.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora