__Le has puesto azúcar?
Sharon olisqueó con recelo la taza que Annie acababa de ofrecerle.
__Dos terrones. ¿Está bien así?
__Ahora solo me pongo uno. Estoy a dieta.
__Es verdad... En el papel que hay en la cocina he leído <<dos>>.
__Bueno, pues tendré que bebérmelo.
Annie no replicó. Le pasó un café a Syed, el hipster de la oficina que se encargaba de las redes sociales y que esa mañana llevaba un jersey de crítet y un pantalón de pana. Syed se quitó los cascos y Annie oyó el estruendo amortiguado de la música que estaba escuchando.
__Genial. Gracias, Annie __dijo, y levantó el pulgar.
__Té verde para ti, Fee.
Dejó la taza encima de la mesa de la secretaria ejecutiva, y esta levantó la cabeza de golpe.
__¡Ah! Gracias-
Annie reparó en que Fee no tenía buen aspecto, si bien reconoció que, viniendo de ella, era una observación un tanto hipócrita. Tenía los labios agrietados y le templaban las manos.
__Eh... ¿estás bien?
Annie esperaba que sí, así no tendrían que mantener una incómoda conversación sobre emociones. En esa oficina se podía hablar de televisión, de bebidas, de fallos informáticos y de poco más.
__¡Ah! Sí, sí. Estoy bien. Todo perfecto.
Annie se sentó a su mesa con la taza que Polly le había comprado. A diferenciar de las de los demás, la suya era la única que no estaba desportillada. Echó un poco de agua al narciso y pasó los dedos por la base de la pantalla del ordenador. Ni una mota de polvo. Y, aunque seguía atrapada en la oficina y odiando hasta el último segundo del tiempo que tenía que pasar en ella, hubo de reconocer que con una mesa limpia y una actitud menos antisocial lo odiaba un poquito menos.
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Cómo ser feliz
JugendliteraturAnnie aborrece su vida. No le gusta su trabajo, ni compartir piso, ni tener que volver a la casilla de salida con treinta y cinco años. Está recuperándose de una terrible pérdida y no quiere hablar de ello. Pero todo cambia cuando conoce a Polly. Es...