Mi nombre es Kim SeokJin, aunque todo el mundo me llama Jin para abreviar. Tengo 24 años, de los cuales llevo 3 siendo veterinario. Vivo en un pequeño pueblo apartado de toda la población, especializado en la ganadería y la agricultura. Soy el único veterinario del lugar, por lo que los no mucho más de 150 habitantes que aquí residen me conocen a la perfección. Mi oficio vino, a parte de mi amor por todos estos seres tan majestuosos en su mayoría, a causa de un pequeño trauma. Siempre he vivido en esta casa, hemos tenido ovejas y vacas, perros y gatos, incluso caballos. Una noche, una yegua dio a luz a un potrillo de color blanco y negro, pero hubo un problema, y es que la cría nació con problemas, más de los que puedes pensar, así que no nos quedó más remedio que dejarlo irse al otro mundo. Desde aquella noche me prometí llorando frente al espejo que esta situación no volvería a pasar.
Si tuviera que describirme físicamente, yo diría que soy un chico apuesto, alto, esbelto, con aires, no de superioridad, sino lo contrario, un aspecto humilde y amable. Mentalmente... soy bastante abierto, me gusta probar cosas nuevas y discriminar no es lo mío, aunque eso no significa que no lo haga, claro está.
Empezaré a contar la historia desde antes de comenzar lo que sería el principio oficial, llamémoslo prólogo. No es demasiado, simplemente decir que el 5 de octubre fui invitado a una conferencia sobre una enfermedad reciente encontrada en animales domésticos, en especial gatos a causa de su sistema inmunológico un poco más débil. Claramente iba a ir, pero, ¿sería capaz de presentarme con una ropa cotidiana? No. Puede que el ambiente en aquellos lugares fuera bastante familiar a mi parecer porque todos compartimos una gran pasión por los animales, pero eso no implicaba que no tuviera que ir vestido formal, sin exagerar tampoco.
Eran las 10:47 de la mañana. Me acuerdo perfectamente porque siempre miro la hora a la que alimento a Eoumuk, un petauro que crío desde su nacimiento. Me estaba vistiendo en la habitación, frente al espejo pegado en la parte interior del armario. Mi atuendo era simple: una sudadera amarillo pastel con unos vaqueros de color negro y unas zapatillas del mismo color que la parte de arriba. Desayuné algo ligero, no tenía demasiadas ganas de cocinar, además de estar pendiente de los gatos que, por alguna razón, cuando me levantaba más tarde de lo normal se ponían a jugar con lo que pillaban y rompía cualquier cosa que se cruzara por su camino. Mientras bebía el vaso de leche tintada por el color del cacao, el móvil comenzó a sonar, haciendo que me levantara de la silla. Ya no podía desayunar tranquilo, dejando de lado a los gatos, claro.
Alargué el brazo para coger el teléfono, y me senté de nuevo en el mismo sitio. Aquella persona que no tenía una mejor hora para llamar era Jimin, un chico que comenzó hace poco su vida en el pueblo y que andaba un poco perdido. Le ofrecí ayuda varias veces, y él la aceptó encantado, regalándome una sonrisa de lo más deslumbrante. Aquel día llamó simplemente para preguntarme cómo estaba, pues estaba aburrido. Lo único que pude pensar en ese momento es que, aunque Jimin sea muy amable, podría haber llamado en otro momento, pero demasiado claro era el hecho de que él no sabía que estaba desayunando antes de ir a comprar.
Después de una conversación más larga de lo previsto, miré la hora mientras colocaba de nuevo el teléfono en su lugar, suspirando. Ya eran las 11:59. ¿tanto había hablado? No quise distraerme demasiado tras la llamada imprevista, así que cogí las llaves, el móvil y la cartera, y salí de casa para poner rumbo a la pequeña tienda de ropa. Habían dos; una era del pueblo donde vivía, y otra de otro pueblo cerca del recién mencionado, simplemente había que cruzar un bosque de apenas 100 hectáreas, pero que en la forma en la que se cruzaba no eran más que 15 minutos caminando.
Llegué a la tienda más cercana. Eran las 12:03. Al entrar me encontré con un chico mirándose en un pequeño espejo junto a los vestidores, ajustándose la camisa tan mal combinada con los pantalones. Todo sea dicho. Mientras yo elegía qué era lo que buscaba, lo ideal, aquel chico se habían probado tres conjuntos, aun cuando eso no se le podía llamar conjunto. Harto de ver su sentido de la moda, dejé de lado mi objetivo y me acerqué a él con una camiseta de manga corta de color negro, unos pantalones vaqueros con unas cadenas, y una chaqueta larga de un color marrón.
-Pruébate esto, por favor.- Le dije apoyando el trío de prendas en su pecho. El chico me miró confuso, y era normal. ¿Por qué un desconocido le estaba haciendo el favor de elegir la ropa por él? De todas formas aceptó y entró al probador. Cuando salió, yo estando con los brazos cruzados y recargando todo mi peso en una sola pierna, lo miré satisfecho por mi gusto en la moda, aunque me acerqué y le acomodé el cuello de la camisa. Parecía un poco torpe para la ropa.
-Me gusta. Tienes un buen sentido de la moda...
-Jin, llámame Jin. Y sí, lo tengo. No quiero ofenderte pero todo lo que he visto que te has probado ha sido un poco... obsceno. Lo siento.
-No, no, tienes razón, no tengo ningún sentido para combinar colores y prendas.
Ambos reímos como tontos por la conversación, y ahora que lo pienso, aquello no tenía mucha gracia, entonces, ¿por qué me reí? Aquel chico, un poco más alto que yo, se me quedó mirando a los ojos con la boca ligeramente abierta. Yo le iba a comentar algo al respecto de aquella mirada, pero un par de chicos que yo ya conocía de sobra salieron de un pequeño cuartito de la tienda.
-Vaya, vaya, Kim SeokJin pasándose por la tienda después de no dar señales de vida durante una semana.- Ese chico era Hoseok, un chaval que te iluminaba la vida solamente con mirarte, con una sonrisa más deslumbrante que el Sol. Estaba acompañado por Yoongi, un chico más callado, pero cortante cuando le apetecía, pero esto no quitaba que fuera amable y cariñoso cuando le daba la vena, especialmente cuando estaba bebido.
No me dio tiempo a responder a Hoseok, pues de que me quise dar cuenta, aquel chico de pésimo sentido de la moda le contó a aquellos dos que le había ayudado a escoger conjunto. El chico más pálido de los cuatro presentes me desafió con la mirada, pues sabía de mi pequeño TOC de decirle a la gente respecto a su mala forma de conjuntar, y de que me quise dar cuenta, estaba en la puerta diciéndole al mismo chico que me acababa de mirar tan mal, pero en forma de regaño, que no lo había hecho a malas, incluso aquel desconocido se lo agradeció y lo reconoció, pero de nada sirvió, así que tuve que ir a la tienda del pueblo vecino, ya cuando volviera a casa pasaría de nuevo por la tienda.
Mientras yo discutía, Hoseok hablaba con el joven que pagaba por la ropa.
-No le hagas caso. Para él nadie tiene un buen sentido de la moda.
-No me ha molestado, en serio. Lleva razón, no soy bueno juntando tonos.
-Namjoon, de verdad.- Le respondió con un poco más de seriedad, metiendo la ropa en la bolsa y entregándosela en la mano.
-Que no, de verdad. Pero tengo una pregunta.
-Sorpréndeme.- Agregó el más bajo de los dos apoyándose en el mostrador, mirando al contrario a los ojos directamente.
-No es nada para sorprender. Simplemente quiero saber dónde vive... ¿Jin? -Al ver que el vendedor asentía indicándole que así se llamaba, repitió el nombre con más seguridad y una pequeña sonrisa en los labios.- Jin.
-Pues verás, vive en... -Después de varias formas de decirle dónde vivía el veterinario, una pregunta rondó en su cabeza.- ¿Por qué?
-He escuchado que se encarga de curar animales... Tengo un perro, y creo que le vendría bien una revisión.
-¿Desde hace cuánto que tienes un perro? Ayer estuve en tu casa y no había ningún perro.
-A-ah, eso es porque viene hoy. Me lo entregan esta tarde y quiero saber si necesita algún trato en especial. Gracias, Hoseok, nos vemos otro día.
Después de que ambos se despidieran, ese tal Namjoon se fue a su casa la mar de contento, y creía conocer el motivo.
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Apariencia
RomanceKim SeokJin es un veterinario de un pequeño pueblo alejado de la sociedad cercano a un bosque de pocas hectáreas y ciertamente pegado a otro pequeño pueblo, aunque separado por el soto. Un día, el chico se encontraba comprando ropa necesaria para u...