Había pasado una semana desde que comencé a sentir aquella presencia, y cada vez más cerca, incluso de día. Uno de esos días cayó una ligera lluvia que terminó en una poderosa tormenta, pero yo tenía mi trabajo, y no podía excusar la ira de las nubes con la vida de un animal, por lo que me dirigí al pueblo vecino a causa de una llamada de urgencia. Al final, por suerte, no fue nada grave, por lo que terminé el trabajo antes de lo previsto. Tomé mis cosas y, con la lluvia algo más calmada, atravesé el bosque, o esa era mi intención.
Mientras había ido noté la presencia, pero al cruzar el bosque ya no estaba. Me resultó extraño, pero decidí ignorarlo, pues tampoco sabía si era yo, que me estaba volviendo loco y creía que había algo siguiéndome. Todo cambió cuando volví a pasar la mitad del soto. Notaba esa presencia, pero no del todo. Estaba pero a la vez no. Paré en seco para mirar a mi alrededor fijamente, pero nada, como de costumbre. Abrí la boca para dignarme a preguntar si la presencia que me seguía durante tanto tiempo necesitaba algo de mí, quería entregarle lo que buscaba y que me dejara en paz, pero unos disparos me interrumpieron la frase. Me quedé perdido mirando en la dirección del sonido de la pólvora en la que ahora se escuchaban tres hombres reírse y un lobo aullar por el dolor.
Corriendo fui en busca del animal asustado que se encontraba tirado en el suelo, siendo el centro de atención de aquellas tres bestias. Los empujé sin cuidado, a lo que me reprocharon que ese animal ya estaba muerto.
-Vuelve a decir algo así y el que acaba muerto eres tú.- Respondí con una mirada amenazante, tomando al cánido sin importar su peso, y con un gran esfuerzo para ignorar a aquellos tres hombres, me fui del lugar tratando de consolar un poco al lobo. Este no podía casi abrir los ojos, pues uno de los perdigones de la escopeta le había alcanzado el estómago, pero no lo había perforado. No podía seguir cargándolo hasta casa, esperando a que se desangrase, así que me detuve debajo de un pequeño tejado para cubrirnos de la lluvia y comenzar a tratarlo con las herramientas que había llevado para el trabajo anterior.
Fueron horas duras para tratar de calmarlo y al mismo tiempo curarlo, y es que sin anestesia, el animal se retorcía de dolor, provocándome un pinchazo en el corazón por la sensación de no estar haciéndolo bien, pero cuando se quedó dormido por el cansancio, todo fue mucho mejor. Pude llevármelo a casa tras arduos intentos de cargarlo de la mejor forma. En cuanto llegamos, lo tumbé con cuidado en el sofá, aunque antes lo llevé a la bañera para limpiarlo y secarlo.
La lluvia comenzó a ser más y más fuerte. Yo estaba sentado en el salón a cierta distancia del depredador para que no se alarmara. Estaba tomando un café y mirando por la ventana los árboles agitarse. Mi mirada se desvió hacia él. Di un sorbo de la taza, comenzando a admirar su increíble majestuosidad; un lobo negro como la noche, grande, con un pelaje suave y delicado, como si estuviera cuidado, unas garras poco usadas al parecer, unos dientes blancos como la nieve y unos ojos azules tan profundos como el océano. No podía creerme de dónde había salido aquel animal tan bello, tampoco pude deducir cuánto tiempo estuve divagando sobre la belleza de los lobos, en especial ese, imaginándome que iba en manada, siendo el alpha, pues los músculos estaban muy desarrollados, pero el animal ya había despertado y me estaba mirando fijamente. Tragué saliva bruscamente. Me estaba analizando... ¿Me iba a atacar? No, no estaba gruñendo y tenía las garras escondidas. ¿Entonces qué buscaba?
Me levanté del asiento con mucha lentitud, dejando la taza sobre la mesa, y me agaché estirando el brazo para que detectara mi aroma.- Hola, campeón. Espero que estés mejor. No puedes moverte...- Susurré en un tono dulce, estando tan cerca de él que sentía unos nervios inmensos. Detuve la mano frente a él con miedo pero seguridad y confianza al mismo tiempo, mas el cánido levantó un poco la cabeza para recibir mi mano con calidez. Lo miré, me miró, los nervios aumentaron, aunque yo ya tenía por asumido que no me iba a atacar, ¿entonces por qué estaba tan nervioso? Bajé la mano lentamente por su cabeza, dándole una caricia que le gustó bastante, parecía que estaba sonriendo.
No quería agobiarlo, así que me levanté del suelo para dejarlo descansar, pero aquella preciosa bestia se abalanzó contra mí, dejándome en el suelo, debajo de él, manteniendo un contacto visual. Cualquier persona hubiera intentado huir, pero puedo jurar por lo que sea que aquel lobo no era común. Su mirada me aspiraba confianza, así que pasé las manos por su lomo, recibiendo el abrazo sorprendentemente bien, hasta que se tumbó encima de mí. Seguía pesando demasiado.
Llegó la hora de dormir. Ese animal me seguía a todas partes. Era muy, muy inteligente, parecía entender todo lo que le decía, y eso me animaba bastante porque significaba que estaba mejor. Fui a la cama, donde me percaté que aquella presencia ya no estaba, no había estado desde que estuve con los cazadores. ¿Eso significaba algo? Como ya era costumbre en mí, en vez de dormir, me quedé completamente a oscuras pensando sobre lo que podría haber sido, cuando aquella hermosa bestia se metió debajo de la manta, dándome un susto de muerte.- Perdón, perdón, me ha asustado...- Lo recibí en mis brazos, sintiendo cómo se acurrucaba conmigo. ¿Acaso todo lo que conocíamos de los lobos estaba mal y solamente atacaban por protección? Nos quedamos durmiendo enseguida, yo sin poder dejar de acariciar el pelaje de detrás de las orejas porque era el que mejor cuidado estaba.
-SeokJin.
¿Mmh? ¿Quién me está llamando? Vivo solo. No es un sueño, alguien me está despertando. ¿Y si abro un poco los ojos...?
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Apariencia
RomanceKim SeokJin es un veterinario de un pequeño pueblo alejado de la sociedad cercano a un bosque de pocas hectáreas y ciertamente pegado a otro pequeño pueblo, aunque separado por el soto. Un día, el chico se encontraba comprando ropa necesaria para u...