Son Dongpyo muere en la escuela al caerse de la azotea del edificio principal. Dongpyo es el presidente del club de literatura e hijo del director de la escuela, por lo que es envidiado por todos los estudiantes aunque, su dulce y amigable comportam...
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—¡Me traicionaron!— golpeó con fuerza sillón del club de literatura con una almohada, mientras lloraba y hacía un gran berrinche, Hyeongjun siendo testigo de aquello.
Gritos y gritos lastimeros salían acompañados de lágrimas mientras que todo se había derrumbado.
—¡Quiero morirme!— toma entre sus dedos sus cabellos de la de desesperación.
—No digas esas cosas.— la suave voz de Song quien estaba en el escritorio, sonó —Según la Biblia no puedes matar a nadie, así que el suicidio también está prohibido.— explicó relajadamente.
—¡No leeré la Biblia otra vez!— se levantó gritando —¡Tampoco quiero acercarme a la capilla otra vez!— lo miró —¡Porque me he convertido en un asesino!— se acercó a él tomando su vientre —¡Yo maté a mi propio bebé!—
—Tómalo con calma Dongpyo.— se levantó y lo tomó del hombro, mientras que con su otra mano le entregaba un sobre.
Era el número de teléfono y dirección del maestro Han.
—Hyeongjun...— lo miró sorprendido.
—Lo siento por tu bebé, sin embargo... Puedes comenzar la relación nuevamente con el maestro.— su voz delataba su preocupación, tomó sus brazos mirandolo con ojos lastimeros —Por lo tanto, por favor, sé tan alegre como siempre, a partir de ahora siempre te ayudaré.— lo abrazó, lo protegió.
Si Hyeongjun no existiera, entonces, seguramente yo no podría ser feliz.
El maestro es el sentido de mi vida, entonces, hay una cosa más que me puede hacer feliz de nuevo.
Y eso, es la venganza.
[🥀]
Los cuatro miembros del club caminaban por la azotea del edificio, justo hasta donde Dongpyo les había dicho que fueran.
—Dongpyo hyung.— la alegre voz de Eunsang lo hizo voltear hacia ellos.
—¿Qué necesitas? ¿Por qué no estás en el salón?— ahora Minhee preguntaba.
Se acercó a ellos con una sonrisa en el rostro, mientras el viento lo golpeaba, sacudiendo su cabello.
Mis judas, y también asesinos de Lilli, son los cuatro miembros del club literario.
Tomó sus manos frente a él, como solía hacerlo —Todos querían matarme, ¿verdad?— su sonrisa desapareció.
