Capítulo II Lola

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Era un día soleado, con unas cuantas nubes, todo marchaba bien excepto por un pequeñísimo detalle, no tenía amigos, el nuevo del barrio al fin y los vecinos no eran amistosos.

Me encontraba tumbado en el sofá, lo único que veía era cajas por todos lados; me quejaba constantemente hasta que en uno de esos lamentos, mi madre se acercó.

—Hijo, el antiguo dueño de está casa dejo algunas cosas en el ático, si quieres puedes ir a revisar y todo lo que te guste te lo quedas. ¿Te parece?

Mire a mi madre y deje salir un suspiro mientras me ponía en pie.

—Tiene unas tácticas infalibles, señora.

Subí las escaleras lentamente hasta el segundo piso, deteniendome en cada paso, casi que muriendo en cada respiro. Y en un intento por matar el desánimo, abrí la compuerta del ático.

Estaba sucio y con telarañas, lleno de cosas, al parecer varias rotas u ocultas por una amarillenta y vieja sabana.

Busqué y escarbe, más nada encontré. Sólo viejas fotos y un baúl sellado con un pequeño candado. Me sentía intrigado, algo me decía que debía abrirlo a toda costa.

Analizando la situación, lo único que necesitaba era algo para quitar el seguro, miré a mi alrededor y a lo lejos se hallaba un bastón de hockey, lo tomé y comencé a golpear el duro cerrojo.

Como era de esperarse se quebro dicha herramienta; ya frustrado, bajé hacia el sótano porque allí se guardaron las cosas más pesadas y por supuesto, las metálicas en la mudanza. Finalice mi búsqueda con un maso de acero inoxidable, lo empuñe con fuerza al estilo Thor.

Salí corriendo, cuando llegue a donde estaba la caja de madera, impulse mi brazo contra él, sonó como se dañaban las bisagras. Lo continúe golpeando hasta verlo soltarse por partes.

Levante de golpe la tapa y arranqué todo a mi paso. Emocionado miré su interior; qué decepción, sólo hojas y un viejo cuaderno. Estire mi mano y tomé la libreta, estaba bajo llave. La misma, no aguanto mucho en contraste con mi eficaz arma de metal.

En la primera página decía: «PROPIEDAD DE LOLA», pase a la segunda y noté que decía Día 1; por muy extraño que fuera, era un diario. El cual me dispuse a leer.

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